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La «fraternité» y las urnas

La «fraternité» y las urnas IAN LANGSDON / EFE

LunesDRÔLE DE GUERRE

«Gerra de broma». Así bautizó un periodista francés los nueve meses que transcurrieron entre el ataque alemán a Polonia que inició la Segunda Guerra Mundial y la invasión de Francia, una macabra chanza de los contendientes que sesteaban en sus trincheras de la frontera franco-alemana. Algunos datos de la cruzada asumida por Hollande evocan peligrosamente aquella situación, por más que finalmente la broma no fuera tal como todos sabemos y Hitler atacara en cuanto se sintió preparado. El primero es la imposibilidad de una negociación con Estado Islámico, siempre la opción preferida del político convencional, cuyo propósito estratégico es la destrucción de Occidente, signifiquen lo que signifiquen «destrucción» y «Occidente». El segundo es que el otro bando carece de objetivos comunes y en estas circunstancias parece quimérico forjar una coalición: nadie sabe exactamente a quién está bombardeando Rusia ni si Estados Unidos ha descartado la teoría del mal menor. Como hace setenta y cinco años, el bando que quiere luchar no puede vencer y el que puede vencer no se decide a luchar.

MartesDIETA PRESUPUESTARIA

Existe la irresistible tendencia en Madrid a anunciar con una sonrisa entre sádica y socarrona que la Generalitat catalana carece de liquidez para pagar a los farmacéuticos o cualquier otra factura doméstica de las que Montoro tiene que hacerse cargo con la severa advertencia de que el dinero debe ser destinado a saldar deudas y no a saraos estelados. Es posible que estas piruetas contables sean contraproducentes, ya que permiten a la Generalitat encastillarse en el habitual sonsonete de «claro, se lo gastan todo en pupitres extremeños» y demás agravios paranoides. Naturalmente, el personaje más enternecedor de este sainete es el «conseller» de economía de Mas, un «conseller» literalmente sin cartera, que reza para que no corten la luz mientras sus colegas discuten la penúltima ocurrencia de la CUP. En una hipótesis especialmente hipotética, sería apasionante saber cuántos farmacéuticos ya no votarán a «Junts pel Sí» porque no cobran y cuántos seguirán haciéndolo porque creen que habrían cobrado si el dinero no hubiese salido de Cataluña.

MiércolesNE ME QUITTE PAS

Como se temía, los esfuerzos de Hollande están resultando mucho más patéticos que peripatéticos. Excepto Cameron (en la sesión de preguntas al Primer Ministro de esta noche en los Comunes parecía Churchill redivivo), todos los aliados de Francia han rehusado comprometerse con palabras entrañables pero firmes e incluso comienzan a dispararse entre sí como en un inverosímil «sketch» de Gila. Aunque la artillería turca deba neutralizar las violaciones de su espacio aéreo y los sistemas de navegación rusos sean sin duda mejorables, es lamentable que la noticia más importante de una guerra sea por ahora el fuego amigo. Por lo demás, Hollande ha topado con el peaje del político democrático: la opinión pública. Nadie está dispuesto a arriesgar un escaño por Pontevedra a veinte días de las elecciones embarcándose en una expedición dudosa que garantiza el reenvío de féretros. Hollande tan sólo obtendrá gestos como el de Merkel, que ha accedido a que 600 soldados alemanes releven a tropas francesas en Mali, o la asistencia logística gratuita de EE UU, pero no otra napoleónica batalla de las pirámides.

JuevesON-OFF

Se ha dicho que sólo los alemanes son capaces de dar una conferencia inaugural sobre un asesino en serie y hoy cabe reivindicar que sólo los españoles somos capaces de organizar una retransmisión en directo en la que los protagonistas no saben si funcionan los micrófonos. Ha ocurrido esta mañana con motivo de la firma del pacto «antiyihadista». Tratándose de una gesta consensuada entre políticos españoles, no estaban todos los que son ni eran todos los que estaban (hemos inventado el desternillante estatus de «oyente no firmante» para el representante de Podemos), aunque lo verdaderamente genuino ha sido, de un lado, el admirable empeño del ministro por celebrar la reunión en audiencia pública y, de otro, la no menos admirable incapacidad de todos para distinguir el «on» del «off», es decir, para saber cuándo debían hablar a la cámara y cuándo dejar de fingir. La sensación de puesta en escena fallida era tan evidente que a uno de los circunspectos estadistas se le ha escapado «por responsabilidad, esperaré al off para decir algunas cosas» y, lógicamente, ha empezado a decirlas antes de que apagaran el micrófono.

ViernesLA NIÑA DE RAJOY Y EL NIÑO DE RAJOY

Hemos pasado de un candidato que exhibió a una niña imaginaria inspirada en «La casa de la pradera» a un presidente que propina collejas a su hijo real en una tertulia deportiva. Entre la Champions League y las visitas a domicilio de Bertín Osborne, el presidente no tiene tiempo para debates y será Soraya quien se encargue de hurgar en el monumental error de Albert Rivera al comprometerse a no apoyar una eventual investidura de Rajoy. La sensación es que el viento está cambiando de rumbo y hoy los periódicos resaltan la firma del pacto antiyihadista, un documento insustancial (recoge ocho objetivos que, o bien son de perogrullo, o bien ya están cumplidos) que sin embargo supone un impecable movimiento táctico del Gobierno para compartir responsabilidades o blindarse frente a presiones externas. El inevitable agente de tales presiones ha homenajeado esta mañana a las víctimas parisinas en el patio de armas de Los Inválidos en una gélida y nada metafórica soledad.

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