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La provincia menguante

> El balance de la situación socioeconómica realizado por Ineca pone de relieve la pérdida de peso de las empresas y la economía alicantina en el conjunto nacional durante la última década

Lejos de disminuir, la brecha que separa a la provincia del resto del país en el terreno económico se ha agrandado aún más durante la última década. Alicante no supo aprovechar los años de bonanza para recortar la distancia que nos aleja de la media nacional y el déficit crónico de inversión pública, junto con el excesivo peso que adquirió el sector de la construcción, nos han dejado ahora en una situación de mayor debilidad que otras zonas del país para afrontar la recuperación económica.

Sólo dos ejemplos: a pesar de contar con casi un 38% de las empresas de la autonomía, la provincia sólo produce el 33,3% de la riqueza regional y el salario medio en Alicante apenas alcanza el 82,2% del nacional, 2,5 puntos menos que hace diez años. Además, en términos generales, Alicante ha pasado de ser un territorio que ofrecía mayores oportunidades que la media a la hora de montar un negocio, a otro en el que emprender y lograr que los negocios funcionen resulta más complicado.

Ésas son, a grandes rasgos, algunas de las conclusiones que se extraen del Balance Socioeconómico de la Provincia de Alicante 2003-2013 que ha realizado el Instituto de Estudios Económicos de Alicante (Ineca) y con el que, según su presidente, Perfecto Palacio, se ha querido obtener «un diagnóstico de lo ocurrido para no repetir los mismo errores». Un análisis que también ha querido destacar las fortalezas de la provincia de cara a la nueva etapa de crecimiento que se inicia, como la capacidad de regeneración que muestra ahora su tejido productivo o el importante volumen de infraestructuras con que cuenta la demarcación, a pesar de la tacañería demostrada por el Gobierno central y la Generalitat en estos años.

No en vano, sostienen los autores del estudio, los profesores Joaquín Melgarejo y Francisco Llopis, Alicante sigue siendo «uno de los territorios más competitivos y emprendedores de España», con unas «condiciones naturales muy beneficiosas» y un capital humano que aún arrastra algunos déficits pero que es cada vez «más sólido».

Entre los aspectos positivos destaca el hecho de que la provincia ha mantenido en este tiempo un importante poder de atracción de nuevos residentes, lo que le ha permitido incrementar en mayor medida su población. En concreto, un 19,19% frente al 14,3% que ha crecido la Comunidad Valenciana o el 10,3% del conjunto del país. El problema es que gran parte de estos nuevos residentes son jubilados y personas de edad avanzada -mayoritariamente europeos- por lo que no se puede esperar de ellos un gran espíritu emprendedor que contribuya a crear nuevos negocios para revitalizar la provincia.

No obstante, eso no significa que su llegada no haya supuesto una importante inyección económica y que haya impedido que los desajustes del sector de la construcción hayan sido mayores. Así, Ineca destaca que Alicante es una de las pocas provincias donde el aumento del parque de viviendas en la última década, del 20%, ha sido similar al incremento de sus residentes.

En cualquier caso, esto no oculta que la presión urbanística sobre el territorio ha resultado mucho mayor en Alicante que en otras zonas de la Comunidad o de España. Así, el número de hectáreas urbanizadas se incrementó en más de un 28%, al pasar de las 23.096 que existían en el año 2003 a las 29.695 contabilizadas en 2013. Un aumento de los terrenos edificados equivalente a más de 6.600 campos de fútbol y que suponen el 42,5% de todo el suelo urbanizado en la autonomía a pesar de que en superficie total Alicante sólo representa un 25%

Unos datos que reflejan el excesivo protagonismo que adquirió la construcción en detrimento de otros sectores como la industria o los servicios, «lo que hizo especialmente volátil a la economía alicantina», señala Palacio, que recuerda que el ladrillo suele ser lo primero en caer y lo último en recuperarse en el ciclo económico.

El resultado ha sido la pérdida de peso relativo de la provincia en el conjunto de la economía valenciana y nacional. Así, las empresas alicantinas aportan ahora el 3,2% de la producción española frente al 3,1% del año 2003 y en el caso de la Comunidad, su participación ha pasado del 33,6% al 33,3%. Aunque parezca poco, hablamos de cientos de millones de diferencia.

Además, estos datos ponen de manifiesto otro problema endémico del tejido productivo alicantino: la escasa dimensión de sus compañías, lo que «lastra su competitividad en algunos aspectos», apunta el estudio. Y es que para producir ese 33,3%, Alicante cuenta con un 37,9% de todas las empresas de la autonomía. De media, cada firma alicantina factura un 13% menos que una valenciana y hasta un 20% menos que las del resto del país.

Por si fuera poco, la influencia de las grandes empresas de la provincia también se diluye cada vez más dentro de la autonomía, en parte porque muchas de ellas eran constructoras que han perdido un gran porcentaje de su negocio tras el estallido de la burbuja inmobiliaria. En el año 2003 las grandes compañías alicantinas suponían el 29% de la facturación de este tipo de empresas en el conjunto de la Comunidad Valenciana mientras que diez años después ya sólo aportaban el 22%.

Este menor tamaño de las empresas es una de las razones que explica que la productividad por empleado también sea más baja que en el resto del país. En concreto, frente a los 56.365 euros por empleado que factura de media una compañía española, en Alicante sólo consigue 53.788.

Como es lógico, todo esto también ha tenido una importante repercusión sobre los salarios, uno de los indicadores más importantes sobre el bienestar real de la población de una zona y que deja claro que la provincia está cada vez más alejada del pelotón de cabeza de la economía española. Y no es que los sueldos no hayan subido en los diez años que analiza el estudio, es que en el resto de España lo han hecho más.

Así, el salario medio en Alicante pasó de 12.674 euros a 15.282 entre 2003 y 2013 pero, mientras que la primera cifra suponía el 84,7% del sueldo medio español de aquel año, la segunda sólo alcanzaba el 82,2%. O lo que es lo mismo, un retroceso de dos puntos y medio.

También llama mucho la atención lo ocurrido con las exportaciones. A pesar de la imagen que se tiene de Alicante como una provincia volcada en el sector exterior, lo cierto es que el volumen de envíos ha crecido mucho menos que en el resto del país y que su importancia sobre el conjunto de la economía local dista mucho del peso que tiene a nivel autonómico o nacional.

En términos absolutos, las exportaciones alicantinas aumentaron un 27,39% en los diez años analizados, al pasar de 3.536 millones a 4.505. Pero esta cifra queda ensombrecida por el 41,31% en que se incrementaron las ventas exteriores a nivel autonómico o el 69,59% en que mejoraron los envíos del conjunto de empresas españolas.

Es más, mientras que en todo el país se exporta el 20,6% de todo lo que se produce, en el caso de Alicante este porcentaje apenas llega al 11,3%, aunque a principios de la década pasada sí que representaba cerca de un 18%. El motivo, según explica el presidente de Ineca, Perfecto Palacio, fue el relativo «abandono» que sufrió el sector industrial alicantino durante los años de expansión inmobiliaria, en los que el ladrillo acaparó la inmensa mayoría de la inversión.

Así, si se analiza la evolución a lo largo de la década lo que se observa, en realidad, es un largo periodo de estancamiento de las exportaciones alicantinas entre los años 2003 y 2011 y un crecimiento mucho más acelerado que en el resto del país a partir de ese año. La parte positiva, como señalan los autores del estudio, es que la provincia nunca ha dejado de tener una tasa de cobertura -la diferencia entre el valor de las exportaciones y el de las importaciones- positiva, lo que supone un importante bombeo de fondos a la economía local.

En el apartado de capital humano, el balance también resulta agridulce. El informe destaca que la población en edad de trabajar con estudios superiores se ha duplicado durante la última década, pero también sigue existiendo un mayor volumen de población analfabeta o sin estudios. Dentro del apartado de puntos negativos el informe también señala el aumento de las cotizaciones que se pagan a la Seguridad Social y de los suministros, como la energía, lo que deja un margen «mínimo» a las empresas para reducir gastos. En la parte positiva, Ineca recalca el importante patrimonio natural y cultural de la provincia que, bien explotado y gestionado, puede suponer un importante factor de competitividad.

Con todos estos datos, Ineca ha elaborado un «Indicador de Oportunidad Empresarial» para comparar «de forma simplificada las ventajas y desventajas que presentan distintos territorios (...) a la hora de emprender actividades económicas». Y las conclusiones no son nada buenas para la provincia. Mientras que en el año 2003 Alicante se situaba por encima de la media, con un 5,6 sobre diez frente al 4,9 que marcaba el conjunto del país, en la actualidad las tornas han cambiado y ahora es la provincia la que suspende con un 4,8 frente al 5 nacional. Es decir, que hemos pasado de ser una provincia de oportunidades o otra donde emprender resulta más difícil que en el resto.

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