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La masacre de París

Los ataques terroristas que sacudieron la capital francesa el viernes 13 han marcado inevitablemente el desarrollo de la semana

La masacre de París

Lunes

LA VIE EN ROSE

La perseverancia terrorista ha obligado a las televisiones españolas a admitir a regañadientes que «tal vez» los sucesos de París merezcan un esfuerzo informativo. Mientras en la noche del viernes la masacre iba engordando por minutos su lista de bajas, todas las cadenas excepto la pública y una privada con audiencia raquítica mantuvieron su habitual programación escatológica, desde los debates amañados entre matones a las confidencias de entrepierna pasando por los concursos de paletos con lentejuelas. La zafiedad del espectáculo repugnaba especialmente cuando en la parte inferior de la pantalla aparecían rótulos anunciando que en una sala de fiestas podría haber setenta cadáveres o que las terrazas de tres cafés habían sido ametralladas. Tras hacer caja, al día siguiente pidieron disculpas y facturaron a una «troupe» de enviados que desde entonces se dedican a hacer lo mismo que en Madrid, pero al descubierto y con una ridícula expresión de gravedad postiza. El eslogan tardío de uno de ellos es «en primera línea de la noticia». Inefable.

Martes

SIEMPRE NOS QUEDARÁ PARÍS

Los dos métodos ortodoxos para vencer en una guerra son la aniquilación del enemigo o la destrucción de sus centros logísticos. Sin embargo, en una guerra no convencional que fundamentalmente se libra a retaguardia contra suicidas clandestinos la victoria sólo es posible si además se cuenta con una superioridad informativa que anticipe qué va a ocurrir, cómo va a ocurrir y, ante todo, quién y desde dónde diseña y coordina los movimientos del adversario. Es obvio que Francia no puede convertir a sus ciudadanos en milicianos jacobinos en permanente pie de guerra, tan cierto como que una guerra subterránea no puede ganarse sólo con misiles que neutralicen las bases del enemigo. Aunque no existiera Estado Islámico, nada impediría a los fundamentalistas operar desde células locales y atentar con cuchillos en lugar de rifles de asalto. Una guerra no declarada contra «quintacolumnistas» (una palabra de origen español) que compran las baguetes en la misma panadería que nosotros es la eventualidad más diabólica desde que los españoles también inventáramos la palabra «guerrilla».

Miércoles

CABALLO DE TROYA

Las urgencias informativas oscilan hoy entre Valencia y Molenbeek. En la sesión de Les Corts, Puig ha llamado «payaso» al portavoz del PP, éste se ha indignado y el presidente ha alegado a guisa de disculpa equívoca que la profesión de payaso es tan respetable como cualquier otra. Como la de presidente de la Generalitat, por ejemplo, pero todo depende de con qué ánimo se pronuncia la palabra. O de quién ejerce la presidencia. Definitivamente, Molenbeek resulta más denso. Es un barrio de Bruselas que se ha convertido en refugio, cantera y centro logístico del terrorismo islamista. Hace treinta años contaba con un equipo de fútbol de efímera gloria internacional y sospecho que el club ha languidecido a rebufo del barrio. Un ministro ha admitido que Molenbeek es «un problema serio» y esta señalización de «zonas insurgentes» conduce inevitablemente a los «cordones sanitarios». Aunque nadie piense en recuperar los campos de concentración coloniales (otro hallazgo español que pretendía aislar a la población cubana de la guerrilla), la sugerencia de enclaustrar en ghettos a una multitud colectivamente sospechosa tarde o temprano aparecerá.

Jueves

ALLONS CON CASTAÑUELAS

No logro imaginar que alguien hubiese calificado como «venganza» el bombardeo de Berlín tras un ataque nazi sobre Londres, pero esto es lo que estrictamente han hecho Pablo Iglesias, Manuela Carmena y otros egregios representantes de la izquierda «vintage» (es semana de galicismos) al referirse a la respuesta francesa a la hecatombe parisina. Fuera de una confusión desangelada entre táctica (bombardeo versus inteligencia) y estrategia (monarquías petroleras y auge del fundamentalismo), lo que subyace es una condena de Occidente como causante del conflicto. Esta conclusión es previsible cuando se rechaza como premisa la superioridad de los valores en cuya defensa Francia ha reaccionado, los de la democracia liberal y el capitalismo con sus escandalosas imperfecciones e incapacidad para mitigarlas satisfactoriamente, pero también el mejor modelo de sociedad de cualquier época. La izquierda iluminada de esta era postreligiosa padece tantos prejuicios apolillados como los suicidas mastuerzos de París.

Viernes

LOS ECOS DE LA MARSELLESA

Con una afonía comprensible tras haber cantado «La marsellesa» durante una semana, Hollande ha iniciado el peregrinaje más difícil para un estadista heredero de la «grandeur»: exigir a sus aliados algo más que condolencias. Francia no puede aspirar a vencer en solitario a Estado Islámico, mientras que la actitud de Estados Unidos es apática en el mejor de los casos y la de Rusia rapaz en el peor. Una aproximación al origen de este doble juego atañe a la morfología de Estado Islámico ¿Quién compra el petróleo con que se financia? ¿En qué banco guarda el dinero que nutre sus agresiones? Si la tecnología permite sorprender a dos polillas apareándose en pantalla de plasma, no debe de constituir una proeza averiguar si en nombre del equilibrio geoestratégico, la balanza de pagos y el secreto bancario muere caprichosamente gente en París. En París o en Palmira: la masacre del viernes ocurre todos los días a cinco horas de vuelo. Pero hemos vivido ajenos a ella hasta que las víctimas han dejado de ser seres extraños con turbantes y sandalias para convertirse en rostros familiares devueltos por el espejo.

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