Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

«Cada vez hay menos extranjeros en España por la complicada coyuntura económica»

Hirosi Fujii. Guitarrista, dolçainer y director del Himno de Fiestas de Alcoy

«Cada vez hay menos extranjeros en España por la complicada coyuntura económica» fotos de Valiente Verde

Lo suyo fue un amor a primera vista, del cual ya no se ha podido desprender. Hirosi Fujii lleva 23 años en Alcoy, tiempo durante el cual la ciudad también le ha correspondido merced a su carácter simpático y extrovertido, y sobre todo porque sin perder sus raíces, ha sabido integrarse hasta convertirse prácticamente en un alcoyano más. La evidencia más significativa ha sido la decisión del Ayuntamiento, que lo ha designado para dirigir el próximo año el himno con el que los alcoyanos dan la bienvenida a las Fiestas de Moros y Cristianos.

¿Cuáles fueron las circunstancias que le trajeron hasta aquí?

Estuve un año en París para estudiar guitarra en la Escuela Nacional de Música, con Tania Chagnut. En aquella época tenía 20 años, era la primera vez que salía de Japón y el cambio fue brutal. La verdad es que la exigencia del conservatorio era muy grande para el nivel que tenía en esa época, y resultó un tanto agotador. Apenas conocía el francés, no tenía amigos, la ciudad quizá era demasiado grande. En definitiva, todo fue un cúmulo de factores que me hicieron replantearme la situación.

¿Cómo fue su contacto con Alcoy?

Durante el tiempo que estuve en París aproveché para viajar cinco veces a España, y la verdad es que me encantó. Estuve en Granada visitando la Alhambra, también en Barcelona viendo la Sagrada Familia... Pero fue la figura del maestro alcoyano José Luis González, al que ya habían acudido otros estudiantes japoneses, incluido el profesor que yo había tenido en mi país, lo que me animó a mudarme a esta ciudad.

José Luis González se puede decir que era un ídolo en Japón. ¿Cuál era la razón?

Era muy conocido, casi al nivel de Narciso Yepes. Hizo varios conciertos en mi país y la consideración era muy alta. Además, y eso lo pude comprobar de primera mano, era una persona campechana y fácil de trato. Cuando llegué a Alcoy tenía a otros tres estudiantes japoneses y empezó a darme clases particulares. Aparte de ser un excelente guitarrista y maestro, insisto en que era muy respetuoso, nunca te miraba por encima, y estar con él la verdad es que era un auténtico placer.

Por lo que se ve, las sensaciones respecto a Alcoy fueron totalmente distintas a las que tenía en París...

Radicalmente distintas. Si hubiese ido a Madrid o a Barcelona me hubiera pasado igual que en París, porque las capitales son más frías, pero Alcoy me gustó de inmediato. Desde el primer día la gente se mostró más amistosa, me trató con más cariño, se puede decir que es una ciudad mucho más familiar y con un tamaño adecuado, al menos para mí.

¿Hay mucha diferencia entre las costumbres alcoyanas y las de Japón?

Muchísima. A mí me gusta la cocina japonesa, pero la de aquí también es excelente, sobre todo el plato típico de Alcoy, la pericana, que es lo que más me gusta. Pero una de las cosas que más me han sorprendido es el cambio de sentido del horario. En Japón todo el mundo es puntual, hasta el punto de que si alguien llega tarde se arma. En cambio, aquí la gente queda entre las cuatro y las cuatro y media, y al principio yo no sabía si tenía que acudir a la primera o a la segunda convocatoria. De todas formas, eso es una demostración de que el ritmo de vida es más relajado, no hay que estar tan pendiente del reloj, y no puedo ocultar que me agrada.

Y de repente, descubre la dolçaina y también se enamora de ella.

Fue a través de un amigo, Enrique Soler, que la tocaba junto a otros compañeros. A mí me ha gustado siempre la música étnica y tradicional, y conocía la gaita escocesa, que tiene un sonido muy parecido. Cuando la escuché me atrapó, es muy difícil no engancharse a eso.

¿Tiene algo que ver con algún instrumento de Japón?

Allí en Japón tenemos una especie de chirimita, parecida, pero es de metal y más estridente. La utilizan para vender tallarines en tiendas ambulantes. Es una especie de reclamo, como hacen aquí los afiladores de cuchillos. Pero no se utiliza a nivel instrumental. De cualquier forma, insisto, me resultaba un sonido conocido, tanto porque lo había oído desde niño con la chirimita japonesa, como también por la música tradicional escocesa. Esos sonidos, cuando eres pequeño, te encantan.

En fin, que no pudo resistir la tentación...

Para nada. Me fui enseguida a la tienda y me compré una dolçaina por 9.000 pesetas. Al principio la tocaba yo sólo en casa, pero después, a través del profesor Hipólit Agulló, me introduje en la academia de Apolo, donde empecé mis estudios con este instrumento.

Y fue progresando hasta convertirse en un auténtico especialista en esta materia.

En 2000 acabé la carrera de dolçaina con Xabier Richart, aunque desgraciadamente era una época en que el título no servía para nada, al contrario que ahora que ya es oficial. De cualquier forma, ese título lo teníamos poca gente, sólo cuatro en toda la comarca, lo que me abrió muchas puertas.

Hasta el punto que ejerció como profesor en varios grupos...

Llegué a tener 80 alumnos a la semana con grupos diferentes: El Rebuig, Barxell, la Escuela de la Xafigà, Arreplegats de Xixona, la Escuela de Apolo... Era mucho trabajo; disfruté y me lo pasé fantástico, pero era demasiado.

¿Lo hacía para ganar dinero?

No. En mi caso no tenía problemas económicos. Pero la gente me quería, entre otras cosas, insisto, porque sólo éramos cuatro titulados en la comarca. Pero tuve que dejarlo poco a poco, porque además me he quedado bastante privado de audición, porque se quiera o no, es una burrada hacer tantos ensayos con este instrumento tan estridente en salas cerradas. Ahora sólo estoy con el grupo Barxell y la dolçaina, por lo que he dicho, la toco en la calle, y también en los vermuts, con los amigos.

Con todo, su pasión por la dolçaina también contribuyó, de alguna forma, a que entrara en contacto con la música de Moros y Cristianos y, consecuentemente, con el mundo de las Fiestas.

La música de las Fiestas de Moros y Cristianos me encanta, sobre todo en la calle. Pero me atraen especialmente las marchas moras, porque el sonido y las características de la música árabe me cautivan. Es un sonido étnico, apegado a la tierra, y ya digo que es emocionante.

Y usted mismo ha tocado esa música, porque todos los años ha participado activamente en las Entradas...

La primera vez en 1995 tocando l'Entrà dels Moros con la Corporación Musical Primitiva. Pero a partir de ahí siempre, hasta el punto de desfilar cinco veces en el mismo día entre las dos Entradas, lo cual fue una auténtica locura, porque apenas me daba tiempo para terminar con una filà y salir corriendo hacia el Partidor para engancharme con el inicio de otra.

¿También se ha adentrado en el mundo de la composición?

No tanto como eso, pero sí que he hecho alguna adaptación para dolçaina, como la de la Entrada Cristiana de l'Ambaixador Cristià, de Rafael Mullor.

Al que pidió permiso...

Sí. Él pensaba que era para introducir la dolçaina en la banda, como ya se había hecho y que no le terminaba de gustar. Pero mi intención era la de hacer una adaptación sólo para dolçaina y percusión, y la verdad es que se quedó sorprendido cuando se lo dije, aunque me dio el permiso. Al final salió bien, y la estrenamos en 2005 en Benialí, en la Vall de Gallinera, con la Filà Mallorquins.

Pero su relación con la Fiesta no ha sido sólo a través de la música, sino que incluso se ha llegado a vestir de festero...

La primera vez que vi las Fiestas fue en 1993, cuando me limité a contemplarlas y hacer fotos. Puedo decir que me quedé impresionado. De todas formas, ya fue al año siguiente cuando me vestí de Masero a través de un amigo, Roberto Botella, que me invitó a hacerlo el día de San Jorge. Me sentí tan bien, que no pude evitar vestirme de nuevo al día siguiente, aunque eso me valió una reprimenda, porque no sabía que para hacerlo tenía que pagar la cuota de la filà. A partir de ahí, en cualquier caso, también he tenido la oportunidad de vestirme con los Navarros y los Benimerines, e incluso con la escuadra especial de los Aragoneses en la visita de las Fiestas a Fontilles.

¿Se esperaba que pudiese llegar a dirigir algún día el Himno de Fiestas?

Mentiría si dijese que no tenía esa ilusión. Yo tuve la oportunidad de ver a mi maestro José Luis González dirigir el Himno, y fue tan extraordinario y emocionante, que siempre he pensado que era una experiencia que me gustaría protagonizar, pese a ser consciente de que se trataba de casi un sueño. Pero es que cantar el Himno es un momento mágico, con toda la gente en la plaza dando la bienvenida a las Fiestas. además, yo he tenido la oportunidad de tocar con el grupo de La Cordeta, e insisto en que es extraordinario.

¿Cómo fue el momento en que le llamaron del Ayuntamiento para comunicarle la noticia?

Yo estaba en Japón, a donde me había marchado un tiempo por motivos de salud. Hace unas semanas el concejal Raül Llopis me llamó para preguntarme si me encontraba bien y si con motivo del Mig Any iba a estar en Alcoy, pero no me comentó nada más y me dijo que ya me volvería a llamar más adelante. Aunque me esté mal reconocerlo, en mi foro interno pensaba que podía tratarse del Himno, y eso me hizo perder hasta el sueño. Cuando al final me lo confirmaron, la verdad es que me dieron una alegría enorme.

¿Se imagina lo que sentirá cuando coja la batuta para dirigir a las bandas de música y a las miles de personas que se reunirán en la Bandeja?

Sólo sé que será muy emotivo. Voy a cumplir un sueño y me resultará muy difícil reprimir las lágrimas de emoción. Soy consciente de que se trata de un acto muy importante y espero quedar bien. Se podría decir que aunque me siento como un alcoyano más, la dirección del Himno ya va a ser la integración definitiva.

¿Ha tenido alguna vez problemas por su condición de extranjero?

Sólo a nivel burocrático me vi agobiado en una ocasión, en 2009, cuando tuve que hacer unas colas impresionantes en Alicante para renovar el permiso de residencia y no me atendían, como a los otros que estaban allí, por falta de personal. Por lo demás, todo ha ido bien, salvo que cada vez hay menos extranjeros como consecuencia de la crisis, y que la coyuntura económica también se ha dejado notar en que hay menos actividades y alumnos.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats