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el monotema

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Lunes

LA MARCA ESPAÑA

Ayer estaba sufriendo uno de esos partidos del Atlético de Madrid que invitan a sus seguidores a destriparnos con una katana para evitar el bochorno cuando decidí refugiarme en otro partido que estaba a punto de comenzar en Liverpool. Los veintidós jugadores formaban un círculo en el centro del campo y pensé que el sonido del televisor fallaba; pero sólo estaba oyendo un silencio estruendoso en homenaje a los caídos en las guerras mundiales que la grada respetó de una forma que aquí resultaría tan cómica como excéntrica. He recordado ese minuto cuando esta mañana Carme Forcadell ha levantado la inútil sesión de investidura de Artur Mas. Ha sido una romería pomposa en la que la ramplonería narcisista disfrazada de falsa trascendencia que ha utilizado Mas contrastaba con la pose de chantajistas con principios de la CUP y el torpe aderezo de los no independentistas como testigos mudos de la farsa. Quizá porque han sufrido más guerras mundiales que civiles, los británicos organizan mejor los funerales, las romerías y los referéndums.

Martes

REACCIÓN EN CADENA

Las eminencias de la Generalitat que diseñaron el «procés» tendrían que haber previsto la alta probabilidad de que un Estado moderno carraspee cuando se pretende forzarle al suicidio, incluso si sus gestores eventuales son tan indolentes o precavidos como Rajoy. Bien, el Estado, ese paquidermo cachazudo y remolón pero imparable por mera inercia cuando se moviliza, ya ha reaccionado ante el salto al vacío perpetrado en Barcelona y a partir de ahora los acontecimientos ni siquiera están en manos de Rajoy, no digamos de Mas, y son inmunes en buena medida a los cambalaches tradicionales de la política española. Sencillamente, hay demasiadas instituciones implicadas y la terminología acumula la suficiente sal gruesa como para creer que el aquelarre pueda clausurarse con otra negociación frívola en un tresillo. Lo más enternecedor de este golpe de estado con subvención pública es la monumental ingenuidad de secundarios como algunos «consellers» de Mas: se han descubierto formando parte de un gobierno en funciones cuya supervivencia pasa por situarse a la extrema izquierda de la extrema izquierda. Algo ha fallado.

Miércoles

LA LISTA NEGRA

No es que el Tribunal Constitucional haya dicho nada asombroso o inesperado, sino varias evidencias notificadas con celeridad supersónica a un ramillete de implicados marcados con la letra escarlata de la sedición, un delito pintoresco que parecía olvidado desde Abraham Lincoln. Es claro que el Constitucional conserva su pulcritud y no amenaza tan descarnadamente, pero al apercibirles insinúa quiénes deberán responsabilizarse de haber convertido la política catalana en un belén con demasiados «caganers» y ninguna estrella que alumbre el camino. Los engranajes de la maquinaria son tan implacables que entre los señalados se encuentran un parlamentario socialista y otro de Ciudadanos. Ocurre que forman parte de la mesa de la cámara y la ley no sortea etapas. Tiempo habrá de exculparlos, viene a decirse con frialdad sobrecogedora que ya parece helar a la vicepresidenta de Mas. Le han preguntado por la resolución del Constitucional y la señora ha balbucido que ella obedece «mandatos parlamentarios». Sonaba a pestañeo inquieto de fugitiva.

Jueves

EL HOMBRE QUE FUE JUEVES

Enoch Powell no pudo conocer a Artur Mas y por lo tanto es imposible que estuviera pensando en él cuando aseguró que toda vida política termina en fracaso. Pero sospecho que habría agravado su diagnóstico tras la patética humillación que ha sufrido esta mañana el autoproclamado timonel del «Titanic» catalán. Como anunció el lunes con sonrisa irritada, Mas ha regresado el jueves para ser finiquitado por la CUP con cierta retranca burguesa: su portavoz lucía corbata y chaleco mientras despachaba las súplicas del candidato con un cortés «aparta de mí ese cáliz», para a continuación apuntillarlo como un matarife sin escrúpulos de conciencia. Mas ya es un guiñol minúsculo, prescindible para sus aliados y diana fácil de la venganza madrileña, abandonado incluso por los «mossos d´esquadra» que han desertado preventivamente ante el riesgo de ser embaucados por la retórica de los políticos. Conserva un partido menguante con su tesorero en libertad provisional y la fidelidad forzosa de tres docenas de parlamentarios sin otro horizonte que implorar por que la CUP acepte antes de dos meses que votarle tapándose la nariz es preferible a nuevas elecciones.

Viernes

EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS

Hay semanas inevitablemente monotemáticas. Prefería comentar el cierre de listas del PP que ha deparado la inminente llegada del candidato Margallo a la provincia como los indios esperan la crecida del Ganges (más que una circunscripción electoral, Alicante parece una academia de paracaidismo), pero en Cataluña se ha instalado la perseverancia más atroz. Veinticuatro horas después de su Waterloo parlamentario, la Generalitat ha cocinado una encuesta inverosímil a modo de placebo y ordenado al jefe de los mossos d´esquadra que sea él quien decida si sus subordinados cometen sedición. Antes de la abolición del estado de derecho, estos asuntos quedaban a cargo de los jueces aunque qué otra cosa puede esperarse si los bonos de la Generalitat se cotizan como una victoria del Sabadell en el Nou Camp, las empresas siguen trasladando sus trituradoras de papel a sedes menos emocionantes y Montoro amenaza con adoptar la postura de los padres severos ante los hijos tarambanas: cortarles la asignación. Es urgente una tregua, al menos hasta el estreno de «Ocho apellidos catalanes».

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