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Culto al belén

El belenismo roza los 800 años de historia como una de las tradiciones populares más extendidas en Navidad. Los pesebristas locales defienden su arte ante el cambio social

Culto al belén Sergio Ferrándiz

«Este es de uno de los mejores maestros belenistas de la asociación». El rostro de Alejandro Cánovas se vuelve azulado cuando acerca su cara a uno de los dioramas de los expositores en una de las paredes principales del Museo de Belenes de Alicante. Dentro, un paisaje de bahía primorosamente resuelto. El fondo es un horizonte curvo como el que utilizan los fotógrafos en sus estudios, el mar una lámina sobre la que se inclina un barquito de madera de balsa, cáñamo y tela. En primer término, una choza semiderruida, hábilmente entorpecida por columnas y techos de brezo que jugarán con la luz para llenar el espacio de sombras en la escena central del belén. Las figuras deberían ser las protagonistas, pero la vista no se para hasta el final en las piezas de diferente tamaño que contribuyen a dar profundidad a la escena. Una pescadora con su oficio, ajena como en todos los belenes al acontecimiento que alberga el establo de al lado, unos Reyes Magos llevando regalos, un San José y una Virgen con el Niño en brazos presentado a los visitantes. Sólo falta el golpeteo de cabos en los palos y el rumor del mar de fondo en este nacimiento marinero firmado por el belenista Antonio Alonso Paredes.

Es parte de la «élite» de 50 constructores de nacimientos de la Asociación de Belenistas de Alicante que han sido nombrados por la directiva como «maestro belenista» entre sus 200 socios.

Cánovas pasea entre las vitrinas con los hermanos Agustín y Antonio Ramón Quilis, dos de los miembros pioneros de esta asociación creada a finales de los años 50. Parece preocupado. El ayuntamiento ha argüido razones extrañas para no poner donde siempre, en la entrada del consistorio, el belén en el que trabajan desde hace meses. En su cabeza resuenan las palabras que escuchó del edil de Urbanismo y segundo al mando, Miguel Ángel Pavón: «Creo que esto debería estar en una iglesia».

Teme por el legado. La colección de piezas, el taller, las distinciones y premios acumulados durante décadas, el relevo generacional y, en suma, la dedicación de años a una expresión artística popular que, gracias al apoyo público y de las entidades financieras locales, ha permitido que la tradición belenista provincial sea respetada en toda España y conocida fuera de nuestras fronteras. Cánovas nunca hubiese imaginado que a alguien le pudiera molestar un belén, pero soplan vientos de cambio. ¿Afectarán a esta tradición centenaria sobre la que todavía gira la decoración navideña?

El belenismo, el arte de recrear el nacimiento de Jesús con figuras y escenarios, tiene en Alicante «una de sus referencias nacionales», según el presidente de la Federación Española de Belenistas, Íñigo Bastida. «No son los más antigua, pero fueron los primeros en tener una gestión seria y rigurosa», admite el portavoz, «y han sido el origen de muchas otras asociaciones del entorno». En efecto, al abrigo de la alicantina nacieron los colectivos de Elche, Villena, Alcoy y, en menor medida, Callosa de Segura y Aspe, hoy asociaciones autónomas y muy activas -Elche reabrirá su museo de belenes en cuestión de días y ganó visibilidad nacional en el congreso que albergó en 2011-. Entre todas suman centenares de socios que trabajan durante todo el año para exponer sus recreaciones paisajísticas y arquitectónicas en los rincones nobles de los municipios: casas consistoriales, plazas e iglesias.

«A principios de cada febrero ya estamos pensando en las próximas navidades. Nos reunimos tres veces por semana, y a partir de agosto subimos a cuatro», cuenta Víctor Sánchez, presidente de los belenistas de Elche, en el despacho del comercio de muebles que dirige. Lleva una bolsa con un bocadillo y hasta enero tiene planes «desde las ocho que cierro hasta la una de la mañana»; los pesebristas ilicitanos trabajan con velocidad en una nave de tres plantas con montacargas en el polígono Carrús. Es, como el museo, una cesión del Ayuntamiento. Son voluntarios, la gran mayoría hombres y jubilados, pero se dedican a su afición de manera casi profesional.

En el taller alicantino, situado en el barrio de Carolinas, se trabaja, con más estrecheces de espacio, en el belén del Ayuntamiento, y en una serie de escenarios dedicados a ángeles destinados a exhibirse en la plaza de La Montañeta. A diferencia del diorama, donde la perspectiva es únicamente frontal, estas maquetas se trabajan para contemplarse con una perspectiva de hasta 220 grados. Así, las construcciones se terminan casi en su totalidad: los tejados se pintan por delante y por detrás. El trabajo se multiplica por dos, igual que la recompensa del autor: durante todos los meses en los que dedica casi la totalidad de su ocio a construir el nacimiento no deja de imaginar las caras de admiración entre los espectadores.

A pocos días del adviento, en la provincia se está trabajando en belenes de más de 60 metros cuadrados que van a incluir no sólo figuras -muchas suponen obras de arte en sí mismas y alcanzan precios de cuatro cifras, como un elefante de la italiana Angela Tripi que posee la asociación alicantina de más de 3.000 euros- sino también verdaderas obras de ingeniería en miniatura. Sánchez señala tres cubetas de diferente tamaño al fondo de la nave, un piso más abajo del taller de «agua y electricidad». Es para «una cascada triple» que va a dar el punto técnico al belén municipal de este año en Elche.

«El belenismo es como una "mini FP": aprendes trabajos de albañilería, electricista, fontanero... Usas escayola, porexpán, poliuretano extruido -el plástico de las bandejas de fruta-, y colas y pinturas de todo tipo», cuenta Bastida. Artesano y coleccionista, un maestro del belén no deja escapar un jarrón de barro, una cesta de fruta en resina o un resto de construcción si lo puede utilizar en su belén, aunque lo encuentre en la basura o caigan 40 grados en pleno agosto. Tampoco escatima en adquirir figuras. «Un aficionado como nosotros se puede gastar perfectamente 1.000 euros al año en aumentar su colección», añade Javier Canales, belenista callosino y distribuidor de las figuras que diseña su mujer, Ángeles Cámara «Es nuestro hobby principal», cuenta un socio veterano en Alicante colocando guata de rellenar cojines alrededor de tres luces led. El efecto es «una nube donde el ángel se le apareció a la Virgen», comenta este septuagenario, con cara de chiquillo.

El belenismo tiene mucho de creencia religiosa -«vas a ver pocos belenistas que no crean en Dios», advierte Javier- y también mucho de nostalgia de la infancia. Con el peso de ambas, se mantiene como una tradición muy viva en los hogares. «Hacer el belén en casa parece que es algo que dejas en la adolescencia y que recuperas después: Nuestros socios más jóvenes suelen ser parejas que acaban de ser padres», explica Sánchez.

Tras la debacle de la CAM, el colectivo ilicitano ha diversificado su obtención de fondos. La mitad de los 6.000 euros que reciben de ayuda externa viene del Ayuntamiento y la otra mitad de El Corte Inglés ilicitano. En su espacio multiusos, el centro comercial acaba de acoger por quinto año consecutivo un taller de belenismo en colaboración con la asociación. Plazas limitadas y lleno con 70 personas. Jubilados, nietas con abuelas, madres e hijas, parejas jóvenes. «Acabamos de tener un hijo y nos hacía ilusión aprender y poner un belén en casa», explica una joven mientras une dos trozos del famoso corcho blanco de bolitas con un palillo.

Que el belenismo está vivo y no entiende de ideologías es algo que todos los belenistas tratan de transmitir; en especial los presidentes, que ya han tenido contacto con lo que llaman «los nuevos ayuntamientos de izquierda». Bastida es el más rotundo: «El belenismo es el arte popular más masivo que existe, decir que hay que eliminarlo porque es religioso no tiene sentido. Quita lo religioso de El Prado, a ver qué te queda», argumenta.

Arte popular merecedor de todo apoyo para algunos, el belenismo es propaganda religiosa que no cabe en el espacio público para otros. Con el cambio social en marcha, los belenistas buscan abrigo en algo más grande que las contradicciones nacionales.

Este año, y a iniciativa de los belenistas españoles, la federación internacional de pesebristas (UN FOE PRAE, en sus siglas en latín) ha empezado a preparar un completo dossier para lograr que la Unesco declare el belenismo Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.

La organización vinculada a la ONU incluye en su oferta de protección aquella tradiciones valiosas que puedan desaparecer por «la globalización, la transformación social, la intolerancia o la falta de recursos», según la convención de 2003 que dio carta de naturaleza a este concepto.

La fecha que se han marcado para conseguirlo es 2023, coincidiendo con el 800 aniversario del que se admite como «primer belén»: Se atribuye a San Francisco de Asís una primera representación simbólica -se colocó un pesebre vacío y dos animales durante una misa- del nacimiento de Jesucristo en una gruta de Greccio, Italia, en 1223. Fue en este país donde el «presepio», pesebre en italiano, se desarrolló hasta alcanzar su grado de figuración actual.

Rey de Nápoles antes que de España, Carlos III es reconocido como el gran impulsor de esta tradición en el país. Trajo con él a Madrid una colección de figuras de terracota vestidas con ricas telas, al estilo napolitano, que epató a la nobleza madrileña. Copiaron la real costumbre y difundieron el belén hogareño.

Así empezó esta costumbre decorativa que cada Navidad tiene un hueco privilegiado en hogares de la Europa católica -la cultura protestante no fomenta la imaginería-, Iberoamérica, África y Asia. Sin embargo, cada área geográfica se trabaja un tipo de figura con más dedicación que otras. El arte conceptual y minimalista de algunas tradiciones no es especialmente valorado en España. Los estilos que predominan son el «hebreo» y el «popular» -donde se encuadran las figuras del belén diseñado por este periódico-.

El mundo del belenismo es como una pirámide feudal: la cúspide la ocupan los figuristas o escultores; la parte alta los maestros belenistas y en la base están los hogares. Según este esquema, la máxima referencia de la actualidad en representación pesebrista es la citada escultora italiana, capaz de un expresionismo que no tiene rival en la actualidad, según los expertos.

En España, según Sánchez, perviven varias escuelas de artistas: la murciana, la andaluza, la castellana y la catalana. A esta última pertenecía el ya fallecido y considerado maestro de maestros Martín Castells: El madrileño José Luis Mayo parece haber heredado los laureles de la figuración belenista nacional.

Pero, esculpidas en barro, talladas en madera o moldeadas en resina o plástico, es difícil distinguir a simple vista una figura centenaria de una recién diseñada: la evolución en el arte del pesebrismo es imperceptible al ojo poco entrenado. «La novedad que se busca está en la técnica y en la actitud, en la postura. Puedes hacer un "pidiendo posada" y sentar a la Virgen en un banco en lugar de en una borriquilla», explica Javier, sobre una de las novedades de su catálogo. Un «Pidiendo Posada», una «Huída a Egipto», una «Anunciación»... Los temas del beliceños son como géneros musicales, sólo que está tan vinculado a la identidad personal de sus practicantes que la experimentación es escasa y delicada. «Un señor le encargó a un figurinista una Anunciación, pero el cliente quería que la cara de la Virgen transmitiera miedo», cuenta Javier. El escultor le espetó: «Te estás equivocando, la Virgen aceptó el anuncio de su embarazo con gozo, no con terror». Y no aceptó.

Lo que es común es ver nacimientos en reconstrucciones de lugares emblemáticos -el casco antiguo de Alicante o la plaza de Baix de Elche-, donde se mezclan figuras hebreas y populares. Los anacronismos son la innovación que mejor ha sobrevivido porque es la que mejor se adapta al carácter belenista; a fin de cuentas, se ayuda a empatizar y sólo alteran el mensaje en la forma: El fondo es la misma historia que se cuenta desde hace dos mil años.

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