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El corazón del arca

Los animales que son recogidos en el Arca, lo son, porque, pese a su especie y origen, alguien decidió convertirlos en mascotas

El corazón del arca

Por alguna extraña razón que no alcanzo a imaginar, desde hace unos años algunos centros dedicados al turismo rural han incluido entre sus atractivos la presencia de ciervos, gamos y otros muchos animales salvajes a los que mantienen en cautividad. Podría llegar a comprender, en todo caso, que tengan vacas, ovejas, cabras o incluso gallinas. Al fin y al cabo, son animales de granja con los que la sociedad, sobre todo en las grandes ciudades, ha perdido su contacto y conocimiento. Por ejemplo, cuentan que cada vez son más los colegios en los que, cuando preguntas a los niños de dónde sale la leche o los huevos, te contestan que de la nevera, del súper, o, incluso, del tetrabrik o botella. En fin.

Pero ¿Un ciervo o un gamo? ¿Qué sentido tiene tener a animales que viven libres encerrados tras unas vallas? Por nuestro Arca que, en realidad, es el de todos los animales salvajes que lo necesitan, han pasado muchos de ellos y cada uno con su propia historia...

Cayetana, por ejemplo, nuestra gama, es un animal al que la voluntad del ser humano encerró en una jaula siendo tan solo una cría. Puede que no lo supieran pero, al hacerlo, la condenaron para siempre a una vida en cautividad. Desde entonces hasta hoy han pasado muchos años y Cayetana, a estas alturas, ya es muy, muy mayor.

Camina lentamente por su recinto, una antigua pista de entrenamiento de perros policías hoy reconvertida en su hogar, rodeada de otros animales como un emú -parecido a un avestruz-, un cerdo vietnamita, un pavo y decenas de conejos.

En realidad, ellos son los vecinos habituales de la zona pero, sin embargo, si hace falta, saben como nadie compartir su espacio con otros muchos animales que lo necesiten como, por ejemplo, ocurrió hace algunas semanas con el bueno de Lucas.

Lucas es un ciervo de apenas tres meses de edad y más de metro y medio de altura, un bebé de patas largas, cuerpo esbelto, orejas erguidas y ojos de niño al que, por cierto, mientras estuvo con nosotros, había que darle todos los días, entre fruta y fruta, su correspondiente biberón.

Nació en uno de esos establecimientos hosteleros a los que me refería al principio pero, por alguna razón, fue rechazado por su grupo. Atacado varias veces y salvado de la muerte otras tantas, finalmente unas chicas lo rescataron y decidieron traerlo al arca para que, al fin, entre nosotros pudiera recuperarse.

Y así lo hizo. Llegó repleto de heridas pero, sin embargo, casi como un milagro, la fuerza imparable de la naturaleza junto a los cuidados veterinarios, fueron, rápidamente, curando una tras otra. Semanas más tarde ya estaba totalmente recuperado. Así que, con toda la tristeza da ver alejarse a un amigo pero con la alegría de saber qué es lo mejor para él, se marchó una mañana temprano camino de un santuario de animales herbívoros donde aún hoy vive.

Es curioso, quizás por ese ir y venir de animales del centro y por esos otros que, desgraciadamente, no tienen dónde ir porque no existe centro alguno que los quiera, a veces nos preguntan por qué somos un centro de acogida de animales salvajes y, a la vez, por qué somos un santuario para ellos. La razón es sencilla.

El Arca rescata a muchos animales exóticos y salvajes cada año. Para aquellos que es posible la reubicación en libertad -principalmente, cachorros no acostumbrados aún al ser humano- trabajamos dura e insistentemente para que vuelvan a aquellos lugares de donde nunca debieron salir.

Somos ya, por ejemplo, el centro de Europa que más leones ha enviado a reservas y santuarios de África para vivir en libertad. Cada uno de esos leones, algunos de ellos hoy ya adultos, dan verdadero sentido a nuestro centro.

Por otro lado, para aquellos otros animales salvajes pero, adultos y, sobre todo, acostumbrados al ser humano, también buscamos la reubicación pero, desgraciadamente, para ellos sólo es posible la misma en parques zoológicos donde puedan ofrecerles más espacio y mejores condiciones de vida. La libertad, en su caso, constituye un peligro para sus vidas.

Sin embargo, existen también otros muchos animales en nuestro centro, como Cayetana, los mapaches, los puerco espines o, por ejemplo, algunos de nuestros leones -probablemente ya los más viejos del mundo- que, pese a su buen aspecto y a la paz que siempre respiran, desgraciadamente, están tan enfermos y maltrechos que ningún parque ya los quiere. Ellos son, realmente, los que nos definen como «Santuario de Animales», un lugar sagrado donde nos encargamos de que estén bien cuidados hasta el final de sus días.

Así que, como ven, pese a los graves problemas burocráticos, económicos, las amenazas continuas de muerte por parte de todos aquellos que trafican con animales y, sobre todo, la inmensa sensación de soledad e incomprensión que, realidad, siente todo aquel que se dedica a proteger a los animales en un país como España, son muchos a los que cada año, sin prácticamente ninguna ayuda, intentamos ayudar. Ellos son el verdadero corazón del Arca.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda. Más información en: www.fundacionraulmerida.es o www.animalesarcadenoe.com

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