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Cómo desengrasar nuestras arterias

Se anuncia un cataclismo como consecuencia del cambio climático

Hoy voy a hablarle de algo que posiblemente es tan grave como el cambio climático, pero que nos afecta ya, a nuestra generación. Probablemente sepa que los niños norteamericanos van a vivir menos que sus padres, simplemente porque el estilo de vida que llevan es inadecuado: lo son sus dietas y son muy sedentarios; eso lesiona sus arterias y su vida se acorta. Cada vez hay más niños obesos y cada vez hay más niños diabéticos; y así cada vez habrá más adultos con infarto de miocardio, accidentes vasculares cerebrales, daño renal en fase avanzada y muertos precoces. Las enfermedades de las arterias son la primera causa de muerte para hombres y mujeres en los países ricos.

La historia de hoy es la de un suicidio anunciado: ¿Podemos evitar morir de nuestras arterias? En una ocasión les dije que vivimos lo que duran nuestras arterias, y que en vez de preocuparnos de las arrugas o las canas, (que pueden hacernos parecer más viejos, pero que nadie muere por arrugas de la piel), debemos procurar tener limpias las arterias. La pregunta es si es posible hacerlo y cómo. Y la respuesta es afirmativa.

Las arterias son los tubos que llevan la sangre desde el corazón a todos los órganos del cuerpo. Por su sangre va el oxígeno y todos los nutrientes que esos órganos precisan. Desde hace muchos años sabemos que las arterias de los viejos se llenan de grasa (arteriosclerosis, del griego «scleros», duro). La grasa las hace duras y rígidas y ese depósito dificulta el paso de la sangre. La arteriosclerosis dificulta el riego de los órganos y favorece que se lesionen si el paso de sangre se obstruye. Es lo que llamamos la trombosis. La arteriosclerosis es el sustrato de las enfermedades coronarias, (por ejemplo infarto de miocardio), de los accidentes vasculares cerebrales, (o ictus) o de la falta de riego en las piernas, que nos hace parar por el dolor tras dar unos pasos.

La enfermedad empieza muy pronto. Luego hemos aprendido que esta enfermedad empieza mucho antes. Se demostró depósito de grasa en la arteria aorta en gente muy joven, (en autopsias de soldados americanos de unos veinte años muertos en la guerra de Corea). También sabemos que algunas personas están predispuestas a tener arteriosclerosis (son propietarios de genes que lo favorecen), pero la enfermedad se desarrolla con más frecuencia por la influencia de factores del ambiente, como fumar, comer grasas saturadas en exceso, o colesterol, no controlar bien la tensión arterial o el azúcar, ser obeso, etc? y esos factores se pueden controlar. Ello ha propiciado algunas soluciones.

Cambios que nos han ayudado. Unas soluciones han venido por el campo de la información, que ha mejorado: Se tenía a la arteriosclerosis como un proceso degenerativo. Algo semejante a la artrosis de las articulaciones, y en consecuencia con pocas posibilidades de cambio. Hoy sabemos que es un proceso inflamatorio y por ello reversible, que es posible sacar la grasa de las arterias, limpiarlas y aumentar el calibre de su luz para que la sangre circule más fácilmente por ellas.

Otras soluciones han venido del terreno del diagnóstico. Hasta ahora tratábamos de evitar sus complicaciones (los infartos o los ictus), pero hoy tenemos técnicas que permiten conocer si la arteriosclerosis se desarrolla, progresa o regresa. Las primeras fueron las arteriografías. Consisten en introducir un contraste opaco en las arterias que queremos estudiar y comprobar sus bordes y el calibre de la luz. Pero es una técnica agresiva y costosa y su uso se ha limitado a enfermos en que hay cierta evidencia de que ya están dañadas. En los últimos tiempos contamos con otras pruebas no agresivas, como el uso de ultrasonidos que permiten valorar el grosor de las capas de la arteria y saber si hay depósito graso, o el índice tobillo/brazo que registra las presiones arteriales en esas zonas. En vez de esperar al infarto podemos valorar mucho antes si la arteria está dañada. El uso de estas técnicas es aún limitado pero posiblemente en el futuro se amplíe.

Finalmente ha habido avances en el terreno de la terapéutica. Tenemos información o evidencias acerca de que las medidas que son eficaces para evitar que la arteriosclerosis aparezca o facilitar que regrese. Ello incluye acciones sencillas como evitar el tabaco, llevar dietas sanas, controlar el azúcar o la tensión o el uso de medicamentos. Estos cada vez son más, son muy seguros y altamente efectivos; a modo de ejemplo les señalo que recientemente han comercializado una sustancia para bajar el colesterol que llega a reducir un 60% de los niveles iniciales (rosuvastatina) y otro tanto sucede con los medicamentos para tratar la diabetes o la hipertensión .

Pero seamos sensatos. No tiene sentido tratar con química a toda la sociedad. Sería más inteligente «evitar» entrar en la arteriosclerosis que luchar luego para salir de ella. Estoy convencido que necesitamos mejorar nuestra educación sanitaria.

Es decir la mejor solución es implicarnos. Conocida esa realidad, y siendo conscientes que podemos hacerlo, nos corresponde actuar. Yo no le diré que es fácil, pero sí que lo tenemos fácil. Si mantenemos nuestra dieta, que es magnífica, la mediterránea, en la que abundan las frutas, vegetales, pescados y aceite de oliva habremos dado un paso; otro sería el abandonar hábitos inadecuados: por ejemplo el fumar, o el «sillón ball». Abandone la pereza, muévase. Si decide ir al gimnasio, magnífico. Pero no se lo pido, lo que si le aseguro es que no necesita tanto el coche o el ascensor. Pruebe a ir por el periódico andando, redescubra la belleza de caminar por el monte o si puede al borde del mar. Sus arterias son agradecidas y aunque no se lo dirán con palabras, porque no hablan, a lo mejor se lo demuestran con unos años de vida más y vividos con calidad. A usted le toca decidir.

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