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Tempus fugit

Lunes

LA BUENA MUERTE

Aunque se comprenda la reticencia de legisladores y profesionales a admitir discrecionalmente la «muerte digna», parece una obscenidad insoportable inmiscuirse en la decisión de los padres que pretenden evitar sufrimientos a su hija sin esperanza de curación: lo más doloroso para ellos es lo mejor para la niña. Nada que ver con esas víboras que sollozan junto al lecho del moribundo y en el pasillo cuartean su herencia entre regateos carroñeros lamentándose de los progresos de la medicina. En estos casos, una tolerancia relajada sólo serviría para enmascarar el homicidio con una coartada de compasión resignada. En otros, los que todos conocemos de primera mano, pecamos con frecuencia de fariseísmo: cuando el médico sugiere que el anciano casi consumido entre en el quirófano, los familiares suelen negarse sin mezquindad alguna. Comprenden que prolongar la agonía difícilmente puede ser considerado un gesto de cariño y optan por «desenchufar al enfermo», que es como en España se conoce la eutanasia desde las agónicas fotografías del general Franco.

Martes

CUM LAUDE

n estos tiempos en que los bachilleres no distinguen a los reyes magos de los católicos, hay que elogiar a Ximo Puig por la elegancia con que ha especulado sobre el porvenir de Pedro Sánchez, su secretario general. Alguien más rústico hubiese despachado al candidato del PSOE con una de las inagotables muescas del refranero, tal vez «en cien años todos calvos», pero él ha optado por la lírica: «Tempus fugit carpe diem». «El tiempo se nos escapa, goza del momento» es una estoica pero a la vez vitalista reflexión que casa adecuadamente con la efímera trayectoria del político profesional: cualquier batalla puede ser la última. La convicción con que Puig ha expresado el tópico sólo puede deberse a que sospecha de la fugacidad de su propio éxito y ha identificado su circunstancia con la de Sánchez, quien obviamente pasará a ser un despojo si no logra presidir el próximo Gobierno. «A fronte praecipicium a tergo lupi», lo que en palabras que resultarán familiares a cualquier político español puede traducirse como «el precipicio al frente y los lobos detrás».

Miércoles

EL BAILE DE SAN VITO

Si Iceta ha salvado al PSC de la aniquilación bailando un rock como un Freddie Mercury con faja, la vicepresidenta Soraya se ha dicho que el voto con «boogie-woogie» entra y esta noche ha sincronizado las caderas con las de su entrevistador a ritmo funky. La coreografía hubiese recordado lejanamente la de Fiebre del sábado noche de no ser porque los espectadores de la película sabían de antemano que Travolta y su pareja vencerían en el concurso discotequero mientras que los de esta noche intuimos que el PP necesitará todo un repertorio de valses y boleros para sobrevivir a las elecciones de diciembre. De poco valen los fragrantes escorzos y piruetas de la vicepresidenta si De Guindos debe afrontar un tango en Bruselas por culpa de nuestros presupuestos trufados de aguinaldos electorales. Al comisario francés le suenan a milonga, que no se baila, y De Guindos entonces maldice su suerte parafraseando al lánguido Gardel: «Por unas décimas de un noble déficit que justo en la raya afloja al llegar».

Jueves

LA PANDERETA

La Constitución de 1931 definió a España como una «república de trabajadores» y cuando nuestros delegados en la Sociedad de Naciones irrumpieron en la cámara con sus pajaritas y trajes de raya diplomática fueron saludados por el delegado soviético con un sarcástico «aquí llegan los trabajadores españoles». Un siglo más tarde seguimos monopolizando la jocosa atención internacional. Es impensable que los eurodiputados escoceses partidarios de la secesión abandonen la cámara cuando Isabel II inicia su discurso (bien mirado, es mucho más impensable que Isabel II pronuncie un discurso en cualquier cámara que no sea la de los Lores), pero sus colegas españoles carecen de estas reservas mentales: antes de que Felipe VI pudiera ajustar la altura del micrófono, nuestros nacionalistas de alpargata decimonónica han abandonado sus pupitres decorados con banderas que la mayoría de presentes no distingue del código de señales de un buque. Lo han hecho paradójicamente en Estrasburgo, que durante ciento cincuenta años fue alternativamente prusiana y francesa hasta que las fronteras, y su corolario bélico, comenzaron a difuminarse.

Viernes

EL CONCIERTAZO

No sorprenden las embestidas de Ciudadanos contra los conciertos vasco y navarro tratándose de un partido genéticamente belicoso con el nacionalismo y sin escrúpulos tácticos cuando aboga por la devolución de competencias al Estado. Era lógico que el régimen foral, una excrecencia al fin y al cabo de las guerras carlistas que en Bruselas siempre se ha aceptado a regañadientes, se incrustara tarde o temprano como otra cuña en el frágil paquebote que es hoy el PP. Lo llamativo es la postura de un PSOE repentinamente abrazado a la solidaridad fiscal tras una década de «federalismo asimétrico» e hipótesis similares. Una posible explicación sería la de aislar al Gobierno; otra, la de buscar un eslabón entre los barones regionales. Sea como fuere, es apasionante el mensaje remitido al nacionalismo: nosotros tampoco tenemos «líneas rojas». Otro tema es que sea captado en Cataluña, obviamente la destinataria indirecta del mensaje. Por lo pronto, los diputados en quienes Mas tiene depositadas sus posibilidades de supervivencia han exigido como condición previa para investir «a alguien» la declaración de la república catalana. No han mencionado a Mas.

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