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Isidoro, el quiosquero de La Rambla

Isidoro, el quiosquero de La Rambla PEPE SOTO

Llegó a Alicante apenas cumplidos los nueve años. Procedía de Ávila. La muerte de su padre y las miserias de los años sesenta obligaron a su madre a repartir a sus cinco hijos en hospicios: los tres varones en Alicante y las dos muchachas en Alcoy, en la llamada «Gota de la Leche». Auxilio Social se hizo cargo de la criaturas, mientras que la madre zanjaba deudas y acabó con las mercancías almacenadas hasta que, al fin, meses más tarde, consiguió clausurar sin beneficio alguno una pequeña tienda de comestibles que la familia San Sebastián regentaba en la capital abulense.

Libre de deudas y sin una perra gorda en el bolsillo, la madre se encontró con sus hijos en Alicante y pronto encontró acomodo como cocinera en el internado que auspició a sus hijos varones.

La familia salió de la distancia y de la desdicha: posiblemente, tuvo que vivir los peores tiempos de un país que se limitaba a bailar al son de los hitos de un régimen tan totalitario como injusto.

A Isidoro San Sebastián Jiménez le tocó un nuevo destierro: estudiar el Bachillerato en Zaragoza, cerquita de casa: a tan sólo 483 kilómetros por carretera. Dice que en Alicante no había plazas para él. El chaval asistió a las clases en el instituto Sierra de Alcubierre y resistió tres años a trancas y barrancas. Y vuelta a casa tras fracasar en el tercer curso de Bachillerato.

A los 12 años encontró su primer trabajo como botones en la Clínica del Perpetuo Socorro, en Alicante. El muchacho pasaba la jornada haciendo recados de planta en planta. Cinco años más tarde cambió el traje azul marino por un buzo del mismo color, aunque más pálido, como mozo de almacén en una empresa dedicada a la distribución de revistas.

Ya en el mundo de la prensa, de las publicaciones, Isidoro San Sebastián, pasó a atender al público el 1 de agosto de 1975. Hace 40 años. Entró como vendedor en el Kiosco de Fidel García Pérez, situado en La Rambla de Méndez, junto a la esquina de la calle Mayor, donde sigue.

Era el punto de venta más popular de Alicante y de la provincia. Incluso en sus estanterías había ejemplares de prensa extranjera, sobre todo europea. «Además de Fidel, el dueño, llegamos a trabajar hasta cuatro personas en el pequeño quiosco. Abríamos muy temprano y cerrábamos a la medianoche».

Tiempos de bonanza para la prensa escrita, para los distribuidores y para los quiosqueros. «En los años ochenta la venta de periódicos fue un boom. Vendíamos casi diez veces más que ahora, así que tenemos que ofrecer a los clientes golosinas, refrescos, billetes de bonobús y todo lo que nos permiten los ayuntamientos», asegura.

El Kiosco Fidel se fue vaciando de empleados. Tras la muerte del propietario tan sólo quedaron en el puesto de venta Isidoro y Paco, el encargado, ya fallecido.

Finalmente, Isidoro se quedó con el negocio. Fue en 2007. Su esposa, Isabel, y una de sus hijas, le echan una mano en el reparto y en el mostrador. «Creo que las propias editoras de periódicos han provocado el descenso de las ventas porque apuestan más por Internet y, además, ofrecen a sus lectores tabletas o chismes de esos a bajo precio para que puedan informarse», opina Isidoro.

Cuarenta años a pie de calle, metido en cinco metros cuadrados y rodeado de papel. Isidoro es feliz con su trabajo. Se divierte. Ha vendido periódicos a personajes como Raphael, Jorge Sanz, José Luis Sampedro, a los hermanos del grupo Los Morancos a Marta Sánchez y a tantos otros.

Al quiosquero de La Rambla le queda medio año para la jubilación. Duda entre bajar la persiana en febrero o soportar otros años el frío y el calor dentro de un templete desde el que ve cómo pasa el tiempo.

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