Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Construir el futuro

Construir el futuro sergio ferrández

El crecimiento requiere avanzar en la consolidación fiscal para reducir los déficits presupuestarios, no aumentar más la deuda pública en términos de PIB; no incentivar más la demanda interna que eleve el endeudamiento, mejorar la inversión productiva, sostener y conservar los hitos logrados con el esfuerzo de todos, en especial del sector privado, los trabajadores y la clase media. Reducir la enorme brecha de desigualdad entre ricos y pobres, y recuperar la clase media, desaparecida con tantos despidos y bajas salariales.

La vuelta a la normalidad exige corregir conductas políticas, personales e institucionales, comprometer esfuerzos, actuar con tino, reducir desencuentros, aunar sentimientos. En resumen, sumar, no restar ni dividir, y si es posible multiplicar.

En el lento caminar, hemos contado con la ayuda de un fuerte viento de cola que nos ha empujado hacia la recuperación -acciones decididas del BCE, derrumbe de los precios del crudo, bajos tipos de interés, caída del euro-, pero están apareciendo factores externos que pueden dañar nuestra trayectoria, como la desaceleración de países emergentes, -China, Brasil, Mexico, etc.- y el frenazo de los principales países de la UE. Por ello, aunque nuestras expectativas de crecimiento para este 2015 lideran las de las economías avanzadas, como prevé el FMI, no debe descuidarse la vigilia, porque algunos indicadores, como el de la creación de empleo, y la caída del IPC, apuntan a la desaceleración, algo que pone en alerta a los expertos y aterra a los pesimistas, siempre dispuestos a pensar mal.

Aún así, nuestra economía sigue con motores fiables: el irreductible del turismo que no ceja de empujar, y, junto a él, ha renacido de sus cenizas, como Ave Fenix, el sector de la construcción y cuantas actividades satélites rotan a su alrededor, que tras haber alcanzado el punto de inflexión, consiguen ofrecer números positivos: aumentando las ventas tras siete años de penuria; y el número de las hipotecas contratadas, frenando la destrucción de empleo, creando puestos de trabajo por encima de la media de ocupación nacional, y elevando de modo importante el número de afiliaciones a la Seguridad Social, a la vez que se auguran mejores expectativas por el mayor nivel de producción y consumo de cemento, por el número de las solicitudes para el inicio de obras, etc.

La resurrección inmobiliaria ha aparecido tras la reducción del stock inmobiliario; al socaire de viento favorable de los bajos tipos de interés bancario, que, de una parte desincentivan la contratación de depósitos y de otra incentivan la búsqueda de otros productos con mejores expectativas, bajo el resguardo del irregular comportamiento de la Bolsa y la escasa o nula rentabilidad de otras inversiones, el barro y el ladrillo se han convertido en hormigón, acrecentado la inversión institucional en activos inmobiliarios (locales, hoteles, oficinas, centros comerciales, edificios para rehabilitar, solares, etc.), mientras que la demanda de viviendas, también se beneficia de que los bancos hayan abierto, por fin, el grifo del crédito tantos años cerrado.

Pero la recuperación del sector exige mantener una estrecha vigilancia sobre él, para lograr un modelo de crecimiento sostenible sin incurrir en los errores del pasado; para que se derive una positiva creación de empleo que absorba buena parte del numeroso grupo de desempleados jóvenes con escasa formación que cayeron en el paro bajo las ruinas del derrumbe. Y se debe evitar el regreso enfebrecido al pasado, porque apoyarse en los mismos mimbres empleados en el cesto fallido sería suicida. Es lamentable, que poco más se pueda hacer; pero es que la inversión, el desarrollo y la innovación tecnológica han sido olvidados en la austeridad impuesta y nuestro tejido empresarial se sigue sustentando sobre idénticas trama y urdimbre.

En busca del buen valor

Para no incurrir en los graves errores del pasado, deberían las administraciones públicas, como beneficiarias fiscales del maná que supone para ellas la construcción y la vivienda, regular mejor el comportamiento bancario que garanticen adecuadas tasaciones, dación en pago en situaciones probadas de excepción, solvencia de emprendedores, reducido riesgo de los compradores e imprescindible aportación en la compra.

Debería concederse un tratamiento fiscal más favorable a la vivienda del que se otorga a los demás bienes inmuebles; y se debe crear un nuevo valor fiscal que sustituya al valor catastral, por inapropiado, anacrónico, rígido y contrario a la evolución del mercado; porque no ha cumplido con las exigencias mínimas que debería reunir respecto al principio de capacidad económica. Es demencial ver cómo ha crecido, incluso exponencialmente, cuando el mercado se derrumbaba, cómo ha dañado a los contribuyentes que han tenido que soportar sobre sus espaldas el descomunal gasto municipal cuando peor lo estaban pasando, y cómo ha ayudado a arruinar a los promotores con grandes stocks sin salida. Tan flagrante y desleal comportamiento de los ayuntamientos hacia sus ciudadanos, se prueba con solo ver cómo el IBI ha sido el único impuesto -estatal, autonómico o local- cuya recaudación ha crecido pese a la recesión y la crisis, y tan brutalmente, que en el menor de ellos, aumentó el 4,8%.

Además tan desafortunados, inconexos, discriminatorios e injustos valores catastrales producen, otros daños colatelares, al elevar parte de las cuotas en el IRPF, Impuesto de Patrimonio, Plusvalía municipal, Transmisiones Patrimoniales, Actos jurídicos documentados, Sucesiones y Donaciones. Así que no debería perderse ni un minuto más, una vez que el tiovivo electoral finiquite, en desmantelar el chiringuito que tiene montado el conjunto del fisco español con el empleo de este mal sombrajo en su propio beneficio y en perjuicio de sus titulares. No en vano, el 90% del ahorro de los españoles está depositado en el ladrillo. Así que para ganar votos y lograr equidad, se debería garantizar la muerte del valor catastral y procurar una justa reforma de la Hacienda local.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats