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1. ¿Cómo me gustaría que fuera mi médico? El médico ideal

Lo que los norteamericanos quieren de su médico. He leído que en Estados Unidos, país con sistemas sanitarios muy diferentes del nuestro, han analizado el tema y han llegado a la conclusión de que los americanos quieren que su médico sea: «able» (es decir bien formado, competente), «afable» (simpático o capaz de entenderle y ponerse en su situación, meterse en sus zapatos, lo que llamamos empático e interesarse por sus problemas) y «available» (que esté disponible para cuando se le precisa).

Busquemos rasgos comunes. Imagino que en nuestro país las respuestas podrían ser parecidas. No obstante, aceptemos que existe un amplio abanico de deseos según el modelo de práctica clínica y el problema de salud que se trate. Para ciertas especialidades, por ejemplo en Oncología, la atención a enfermos con tumores malignos se demanda mucha empatía, es decir, que el médico se meta en la piel, o los zapatos, de un enfermo al que se le va a etiquetar de una enfermedad seria, y que con frecuencia necesitará un tratamiento y seguimiento largo y casi siempre con incomodidades o limitaciones. Supongo que más empatía que para arreglar un hueso roto (Traumatología), aunque en ambos casos la empatía es bienvenida y en ambas situaciones se quiere competencia. En la medicina privada el trato suele ser más personalizado que en la pública, ya que hay un factor de elección mayor y la relación se realiza en un ambiente de mayor confort y respeto mutuo.

La peculiaridad. Es difícil resumir los rasgos del médico ideal, o lo que los enfermos, con muy distintos padecimientos, o sus familiares, cada uno distinto y con sus rasgos particulares, o priorizan como lo más necesario, lo mejor; pero algo que probablemente todos los enfermos y familiares demandan es médicos humanos y empáticos capaces de meterse en la piel o los zapatos del enfermo, que sean cuidadosos, que sean respetuosos, francos y que ofrezcan mucha información y la den con palabras sencillas o por escrito, referida a lo que es la enfermedad, qué se puede hacer para evitarla o aportar soluciones cuando está presente para curar o mejorar, como seguirla o controlar su evolución y cuál es su pronóstico. En la práctica médica en el sector público el médico tiene limitantes importantes en sus actuaciones; uno de los más evidentes es la limitación en el tiempo de atención. Así, la mayoría de los galenos se orientan al diagnóstico de la enfermedad y/o su tratamiento, y la información/formación de los enfermos o los familiares se descuida. Se hace poco. Hace 50 años, nuestros médicos tenían unos conocimientos científicos limitados, pues medicina que podíamos llamar científica estaba naciendo. Sin embargo esos profesionales eran muy bien valorados en los hogares españoles. ¿Saben por qué? Porque puntuaban muy alto en cualidades o valores humanos.

Pero cada uno tiene sus preferencias. Les comento una anécdota personal. Hace años atendí a una enferma sueca, a la que diagnostiqué de un cáncer de mama extendido, y a la vez una tuberculosis pulmonar abierta. El pronóstico era malo. Yo le pregunté cual eran sus deseos para el futuro inmediato, y me dijo: Ustedes, los médicos españoles, son muy amables, cariñosos... y en ese momento en Estocolmo están a 5º bajo cero. Ni que decir tiene que su decisión fue tratarse aquí. En ese momento lo que valoró no fueron los aparatos o la ciencia o capacidades profesionales sino ciertos rasgos humanos del médico y el clima. Iniciamos el tratamiento, y como era previsible fracasó. Pocos meses después fallecía.

¿Cómo mejorar? El enfermo o su familia captan fácilmente en el médico si va apresurado, está cansado, preocupado o desinteresado. Lo comunicamos sin palabras y ello no ayuda en nuestra relación. Qué maravilloso sería que las unidades de Recursos humanos felicitaran a los profesionales y/o hubiera un sistema que agradeciera o premiara sus actuaciones, y en cualquier caso evitara las frecuentísimas situaciones de precariedad. Pero los enfermos y/o sus familiares deben saber que motiva más una palabra de agradecimiento o felicitación que diez demandas; y a la vez los profesionales sanitarios deben saber que son ellos los únicos que pueden cambiar, y no dejarse ir por problemas del entorno. Depende de ellos su automotivación y acrecentarla permite obtener mejores resultados. Imagino que todos sabemos que los supuestos incentivos oficiales no incentivan a nadie.

La mediación. El tema es relevante ya que cada vez hay más problemas en la relación entre enfermos y sanitarios (médicos), lo que ha favorecido la creación de infinitas unidades de atención al paciente. Su misión fundamental es informar a enfermos o familiares, pero también tratan de mediar en supuestas situaciones de mala práctica, atienden las quejas de los usuarios (eufemismo con el que se conoce a los enfermos). En otras ocasiones la relación es tan problemática que acaba en una demanda que se resolverá en un juzgado. Y, como situación intermedia, los Colegios de Médicos tienen comisiones.

Para resumir brevemente yo concluiría que lo que los enfermos más desean es tener un médico con potentes cualidades humanas: empatía, compasión e incluso amor. Y lo mas duro es aceptar que esos valores difícilmente se adquieren en las aulas de una Universidad. Si acaso se contagian cuando los estudiantes, futuros médicos, se integran en la realidad de la practica médica en un hospital o centro de salud. Y lo penoso es que esas actuaciones no suelen ser motivo de preocupación de los dirigentes/ responsables universitarios.

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