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La humanidad de los animales

La diferencia entre hombres y animales es que ellos nos respetan pero nosotros a ellos no

La humanidad de los animales

El mayor enemigo del orangután es el mismo, por su infinito respeto por el prójimo, su civismo y su humanidad. Esos valores inquebrantables en los orangutanes que viven en libertad serán los que, finalmente, acaben con todos ellos en un mundo en el que, ya, el egoísmo es el rey.

Los humanos invadimos su espacio, quemamos sus tierras, arrasamos sus casas talando los árboles en los que viven y los capturamos para matarlos como trofeos. Por increíble que parezca, en algunos lugares del mundo, aún hoy en día, se siguen pagando fortunas por sus manos para, simplemente, usarlas después como cenicero. Y no sólo ocurre con ellos, las de los chimpancés y gorilas, corren la misma suerte.

Todos están en peligro de extinción pero, ya está escrito que, el primero que se marchará del planeta será el orangután. Mientras tanto seguirán sufriendo vejaciones de todo tipo, hasta hay denuncias interpuestas por ONGS que trabajan en Sumatra y Borneo, donde viven estos animales, y que relatan cómo son capturadas las hembras y, tras ser atadas con cadenas, son violadas una y otra vez en prostíbulos de la zona.

Como he comentado en otros artículos, todo vale para maltratar y humillar a un animal que se entrega a su suerte sin oponer gran resistencia. Pacífico en libertad por principios y naturaleza, pese a su inmensa fuerza, evita peleas y conflictos huyendo siempre de cualquier enfrentamiento. Por ejemplo, jamás invade el territorio de otro orangután. Si los árboles donde duerme arden o son destruidos, si su comida se acaba o se la llevan, prefiere morir de hambre antes que adentrarse en territorio ajeno y molestar a otro orangután. Sus principios se lo prohíben.

Por eso, el hombre propone castigando su entorno, destruyendo su hábitat, realizando cazas y capturas ilegales. Y él dispone, simplemente, dejándose morir de pena.

Y, así, se está acabando la leyenda de aquellos humanos peludos, de mirada profunda y grandes brazos que, hartos de la poca ética de los otros humanos racionales y ante el temor de que éstos quisieran esclavizarlos, decidieron marcharse a vivir sobre los árboles y huir de ellos. Por eso, orangután significa en la lengua de los indígenas «hombre de los bosques» porque, en realidad, la humanidad de estos animales como la de muchos otros, supera ampliamente a la de algunos a los que malamente llamamos hombres.

Sur de Australia. 12 horas. Parque para la conservación de animales. Recinto de orangutanes. Aquella mañana Karta, una oraguntán hembra, decidió poner en marcha el plan que tantas veces había pensado.

Cogió cuidadosamente una rama que, según los cuidadores, había separado del resto y guardado celosamente durante días. Miró a un lado, miró al otro y, de pronto, sin más, la lanzó con fuerza contra el pastor eléctrico que rodeaba su jaula. El personal del centro no podía creer lo que estaba viendo.

Karta había conseguido su propósito. Con su acción había salvado el primer obstáculo que le separaba del exterior. La rama había causado un cortocircuito en el sistema y acababa de dejar inservible la valla electrificada que rodeaba su recinto.

No fue una casualidad, Karta sabía perfectamente lo que hacía. Días antes unos electricistas de mantenimiento habían realizado pruebas en el sistema. Ella había observado minuciosamente cada movimiento de los mismos, pero sobre todo, como usaban una y otra vez, un medidor de corriente con el que interrumpían el circuito eléctrico dejando inservible el sistema.

El resto era fácil de imaginar. Debían haber sabido aquellos operarios que los orangutanes son capaces de fabricar herramientas y, sobre todo, de usarlas si hace falta y, así, aquella orangután sólo tuvo que sustituir el aparato usado por los operarios por otro igual de efectivo que interrumpiera la corriente.

¿Cómo llegó a saber que aquella rama cumpliría la función deseada? No lo sabemos. Lo que sí conocemos es la inteligencia y la fuerza que tienen. Quizás, por eso, cuando los cuidadores vieron inutilizado el sistema de seguridad pensaron que Karta, sin muchas dificultades, subiría la valla y que, acto seguido, se escaparía sin remedio. Acertaron y se equivocaron a la vez.

Sí, Karta subió hasta arriba del todo y se encaramó a lo más alto pero, cuando lo hizo, no huyó. Repasó visualmente cada detalle del parque, escudriñó cada recinto y, tras ello, decepcionada, volvió de nuevo a su jaula.

Todos se extrañaron. ¿Por qué no había huido? Entonces, uno de los trabajadores recordó algo terrible que había sucedido días antes y que, sin saberlo, había provocado todo aquel incidente.

Karta vivía junto a Pusung, otro orangután igual que ella que, días antes, había caído enfermo. El animal fue sacado del recinto y trasladado al hospital veterinario del parque donde, finalmente, con 31 años, falleció por una infección respiratoria.

Sin embargo, su compañera, lejos de olvidarlo, lo echaba cada vez más y más de menos, así que aquella mañana, envuelta en una profunda tristeza y melancolía, Karta había decidido saber donde había sido trasladado su amigo por si era algún recinto cercano y podía nuevamente reunirse con él.

Pero su plan fracasó. No vio a su amigo e intuyó que jamás volvería a verlo por lo que decidió bajar lentamente y poner fin a su aventura.

Recientemente, uno de los veterinarios del centro relató la experiencia que aquí recojo en unas jornadas celebradas sobre la inteligencia animal. Tras terminar su intervención, otros cuidadores de centros de todo el mundo se animaron a compartir también sus vivencias e historias con los orangutanes. Y cuentan los que allí estaban que, tras acabar la sesión, todos salieron emocionados y convencidos de que, sin duda, detrás de cada uno de esos animales, hay un universo de sentimientos, de pensamientos y, sobre todo, de humanidad, una inmensa humanidad.

Nota: En el Arca de Noé rescatamos aquellos animales salvajes que necesitan ayuda www.fundacionraulmerida.es o www.animalesarcadenoe.com

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