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Retratos urbanos

La familia de Tono Marín Chacón

La familia de Tono Marín Chacón PEPE SOTO

«Te quiero, Tono». Así cerró Luisa Martínez su pequeño discurso el jueves en la inauguración de la muestra de 73 fotografías de su marido colgadas por la sala de exposición de la Diputación Provincial. La viuda hizo un breve repaso sobre su esposo, su obra y su forma de ser.

La familia de Marín Chacón volvió a encontrase con amigos en torno a imágenes que Tono captó entre finales de los años sesenta y el 28 de diciembre de 1997. Tenía 61 años. Antes de marcharse dejó un buen trabajó: estancias más o menos rancias, pero exactas.

Estudió Derecho en Murcia al tiempo que trabajaba en la Caja de Ahorros del Sureste. Y temprano, al licenciarse, se casó con Luisa. Pronto apareció su primer contacto con la fotografía: tras el nacimiento de Ana, la hija mayor de la pareja.

«A Tono no le gustaban las fotos que hacían en los estudios y empezó a fotografiar a Ana, a todas nuestras hijas y a todo lo que le gustaba», asegura Luisa.

Entró tarde en la fotografía y se obsesionó con lo que podía conseguir aquel mecano por el que miraba. Sus primeros trabajos, enclavados en el género artístico, fueron collages en los que entremezclaba gaviotas con gentes de aquí y de allá sutilmente recortadas.

Tono se quedó con la gente. Y devolvió las aves al espacio. Siempre con dos jornadas a sus espaldas: como director de inversiones hasta la hora de la cerveza y un hombre serio, creativo y bohemio en lo que restaba del día, sábados por la tarde y festivos. Tertulias hasta el alba, siempre cámara en ristre. La cámara se apoderó de un buen trozo de Tono.

Siempre atento, empezó a contar las mejores historias de Alicante, su ciudad, y de todos aquellos lugares que recorría. Y se encontró ante sus narices el cambio político en forma de tensiones, manifestaciones, policías, pancartas, fascistas, rojos y rosados: la libertad estaba a la vuelta de la esquina, una vez finalizados los disturbios y se sentaran algunos dirigentes para ordenar la timba.

Gran trabajo entre 1974 Y 1982, que queda salvaguardado en el libro «Imágenes de la Transición Política en Alicante», editado por el Ayuntamiento en 1990 en el estanque de celebraciones del V Centenario de la Ciudad.

Tono narró aquellos tiempos de vino y rosas como un fotoperiodista más. Armó un catálogo de nostalgias de aroma a democracia en medios tonos de grises. Siguió todos los actos con esmero, con pasión, sin perder la mirada en ningún momento. Él, Perfecto Arjones y Ángel García inmortalizaron aquellos ratos de nuestras vidas.

Después de las primeras elecciones democráticas, Tono Marín Chacón volvió con sus cámaras a su gente, con su familia resguardada, a retratar a niños correteando por el Casco Antiguo, a viejos y viejas sentados en sus portales esperando su hora, a captar las miradas y los gestos de las personas durante escenificaciones tradicionales como la Semana Santa, los Moros y los Cristianos, Les Fogueres, los carnavales y todo aquello fuera de lo normal. Fotografió a personajes callejeros, a galanes nocturnos, a buscavidas, a macarras y a sus fulanas. Y también a sus amistades. De lo marginal a lo amado.

Tras su muerte, el Instituto de Cultura Juan Gil Albert publicó «Una mirada mediterránea», una exposición de sus mejores trabajos impresa sobre papel. Vitalista y renovador, nos ha dejado una magnífica herencia: fotos que nos dicen cómo éramos y que ahora tal vez ya sepamos hasta dónde hemos ido.

La familia de Tono Marín Chacón ahí sigue: las cinco mujeres emocionadas y dispuestas a mover más cajones del cuartito del fotógrafo para mostrar a todos -en especial a sus seis nietos- lo que este hombre captó en su retina y almacenó en películas de 35 milímetros.

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