España ya no es el farolillo rojo de la Unión Europea, el enfermo del que todos deben preocuparse. Las duras reformas emprendidas para ganar competitividad, la buena marcha del sector turístico y de las exportaciones y, en los últimos meses, la reactivación de la demanda interna permitirán que el país cierre este año con un crecimiento del 1,4% de su PIB, uno de los más elevados de todo el continente, como el Gobierno se encarga de recordar. El gran problema es que, al menos de momento, la recuperación que reflejan las grandes cifras todavía no alcanza a buena parte de las familias, que llegarán a las campanadas más empobrecidas, con empleos de peor calidad y con la sensación de que su crisis particular seguirá durante bastante tiempo.

El contraste no puede ser mayor. Mientras los beneficios empresariales ya reflejan claramente el ciclo ascendente y, de acuerdo con la Central de Balances del Banco de España, aumentaron una media del 62% hasta el pasado mes de septiembre, los salarios siguen cayendo a un ritmo similar al de ejercicios anteriores. La pérdida de poder adquisitivo es especialmente sangrante para aquellos que se incorporan ahora al mercado laboral o para quienes tienen que buscar un nuevo empleo tras haber sido despedidos.

El sueldo medio al que pueden aspirar es un 35% inferior al que se pagaba antes de la crisis, y en el caso de los jóvenes los salarios que les ofrecen han retrocedido hasta niveles del año 1990, de acuerdo con una investigación de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea), de la que se hacía eco este diario el pasado mes de octubre. Los que han tenido la suerte de seguir en su puesto de trabajo tampoco se libran: acumulan una caída de su poder adquisitivo superior al 11%.

En el terreno laboral, el año 2014 también ha sido el de la consolidación del fenómeno de los «minijobs» en España y, aún con más fuerza, en la provincia. Empleos a tiempo parcial que permiten a las empresas cubrir sus aumentos de demanda sin incurrir en grandes gastos pero que a los trabajadores apenas les dan para sobrevivir. Hasta el 44,5% de todos los contratos suscritos a lo largo de este año en Alicante fueron por horas, un 13,16% más que en el ejercicio precedente. Además, el aumento se produjo sin distinción tanto en los contratos indefinidos, como en los temporales.

La buena noticia es que, aunque sea a base de precariedad y de salarios misérrimos, este año será el primer en mucho tiempo que acabará con un aumento significativo de la ocupación. La Seguridad Social registraba al cierre del pasado noviembre 23.787 afiliados más en la provincia que en la misma fecha de 2013 y en total ya hay más de 550.000 alicantinos trabajando. Una cifra muy alejada de los más de 700.000 que había antes del estallido de la burbuja inmobiliaria pero que supone todo un punto de inflexión.

Eso sí, la evolución a lo largo del año indica que la provincia está volviendo a sus vicios de siempre, en los que la temporada turística marca el ritmo de la ocupación, con un fuerte repunte en los meses previos al verano y un desplome del empleo en los posteriores. Una tendencia pendular acentuada todavía más debido a que el hundimiento del ladrillo ha provocado que hasta un 74,5% del empleo en Alicante dependa del sector servicios.

En cualquier caso, todavía quedan más de 216.000 alicantinos desempleados y la mayoría de ellos ya no recibe ningún tipo de ayudas.

Diálogo social

El año 2014 también se recordará por la vuelta del diálogo social entre el Gobierno y los agentes sociales, tras los estragos que causó la aprobación de la reforma laboral y del nuevo método de cálculo de las pensiones en los ejercicios anteriores. El principal fruto de este nuevo clima fue el acuerdo para la creación de un nuevo subsidio de 426 euros para los desempleados de larga duración con cargas familiares, que beneficiará a unas 450.000 familias en todas España y, al menos, 15.000 en Alicante.

En este terreno también es muy significativa, por las consecuencias que tendrá para miles de trabajadores, la reciente sentencia del Tribunal Supremo enmendando la citada reforma laboral al dictaminar que los asalariados deben mantener todos sus derechos y condiciones laborales aunque el convenio colectivo caduque.

En el apartado de reformas, este año le ha tocado el turno al sistema tributario, que el Gobierno ha modificado con la intención de que los ciudadanos dispongan de más dinero en el bolsillo para gastar y reactivar la demanda interna. Sus efectos empezarán a notarse a partir del 1 de enero y, mientras que el ministro Montoro asegura que ahorrará unos 9.000 millones a los contribuyentes en los próximos dos años, sus detractores sostienen que, simplemente, revertirá la subida que decretó el Ejecutivo de Mariano Rajoy tras su llegada al poder en 2011.

Su principal novedad es que reduce de siete a cinco los tramos impositivos, fijando el gravamen mínimo a partir de 2016 en el 19%, frente al 24,75% actual, y el máximo estatal en el 45% frente al 52% actual.

El fantasma de la deflación

Este año los españoles también se han tenido que habituar a una nueva palabra, la deflación. O, lo que es lo mismo, una posible caída continuada de los precios que se ha convertido en una de las mayores amenazas para la recuperación económica. De momento, el IPC ya acumula cinco meses consecutivos en negativo, aunque el Gobierno niega que se trate del citado fenómeno de la deflación y lo atribuye a la fuerte caída que ha experimentado el precio del petróleo.

Por el contrario, desde el Ejecutivo creen que el desplome del crudo, que ha perdido la mitad de su valor desde el verano, ayudará a que las familias tengan más liquidez al abaratar el precio de los carburantes. Desde de principios de año el descenso medio en el gasoil ya ronda el 20% en la provincia y un buen número de estaciones de servicio ya roza el euro por litro.

Sin embargo, la otra cara de la moneda de este abaratamiento del petróleo es el hundimiento de la economía de los países productores y, en especial, de Rusia, que se había convertido en una importante fuente de turistas y de compradores de segundas residencias en la provincia, y también en un mercado emergente para las exportaciones alicantinas.

Sin embargo, el «sueño ruso» de los empresarios alicantinos empezó a truncarse ya en agosto, cuando el Kremlin vetó la entrada de productos agroalimentarios de la UE en respuesta a las saciones que Bruselas impuso a Rusia por la anexión de Crimea. El posterior desplome del rublo acabó por sentenciar la situación.

Auge exportador

A pesar del tropiezo ruso, en 2014 continuó la buena racha de las exportaciones alicantinas, que hasta noviembre acumulaban un incremento del 7,6% con respecto a 2013, y van camino de marcar un nuevo récord. Sin embargo, la cara negativa es que casi todo el aumento se debe al tirón del calzado, auténtico motor del sector exterior de la provincia.

Por su parte, el turismo volvió a desmarcarse como el sector que mejor se ha adaptado a la crisis y, aunque el verano no alcanzó las expectativas que se habían formado los empresarios tras una Semana Santa excepcional, dejó datos de ocupación muy relevantes.

Al mismo tiempo, el mercado inmobiliario encadenó su segundo ejercicio al alza gracias a las ventas de segundas residencias a extranjeros que, además, también favorecieron un repunte del 40% en la construcción de nuevas viviendas. Por primera vez desde la llegada de la crisis, el sector generó empleo en lugar de destruirlo.

En cuanto al sector financiero, la banca da ya por superada la crisis con un incremento de sus beneficios de más del 11%. La mejora de los balances también está permitiendo que el crédito vuelva a fluir aunque se trata de una reactivación selectiva, que se dirige casi exclusivamente a aquellas empresas que presentan los mejores números.

Y, mientras las empresas del Ibex acumulaban hasta septiembre unos beneficios de más de 22.000 millones, que superaban en un 8,3% a los de 2013, muchas pymes siguen luchando por sobrevivir. Su futuro y, por tanto, el de la mayoría de la economía, dependerá de si la reactivación de la demanda interna es lo suficientemente intensa o si la recuperación se sigue centrando en las grandes compañías.