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El nuevo lenguaje del fotoperiodismo

El reporterismo gráfico investiga el formato multimedia como un género en alza para contar historias sin perder la esencia de la fotografía tradicional

Surrender, retratos desde el foso JOSE NAVARRO

El fotoperiodista también se busca a sí mismo en la era digital. Si cualquiera puede hacer buenas fotos y difundirlas gracias a la tecnología y las redes sociales, si la voracidad de la sociedad de la información ha convertido a la imagen en su consumible más efímero, si el valor del trabajo de los reporteros gráficos pierde definición no solo para la sociedad sino también para los propios profesionales del periodismo cuando proliferan los blogs y cierran periódicos y revistas, ¿cuál es el sentido del oficio de retratar con imágenes la actualidad? En la búsqueda de respuestas que tantos gremios tradicionales han iniciado en los últimos años, los fotoperiodistas han explorado nuevas opciones y formatos para adaptar su qué, contar historias, al hoy. Y una de ellas parece haber calado mejor que ninguna otra modalidad a las demandas de profesionales y audiencia. El multimedia, un género que combina fotografía, texto, vídeo y elementos de audio como música, entrevistas o sonido ambiente, empieza a conquistar espacios en medios de referencia mundial como The New York Times o The Guardian y a justificar la existencia de un mercado laboral especializado. Desde hace cuatro años, los reportajes audiovisuales tienen una categoría propia en el World Press Photo, el concurso más importante a escala internacional de fotoperiodismo.

La clave del éxito de estas piezas, en esencia un pase de diapositivas de corta duración en los que los elementos audiovisuales tienen un papel auxiliar, es que se adapta a la modernidad. Encapsular un reportaje en dos decenas de imágenes que se suceden en tres minutos genera una píldora informativa perfecta para el ritmo nervioso de la web. Y fuera de criterios comerciales, el multimedia permite al reportero usar todos los recursos de una cámara réflex para capturar lo que ve de manera transversal, además de ser el editor único de su visión sobre el tema estudiado. «Hay que darle a la gente la máxima calidad periodística concentrada en el mínimo tiempo posible. Sobre todo en esta sociedad tan acostumbrada a la imagen y con periodos de atención a texto escrito tan cortos».

La reflexión es de Vicente Plaza, autor de uno de los reportajes que componen la proyección de 20 multimedias elaborados por alumnos del Curso de Fotoperiodismo, patrocinado por la Concejalía de Juventud y la Agencia Local de Desarrollo e impartido en el centro de estudios l'Espai, que acoge mañana el Club Información. El profesor del programa, coordinador de la muestra y jefe de Fotografía en INFORMACIÓN, Rafa Arjones, cree que este formato «cuenta historias con un lenguaje sencillo y digerible», basado en la fotografía pero que «cuenta con un gran valor añadido».

En la exhibición de este nuevo género periodístico se proyectarán los audiovisuales elaborados por los alumnos del curso y otras piezas firmadas por profesores invitados -algunos de ellos también fotógrafos de este periódico-. Entre los estudiantes hay reporteros profesionales, estudiantes de Periodismo y aficionados a la fotografía de diversa formación.

Es el caso de Plaza, un joven arquitecto alicantino que se ha involucrado en el oficio de contar historias. Pescadores, su retrato del «trabajo en la mar y su inmensa dureza», ha recibido el premio al mejor multimedia en el certamen ruso Photovisa, un influyente concurso de fotografía en Europa. Desde Azerbaiyán, explica por mail que su trabajo muestra las dificultades, pero también «el carácter solidario de los pescadores y el ambiente con el que se convive en el barco». «He visto pescadores sin dedos y con caras desgastadas por el sol, viento y mar que cobran cuatro duros, y a la vez cuando vas a la lonja, observas como los intermediarios de bata blanca compran el pescado en una hora y se llevan todo el beneficio pulsando el botón de las pujas. Me hubiese gustado incluir en el reportaje algo de crítica hacia este otro mundo», asegura. El multimedia, quizá como contrapartida a su accesibilidad, padece más las severas imitaciones de espacio de los formatos informativos, por lo que requiere mucha capacidad de síntesis.

Sin Rostro, 28 fotografías reforzadas por cuatro vídeos, es un producto del curso que ha tenido aplauso en el circuito de fotorreporteros. El reflejo de Carolina Escalante de la rutina de las prostitutas de la capital alicantina fue destacado entre los presentados al XIV Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín. La reportera reunió material gráfico y audio en una decena de salidas a las carreteras de Dénia y de Elche, tras haber contactado previamente con algunas de ellas. «Algunas me dejaban hacer fotos de cuerpo y otras no. No sacarles la cara era adaptarse o morir, pero al final me di cuenta de lo que significaba. Sería el punto de partida de la historia», cuenta Escalante. Antes de acercarse a conocerlas, las mujeres anónimas que venden sexo en la cuneta de la ciudad no eran para ella más que una parte del paisaje urbano. Algo lejano y difuso, difícil de sentir cerca, que cuando empieza a cobrar formar es necesario congelar en imágenes.

El fotoperiodismo debe ser impacto. Un gancho en la mandíbula del espectador, el inevitable guantazo de una realidad paralela a la suya que no puede o no quiere ver. El multimedia es la violencia visual ordenada de siempre contada de forma distinta. Pero las reglas son las mismas y los golpes bajos, sensacionalismo y manipulación de la realidad que se presenta como auténtica, tienen penalización.

Rafa Meertens ha cuidado que esto no ocurra en Mi techo es azul, donde para retratar la indigencia desprovisto de los enfoques habituales se introduce en ella hasta la intimidad. El alumno del curso fotografía la parte de la vida que no se ve de dos mendigos de Alicante: cómo se bañan en la playa, cómo se afeitan con un espejo roto entre piedras, cómo se relacionan entre ellos y con los perros que les hacen compañía. Las diapositivas de este audiovisual, que se proyectará también en la muestra, logran transmitir ternura y esperanza bajo la costra de la pobreza. A martillazos, a golpes de fotografía en blanco y negro.

Los montajes de los fotoperiodistas funcionan como pequeñas películas sobre los problemas que los periódicos a veces sólo pueden enunciar en titulares. El trabajo El Raso, una vida a dos velocidades que presenta José Carlos Sánchez, sirve de pequeño muestrario de las capacidades del formato multimedia al servicio de la denuncia social: el vídeo se reparte con la imagen fija el protagonismo; el texto -titulares de diarios- documenta y el sonido ambiente -chicharras al sol- aporta el contexto asfixiante de la realidad que se quiere plasmar: el terreno urbanizado de la partida de El Raso en Guardamar del Segura sigue esperando a que se construyan casas mientras la maleza ya cubre los viales y las farolas de este proyecto de macrourbanización olvidado.

Los abusos urbanísticos y el ultraje medioambiental que vino con el boom inmobiliario son temas que ocupan muchos de los audiovisuales de la proyección. Belleza ultrajada, que firma el fotoperiodista Ángel García Catalá, es una documentada exposición del estado de las sierras, parajes y litorales de la provincia que han sufrido los desmanes urbanísticos durante años. Con imágenes desgarradoras -la que acompaña a este reportaje muestra una excavadora horadando las colinas en Altea Hills y la ironía que descubre el autor en la venta de suelo público para proyectos privados: «utilizan como reclamo publicitario el topónimo de la sierra o valle que han devorado»-, Catalá, fotógrafo invitado a dar una clase al curso, resume cinco años «adentrándome en las maltrechas intimidades de la provincia de Alicante» en este multimedia. Se proyectará también mañana en el Club INFORMACIÓN.

Hay más causas verdes en forma de fotodenuncia. El camarógrafo y fotoreportero en formación Javier Marco usa todos los recursos del periodismo televisivo -entrevistas y planos secuencia- para dar mayor dramatismo a las imágenes congeladas durante cinco segundos que cuentan la pelea de los vecinos de El Fondet de la Senieta ilicitano para evitar la construcción de 700 viviendas y un hotel de lujo en este humedal. También en esta categoría temática se encuentra el trabajo de la alumna María del Mar Gómez sobre el resultado de años de vertidos mineros en la bahía del pueblo murciano de Portmán.

El reportaje sirve en muchas ocasiones para exaltar pequeñas historias personales. Con la ayuda del tiempo y de la luz, el fotógrafo es capaz de comunicar la relevancia que ha percibido en la actividad de una vida anónima, en un esfuerzo diario insignificante para el mundo, que, como dice el proverbio, supone el mundo para sus protagonistas. Muchos de los trabajos que se presentan en el auditorio del Club tratan de explicar por qué algunas personas dedican su tiempo de calidad a practicar deportes o aficiones. En estos multimedia la música es la expresión facial del narrador, el tono que vehicula el mensaje. En el conjunto de la muestra -donde hay trabajos con más calidad que otros por la diferente preparación de los alumnos- se comprueba cómo el audio «puede ser un elemento que te ayuda a transmitir el mensaje» y también cómo puede malograr el mensaje «si están mal elegidos», como cuenta el cámara y reportero Javier Marco.

Capoeira Aboliçao, un modo de vida es el audiovisual de Antonio García sobre una escuela alicantina de este arte marcial originario de África y sobre la figura de su profesor, Onça Preta. Trata la música como un personaje más en la narración, no como mero adorno, y se esfuerza en traducir a imágenes, sobre todo a retratos, el carácter de esta disciplina de combate. «Era fácil quedarse con la parte espectacular, con los bailes y las patadas en el aire, pero la capoeira es mucho más que eso. He querido dar un paso atrás para distanciarme y ver la escena completa», cuenta el joven fotógrafo.

A menudo las acciones de los protagonistas son más elocuentes que sus explicaciones. La palabra ache, la energía inexplicable que según el maestro de capoeira se crea entre los músicos y los que se enfrentan en un baile, serviría al chico que protagoniza el trabajo de la estudiante Aitana Alés para definir cómo se siente sobre su monopatín. «Si no fuera por esto estaría tirado en un parque sin hacer nada, y todos los días... Monotonía. Gracias al patín he conocido a gente que me apoya. Me siento libre» cuenta el joven que da voz al grupo de skaters alicantinos que fotografía este reportaje gráfico de trasfondo casi social montado con ritmos hip hop.

Mención especial merecen también En la memoria, de Teresa Compañy, quien captura a corazón abierto la vida de un enfermo de alzheimer; el contextualizado reportaje de Pablo Coello sobre la Peña de Amigos del Tango y el estudiado retrato del creador plástico que realiza Jorge Rubio en Arte.

La proyección cubre otros fenómenos de actualidad. Miguel Uliarte retrata un club de practicantes de crossfit; J. Javier Román aporta su visión personal del alicantinismo; Sergio Soler Vila muestra el mundo del airsoft, un juego y deporte de estrategia militar con tirón en la provincia; Raquel Pérez Corredor se fija en los motivos de los escaladores -con un enfoque distinto al que hace el profesor Manuel R. Sala en su audiovisual invitado sobre el mismo tema-; Manuel Martín Albo captura las salidas de un club de ciclistas; Cristina Gosálvez aporta un testimonio en primera persona sobre el mundo de las Hogueras; Mar Olcina Loro fotografía la rutina de una patinadora subcampeona de Europa; Verónica Lillo señala los peligros de la vía férrea de San Gabriel y David Aguilera se sube al barco de los remolcadores del puerto para fijar en instantes el trabajo de los amarradores. Una buena muestra de este nuevo lenguaje del Periodismo para seguir contando historias.

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