Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El sector agroalimentario tira del carro

El auge de las exportaciones, las marcas blancas y la demanda de las cadenas de supermercados locales permiten a la industria de la alimentación mantener su volumen de negocio y limitar la pérdida de empleo durante la crisis económica

El sector agroalimentario tira del carro

No es que la crisis haya pasado de largo por él -que no lo ha hecho- pero, sin duda, el sector agroalimentario es uno de los que mejor ha sabido plantar cara a la recesión y adaptarse a las nuevas circunstancias económicas. Los datos son rotundos. Mientras que el conjunto de la industria de la Comunidad Valenciana perdía hasta el 16% de su facturación y casi un tercio de todos sus empleos sólo durante los cinco primeros años del cambio de ciclo; el negocio de la alimentación y las bebidas lograba mantener e, incluso, incrementar su volumen de ventas y tan sólo necesitaba reducir un 9% su plantilla, según las últimas cifras oficiales del Instituto Nacional de Estadística.

Todo un contraste que desde el propio sector justifican por el carácter anticíclico de su naturaleza -los consumidores necesitan alimentarse con independencia del momento económico-, pero también por la vocación exportadora de una gran parte de las firmas que lo componen, el tirón de las cadenas de supermercados locales -con la todopoderosa Mercadona a la cabeza-, y la capacidad de adaptación de las compañías.

«Está claro que al producir bienes que son de primera necesidad y de los que siempre hay demanda no dependemos tanto del ciclo económico como otros sectores, y eso en momentos de crisis es una ventaja», explica el secretario general de la Federación Empresarial de Agroalimentación de la Comunidad Valenciana (Fedacova), Sergio Barona. No obstante, eso no significa que las firmas no se hayan visto obligadas a realizar importantes esfuerzos para amoldarse a la nueva realidad. La mayoría de los productores han tenido que recortar de forma considerable sus márgenes y reestructurar sus líneas para trasladar ese ahorro al precio, que se ha convertido en el elemento clave que más valoran los consumidores a la hora de decidir sus compras, por delante cualquier otra consideración.

Así, muchas empresas han encontrado su tabla de salvación en la fabricación de marcas blancas, un segmento que no ha dejado de crecer desde el inicio de la crisis, según explica el portavoz de Fedacova. Con la excepción de alguna compañía muy consolidada, como chocolates Valor, que ha apostado por el camino contrario y ha redoblado su apuesta por la marca propia, pocos son los productores que han rechazado la oportunidad de entrar en este negocio cuando se les ha presentado.

No es para menos, si se tiene en cuenta que la cuota de mercado de este tipo de productos ha pasado en todo el país del 35% al 43% entre los años 2008 y 2013, según datos de la consultora IRI, y en muchas provincias ya supera el 50%. Tanto es así, que los grandes fabricantes se han visto obligados a reaccionar lanzando versiones básicas o más asequibles de sus productos.

El paradigma de las empresas que han sabido aprovechar esta nueva tendencia de las marcas blancas para crecer durante la crisis es la turronera Sanchis Mira, más conocida por la marca Antiu Xixona, que gracias a su acuerdo con la citada Mercadona para convertirse en su interproveedor de chocolate y turrón ha logrado disparar su facturación desde los 46,8 millones de 2011 hasta los 76,6 con que cerró el último ejercicio, de acuerdo con los datos de Registro Mercantil.

Inversión millonaria

Mientras la mayoría de los negocios en España pugnaba por sobrevivir, la firma xixonenca pudo invertir más de 11 millones de euros en su nueva fábrica para el tratamiento de cacao, a los que el año pasado añadió otros 2,6 millones para añadir una segunda línea, según explica su director general, César Soler. Como era de esperar, Soler considera que la cadena presidida por Juan Roig se ha convertido «en un motor fundamental para el impulso y el crecimiento de la industria agroalimentaria en España y, por supuesto, en Alicante». Y recuerda que no son sólo los interproveedores directos los que se benefician de la expansión de la cadena ya que éstos, a su vez, generan negocio a otras empresas de la zona con los encargos que reciben de la firma de distribución.

Aún así, Soler señala que las compañías también han tenido que poner de su parte para mantenerse a flote en plena recesión. «Yo puedo hablar del sector del turrón, que en los 90 sufrió momentos de dificultad y acometió grandes reformas que han servido ahora para afrontar mejor estos años tan difíciles», explica el ejecutivo. «La crisis nos ha servido para mejorar aún más nuestros procesos, para ser más eficienes y productivos», añade Soler, quien asegura que, gracias a la contención de precios lograda por esta vía, han conseguido una buena evolución de sus ventas, tanto en turrón, como en chocolate.

Cambio de estrategia

Desde Fedacova apuntan que no es sólo Mercadona la que está tirando del sector agroalimentario en la Comunidad y aseguran que, en términos generales, casi todas las cadenas -Consum, Masymas o Musgrave (Dialprix), entre otras- «han dado un giro y están apostando por los productos de proximidad y los frescos», lo que también está beneficiando a los agricultores locales y no sólo a la industria.

No obstante, más allá de la ayuda que ha llegado desde las cadenas de supermercados, quizás la mayor ventaja con que ha contado el sector durante estos años ha sido su innegable vocación exportadora, que le ha permitido compensar la debilidad del mercado nacional. Los productos alimentarios ya suponían tradicionalmente una gran parte de las ventas de la provincia y la Comunidad Valenciana al exterior y desde el inicio de la crisis su volumen ha aumentado un 37%.

En concreto, frente a los 4.000 millones que sumaban las exportaciones agroalimentarias de la autonomía en 2008, el año pasado ya se cerró con 5.482 millones, de acuerdo con los datos del Ivace. Sólo la irrupción en escena del veto ruso este pasado verano ha frenado esta tendencia, para preocupación de los empresarios. En este sentido, las frutas y hortalizas frescas siguen acaparando la mayor parte de este comercio exterior, pero cada vez ocupan más espacio las conservas y los productos elaborados.

Las compañías buscan «diversificarse», como asegura el máximo responsable de Bonnysa, Jorge Brotons. La firma de Mutxamel protagonizó una de las mayores sorpresas del año pasado cuando en septiembre anunció la ruptura de su acuerdo con Mercadona para potenciar sus gamas de transformados y destinar una mayor parte de su producción al exterior, con lo que esperan mejorar sus beneficios aunque inicialmente su facturación caiga -las estimaciones son pasar de 173 millones del ejercicio 2012/2013 a unos 144 este año-.

«Aún estamos reubicándonos pero creemos que hemos hecho lo correcto porque nuestros intereses ya no convergían», apunta Brotons, que también es presidente de la Federación de Exportadores de Productos Hortofrutícolas de Alicante (Fexphal) y de la patronal nacional del ramo.

La compañía ha querido potenciar en los últimos años la innovación y la producción de alimentos elaborados. En el primer apartado, por ejemplo, mantiene acuerdos con varias cadenas europeas de distribución para desarrollar y mejorar distintas variedades de tomate, como el cherry, y también ha apostado por productos vinculados con la salud, como el zumo de granada, al que se le atribuyen efectos antioxidantes y anticancerígenos.

En cuanto a la potenciación de los transformados, Bonnysa trata de acaparar cada vez más expacio en los líneales de los supermercados con su zumo de tomate, tomate rayado, salmorejo o gazpacho. «No es que los elaborados dejen más o menos margen, se trata de ampliar mercado», asegura el empresario.

Sobre la exportación, Jorge Brotons tiene claro que debe ser una de las bases del negocio, como prueba el éxito del último certamen de Fruit Attraction, celebrado en Madrid la semana pasada, y defiende que es lo que ha permitido la mayor resistencia del sector frente a la crisis. «Para las empresas que ya estaban acostumbradas a vender fuera ha sido más fácil incrementar el negocio en otros países cuando en España ha flaqueado», asegura Brotons.

Demasiado pequeñas

El gran problema, en este aspecto, sigue siendo el escaso tamaño de la mayoría de las empresas que componen el sector, tal y como reconoce el secretario general de Fedacova, Sergio Barona, que dificulta que muchas de ellas dispongan de los recursos necesarios para dar el salto al exterior.

Sólo en el caso de la insdustria agroalimentaria, apenas 86 de las 1.715 compañías censadas en la Comunidad Valenciana en este apartado superan los 50 trabajadores, según el Directorio Central de Empresas del INE, y sólo 21 tienen más de 200 empleados. Por eso, todos los consultados coinciden en que una de las claves para el futuro del sector está en lograr un aumento del tamaño medio de las empresas o, al menos, que estas colaboren para crear sinergias entre ellas.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats