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Crónicas precarias

Incompetencia: Manual de instrucciones

Quisiera aprovechar este espacio para mandar un mensaje de calma

Quisiera aprovechar este espacio para mandar un mensaje de calma. Tranquilos, el ébola no representa una amenaza para nuestra sociedad. El auténtico peligro, la verdadera epidemia que probablemente acabe con nosotros es la vergüenza que estamos sintiendo al ver a nuestros palurdos dirigentes haciendo el ridículo en esta crisis sanitaria. Debería preocuparnos que por encima del pánico, la histeria o la incertidumbre el sentimiento mayoritario estos días sea el bochorno. Un bochorno total y absoluto al constatar que estamos en manos de una panda de sinvergüenzas inútiles. Ya no es que sean retrógrados, corruptos o mezquinos (que también), es que además son terriblemente incompetentes. De hecho, un chimpancé lanzador de cuchillos puesto de peyote hasta las cejas transmitiría más confianza que Ana Mato al frente del Ministerio de Sanidad.

Que se produjeran fallos en el protocolo de seguridad ya debería ser motivo suficiente para clamar al cielo en arameo, pero la forma tan cutre y chapucera con la que están actuando muestra a las claras que a esta gente el puesto le viene muy grande. No están a la altura de las circunstancias, no dan para más, asumámoslo de una vez. Y lo más fascinante del asunto es que cada nuevo dato, cada fragmento de información que aparece confirma las sospechas: no tienen ni idea de lo que están haciendo. Una sala «aislada» con sábanas y un biombo, un médico al que el traje de protección le viene pequeño, charlas de formación de 5 minutos a profesionales sanitarios que ponen su vida en peligro... De verdad que no entiendo que no nos hayan echado aún de la Unión Europea después de este numerito.

Claro, es muy difícil seguir fingiendo que somos un país del Primer Mundo, pionero en investigación, con medios y recursos para afrontar situaciones de alto riesgo, cuando están desmantelando las instituciones especializadas y expulsando a los expertos mejor preparados. ¿Pensabais que invertir en ciencia y sanidad pública era un lujo que no nos podíamos permitir? Muy bien, pues aquí están los resultados. Por mucho que Mato o Fernández Díaz recen a la Virgen, una bolsa de la basura y una botella de plástico no son material de seguridad contra infecciones peligrosas.

Por otra parte, estos impresentables, igual que piensan que dimitir es un nombre ruso, deben de estar convencidos de que escrúpulos es un término griego. Sólo así se explica la patética y execrable campaña para culpar a la enfermera infectada que está llevando a cabo el consejero de Sanidad de Madrid, Javier Rodríguez, y sus voceros. Nada mejor que criminalizar a una trabajadora para librarse de rendir cuentas.

Imaginad que desde el minuto cero toda esta desgraciada situación hubiera estado gestionada por un profesional con experiencia. O que tuviéramos un presidente del Gobierno capaz de dirigirse a la población con un épico discurso en el que nos convenciese de que efectivamente todo está bajo control. Sería maravilloso, pero también sería demasiado fácil, una vida con gobernantes competentes y fiables no tiene emoción. ¿Dónde está vuestro sentido de la aventura?

La próxima vez que nos enfrentemos a una situación tan complicada que alguien nos traiga un chimpancé lanzador de cuchillos puesto de peyote hasta las cejas. Quedaremos en evidencia igual, pero al menos sus apariciones en público serán mucho más espectaculares.

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