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La película de Facebook

Mark Zuckerberg pide «perdón» por las recientes filtraciones de datos que ha sufrido su plataforma

La película de Facebook

El reciente escándalo de Facebook, ante las filtraciones de datos obtenidos por la consultora Cambridge Analytics, ha devuelto a Mark Zuckerberg a la palestra mediática. Titulares de prensa, videos, tuits, memes, etc., han venido desgranando otra vez su figura y los controvertidos negocios de su plataforma, rescatando, incluso, La red social (David Fincher, 2010) en la parilla televisiva; un film que narra el aluvión de demandas legales con los que tuvo que lidiar Zuckerberg, para hacerse con el control total del invento.

Viendo la película, uno puede hacerse a la idea de la inteligencia y del carácter decidido de este magnate de la tecnología, a la hora de conseguir sus objetivos. Pero, también, de la prepotencia y de la mala leche que se gasta para manipular a todo aquel que se cruza en sus planes. Esta imagen imponente, contrasta con el Zuckerberg compungido, y con aire de pasmado, que se presentó hace apenas unas semanas ante el Comité Judicial del Senado estadounidense para responder por la fuga de datos de más de 87 millones de usuarios de la red social. El CEO de Facebook pidió «perdón», y lo hizo durante casi diez horas, defendiéndose entre una ristra de incongruencias (describió su plataforma como un no-medio, «aunque genera contendidos»), situaciones absurdas (el senador Grasley, le explicó con todo detalle, el funcionamiento de la red social a su propio creador), y alguna que otra lección inesperada (el senador Durbin, en una encerrona sobre privacidad, le pidió a Zuckerberg que revelase el hotel donde pernoctó, y las personas que contactó durante el viaje; tal y como haría Facebook al captar y conservar cualquiera de estos datos privados).

Allí, quedaron claras las diferencias entre los lomos plateados de Washington y la generación millenial de Silicon Valley, pero también quedó subrayado el cinismo que les une: ¿Zuckerberg, uno de los principales impulsores del comercio de datos online, juzgado por el gobierno de Estados Unidos, uno de los estamentos del planeta, menos respetuosos con la privacidad digital? Cómo si la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense (la NSA) no violase, constantemente y sin permiso, nuestras redes y nuestras identidades digitales amparándose en la seguridad y la defensa de su territorio. O cómo si Donald Trump, tal y como demuestran los diversos informes sobre el caso Cambridge Analytics, no se hubiese beneficiado de los servicios de esta empresa para decantar las elecciones presidenciales a su favor.

Aquí nadie se libra. La sustracción y el intercambio de datos digitales, es una práctica habitual entre los conglomerados empresariales y las instituciones políticas. Sean desde Estados Unidos (los ejemplos de filtraciones entre Facebook y Cambridge Analytics, llegan incluso a la campaña del Brexit), o desde cualquier otra parte del globo (China con el caso Ghostnet; Rusia y sus múltiples intervenciones en elecciones democráticas ajenas, a través de fakenews y redes sociales) no se quedan atrás en estos casos de abusos de información digital. Vivimos en una época, tal y como señala el profesor Ronald Deibert, «donde el Big Data, se cruza con el Gran Hermano». La era donde las enormes masas de datos digitales que generamos, pueden usarse para se poner en jaque a cualquiera.

Todos los usuarios de Facebook, hemos firmado los términos y condiciones de uso de la plataforma. Aquellos que, desde ese mismo momento, nos obligan a ceder el uso de nuestros datos subidos a la red social, para comerciar con las empresas y anunciantes interesados en nuestros perfiles. Si les interesa saber, exactamente, cuáles son estos datos, basta con pulsar en «Configuracione»s y «descargar una copia de tus datos de Facebook». La plataforma les enviará un enlace de descarga con el informe completo al correo. No se olviden de echarle un ojo a la sección «Anuncios», la clasificación de nuestras palabras clave, de nuestros «me gusta», de la publicidad que hemos consultado, así como la lista de empresas a las que se les ha pasado nuestros datos personales, no tiene desperdicio.

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