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Mayo del 68 y el cine

El cine fue también uno de los factores desencadenantes de mayo del 68

La Chinoise, de Jean Luc Godard.

Años antes del mayo parisino, el cine de ficción anticipa algunos de los debates ideológicos más importantes, como el que propuso el joven Bertolucci en Antes de la revolución (1964), al situar a su protagonista en una encrucijada entre el amor, el tedio y la revolución. También el documental Lejos de Vietnam (1967) fue clave para la toma de conciencia política de los cineastas que dirigieron este manifiesto contra la guerra de Vietnam: Joris Ivens, William Klein, Chris Marker, Alain Resnais, Agnès Varda y Jean-Luc Godard; muchos de los cuales serán protagonistas del cine suscitado tras el mayo del 68 parisino. Con La chinoise (1967), Godard filma el célebre mes antes de que sucediese, al encerrar en un apartamento a una serie de estudiantes que se dedican a preparar la revolución.

Pero fue la destitución de Henri Langlois como director de la Cinemateca de París y las numerosas manifestaciones de estudiantes que provocó a principios de 1968, uno de los detonantes fundamentales del mes revolucionario. Hay un homenaje de Truffaut en la primera secuencia de Besos Robados (1968), la tercera entrega de la saga Antoine Doniel, con la imagen de la puerta cerrada de la Cinémathèque y la dedicatoria sobreimpresionada a Langlois. Muchos años después Bertolucci rendiría un homenaje a ambos, al interpretar el mismo Jean-Pierre Léaud el papel de Langlois en Soñadores (2003). A raíz del caso Langlois se crea un comité de cineastas con Renoir, Godard, Truffaut o Polanski, cuyas reivindicaciones se extienden hasta mayo del 68 con la paralización del Festival de Cannes.

La utopía cinematográfica se inicia con la proclamación de los «Estados Generales del Cine» en mayo del 68, reclamando un nuevo sentido político y revolucionario para el cine, de modo similar a los antecedentes fílmicos de letristas (Isidore Isou) y situacionistas (Guy Debord). El cine del 68 no sólo fue revolucionario por adoptar temáticas políticas. Lo fue también en su modo de producir, filmar y distribuir las películas. No se trataba únicamente de filmar la revolución que estaba en marcha, la cuestión era, además, llevar el modelo de autogestión al mundo del cine, cuestionando el sistema de producción industrial y la política del autor individual, sustituyéndolo por una autoría colectiva. Así, habría que destacar la aparición de varios colectivos cinematográficos: como el grupo Medvedkin (Chris Marker), el grupo Dziga Vertov (Godard) o el grupo Zanzíbar (Philippe Garrel). Ese nuevo cine supuso, además, la renovación del género documental con iniciativas que recuperan el aliento vanguardista, como los Cinétracs, fascinantes cortometrajes colectivos.

Los documentales del 68 fueron producciones marginales, muchas de ellas perdidas y que apenas tuvieron distribución. Aunque el espectador interesado podrá rastrear fácilmente sus huellas en internet. Grands soirs et petits matins (William Klein) tal vez sea el imprescindible film-compendio de mayo del 68, filmado en ese mes pero no estrenado hasta diez años más tarde. En el cine documental del 68 se aprecia el espíritu utópico que inundó las calles parisinas, propiciando la transformación de lugares de paso en espacios de encuentro donde la ciudadanía discute e imagina una nueva sociedad. De otro modo muy distinto, el 15M también supuso la subversión política y creativa de espacios de la ciudad, hasta entonces reducidos a su función productiva y consumista, tal y como testimonió Martin Patino en su documental Libre te quiero (2012).

El cine de ficción posterior filmó estos acontecimientos de un modo casi siempre tangencial, evocando desde un fuera de campo que invitaba al espectador a imaginar la revolución. La revuelta parisina escuchada por radio desde la campiña francesa en Milou en mayo (Louis Malle, 1990) o el interior del apartamento en Soñadores, donde sus protagonistas llevan a cabo sus rituales cinéfilos y sexuales, serían ejemplos en este sentido. La excepción la encontramos en Los amantes habituales (Philippe Garrel, 2005), interpretada por el mismo protagonista de Soñadores, hijo del director francés, que sí que aborda frontalmente el mayo parisino, al menos en sus primeros cuarenta minutos del largometraje.

El cine que surgió del espíritu del mayo del 68 pretendió despertar la conciencia crítica y revolucionaria del espectador, para que éste actuase y formara parte de la transformación social. El cine político de principios de los setenta, encarnado en filmografías como las de Costa-Gavras o Elio Petri, tampoco podría entenderse sin el detonante de la revuelta parisina.

El cine quiso contribuir a esa tarea utópica de cambiar el mundo, pero sin olvidar transformar lo más inmediato: la vida. Mayo del 68 nos mostró que la pantalla de cine no es sólo el muro que cobija nuestros sueños y los protege de la realidad. Mayo del 68 quiso derribar ese muro para filmar la vida y transformarla.

Pero ese mismo año soñó también una nueva humanidad en forma de odisea espacial?

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