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Viaje al centro del mal

Miguel Albero propone una novela incómoda con diversos dilemas éticos que ha sido merecedora del XXI Premio de Novela Vargas Llosa

Viaje al centro del mal

Hay novelas incómodas, que molestan en el mejor sentido de la palabra, porque no son complacientes y apelan al lector de una manera directa, sin posibilidad de elusión o tibieza. Y Mal, sin duda, responde a esta tipología, en un ejercicio narrativo que le ha hecho merecedora del XXI Premio de Novela Vargas Llosa.

Su autor, Miguel Albero, atesora una trayectoria literaria que se remonta a 2004, cuando publica su primera novela, Principiantes (traducida al francés y el italiano), y a partir de ese momento ha ido construyendo un edificio literario donde cabe la narrativa, la poesía y el ensayo. De hecho, en este campo donde posee dos obras de indudable interés, por cuanto bucean en regiones bastante insólitas del universo libresco, Enfermos del libro y Roba este libro.

Pero centrándonos en Mal, además de ser una novela incómoda, es una obra que ofrece diversos alicientes en su construcción: su estructura inicial se articula alrededor de dos tramas paralelas. Una de ellas, centrada en algunas circunstancias del secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA; la otra, protagonizada por un periodista en paro obsesionado con la idea del mal, en el marco de unas vacaciones familiares en Menorca, que se ve abocado a una serie de dilemas éticos donde el mal, en su forma más inesperada, dramática y cercana, le asalta sin posibilidad de escape. Estas dos líneas argumentales son puestas ante los ojos y la conciencia del lector mediante un estilo directo y contundente, en la que voz del narrador se perfila personalísima y actual.

Con todo, el peso de la novela recae sobre el planteamiento ético, moral, o simplemente vital, que experimenta el protagonista, y que en realidad es una apelación directa al lector, que experimenta la sensación de estar viviendo dentro de una novela de Kafka, juzgado sobre su propia existencia por un ente más allá de la realidad. Los temas que se ponen negro sobre blanco, matizadas por la ficción pero también por referentes literarios y filosóficos que conforman los archivos que sobre el mal posee el protagonista, son cuestiones sobre las que no nos es fácil interrogarse, sobre los grados de cobardía o valentía de nuestras vidas, sobre la censura y la autocensura que nos aplicamos en las decisiones cotidianas, sobre posicionarse o pasar inadvertido... Estas preguntas nos pueden llevar a títulos clásicos de la literatura incómoda, si queremos utilizar ese expresión, como El extranjero de Albert Camus, pero sin duda Mal representa una actualización de ciertos aspectos esenciales, y por ello eternos, que incumben al ser humano, y Miguel Albero lo hace de una manera concienzuda, con un nervio narrativo, una estructura y un estilo que se adaptan muy bien a lo que pretende la novela, que desde luego no es convertirse en un remanso, si no todo lo contrario, ser tormenta y zarandeear al lector con todas sus fuerzas.

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