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Serendipias

Tecnología llorona

La socióloga Amber Chase propone redefinir la relación que mantenemos con los aparatos digitales: debemos anteponer lo humano a sus continuas exigencias

Calm Technology. Tecnología amable que no exige de nuestra constante atención. Robots que limpian la casa por nosotros. Despertadores que nos ayudan a regular el ciclo del sueño. Neveras que evalúan las reservas de comida y, en caso necesario, la encargan a domicilio. Es la propuesta de Amber Case, socióloga, especialista en diseño de experiencias digitales, y autora de uno de los principales manifiestos de esta teoría, Calm Technology: Principles and Patterns for Non-Intrusive Design (O'Reilly Media, 2016).

Según Chase, la tecnología debería «requerir la menor cantidad posible de atención». Esto es, una tecnología cuyo funcionamiento sea sencillo, evite el stress del usuario, y respete su medio social de forma segura. En definitiva, una tecnología que defienda nuestra calidad humana. Pero, ¿es esto posible en un mundo repleto de aparatos digitales y redes como Instagram, Facebook o Twitter, que exigen de nuestra permanente concentración y dictaminan nuestro modelo de vida? ¿Es esto viable en un planeta interconectado, aun susceptible a los ciberataques de piratas informáticos que pueden desvirtuar las elecciones de un país, o hackear nuestra nevera digital para enviar, a través de ella, correos spam? (www.fayerwayer.com/2014/01/hackers-usaban-un-refrigerador-para-enviar-spam/)

Para el año 2020, se calcula que estarán conectados más de 21 mil millones de dispositivos digitales (Europa Press). En lugar de ir aunándolos, parece que cada día añadimos uno nuevo a la colección. O comenzamos a gestionar el continuo asalto de sonidos, actualizaciones y demás alarmas que se repiten de un dispositivo a otro (¡un mensaje nuevo de Facebook ya suena en el teléfono móvil, la computadora y el reloj digital al mismo tiempo!), o nos veremos inmersos en una de las peores distopías tecnológicas imaginadas por Terry Gilliam (Brazil, 1985; Teorema Zero, 2014). De hecho, ya vivimos en una era de la tecnología interruptiva, a merced de los bips de estos dispositivos. Cuesta tanto despegarse de las redes sociales como de la marea consumista a la que estos mismos nos incitan. Lo mismo ocurre con los periféricos de moda; resulta difícil resistirse a la compra que te actualiza en sociedad ¿Cómo lidiar entonces con estas ansiedades de la tecnología y la comunicación en red?

«Una buena herramienta es una herramienta invisible». Chase cita a Weiser y a Seely (padres del término Calm Technology, 1993), para definir como un buen dispositivo es aquel que no se inmiscuye en tu conciencia; es decir, aquel que nos permite enfocarnos en la tarea, no en el objeto mismo. Un libro, por ejemplo, podría describirse como uno de los mejores periféricos de realidad virtual nunca inventados. Es un archivo estable, no usa baterías, no necesita conexiones wifi, tampoco instrucciones de uso, ni puede ser hackeado. En su sencillez, te olvidas del mismo para disfrutar de las experiencias que propone. Deberíamos poder decir lo mismo de la tecnología que nos rodea. Los dispositivos tendrían que poner al alcance nuestros objetivos con la menor cantidad de coste mental. Y ello implica, como acción primordial, reajustar nuestro concepto de atención, demasiado dispersa en la infinidad de dispositivos que empleamos, hacia la sencillez. La idea no es estar todo el tiempo bajo presión, programando y automatizando nuestra semana como lo haría una computadora; la idea es usar nuestro tiempo para ser lo que somos, personas.

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