Si Baudelaire es el flâneur de la ciudad moderna encarnada en el París decimonónico, Iain Sinclair en La Ciudad de las Desapariciones (2015) camina por Londres, su ciudad, como «un exiliado del mundo global». A diferencia del flâneur que gustaba de sumergirse en la multitud, Sinclair recorre en solitario la ciudad descubriendo su pasado como una «reformulación de su propia historia sumergida». El lector le acompaña en un viaje exploratorio que discurre desde rincones perdidos hasta la City con sus arquitecturas glamurosas y espacios públicos «de diseño» que le merecen este comentario: «Estafas planificadas de plazas por donde circulan sonrientes princesas del ordenador portátil, bajo árboles de verdad que tienen peor pinta que si fueran falsos (...) La City es el triste corazón de Londres».

Otro paseante urbano, David Wagner, recorre Berlín noventa años después que su paisano Franz Hessel ( Paseos por Berlín, 1929) y esa experiencia la relata en De qué color es Berlín (2017), una serie de secuencias urbanas que nos enseñan una manera de mirar la ciudad buscando los signos y detalles distintivos de una ciudad en un tiempo en el que la globalización está uniformando rápidamente el paisaje de nuestras ciudades. Una de las particularidadesque destaca Wagner de Berlín es su color, un atributo perdido de la belleza de una ciudad que nadie percibe porque la mirada se ha banalizado, porque las ciudades de occidente tienen todas el mismo color, o porque no sabemos mirarlas . Sin embargo para el autor «Berlín es rojo, Berlín es verde y por las noches, en algunas zonas residenciales del Oeste, es dorado como la luz de gas».

Más intimista, Olivia Laing en La Ciudad Solitaria. Aventuras en el arte de estar solo (2017 ) expone su experiencia personal de soledad en Nueva York que le llevó a preguntarse lo que «significa estar solo y cómo influye esta circunstancia en la vida de la gente». En su ensayo se relata la relación entre la soledad de artistas que viven en la gran ciudad y su obra a través de las de Hooper, Warhol, el fotógrafo Wojnarowiyz, o la de Henry Darger, un conserje de Chicago que vivió anónimamente y cuya obra hoy es aclamada en el mundo del arte. Tras su paseo por la soledad y los solitarios de la gran ciudad, la autora concluye afirmando que «la soledad no significa que uno haya fracasado, sino sencillamente que uno está vivo».

Pasear la ciudad de un modo activo, mirarla, escucharla, penetrar sus significados, indagar su sentido que siempre implica el deseo de cambiarla, hacer realidad el ideal utópico de que la transformación de la ciudad y la de nosotros mismos están ligados, constituyen la esencia de la experiencia pedagógica que nos propone Francesco Careri en Pasear,detenerse (2016) .Este profesor de la Escuela de Arquitectura de Roma no necesita aulas para sus lecciones de urbanismo porque sus clases se imparten en el espacio público de toda la ciudad, lo que permite al alumno un contacto directo tanto con el medio físico como con los ciudadanos. «Andar no es solo mirar: también es escuchar, en cualquier lugar concreto, a quienes viven y conocen la ciudad», sostiene Careri.

Terminamos este articulo con la misma autora que lo iniciamos. Jane Jacobs emigró a Toronto para evitar que sus hijos fuesen reclutados para luchar en Vietnam, y en esa ciudad canadiense continuó ejerciendo su activismo urbano, destacando su lucha contra la transformación de una avenida urbana, la Spadina, en una autopista. Tras su muerte, sus amigos y seguidores le dedican anualmente lo que ellos han bautizado como Jane´s walk, una experiencia de conocimiento urbano de fundamentos muy similares a los de Careri: «un urbanismo a ras del suelo, que nunca olvida que una ciudad es un experimento en marcha de vida en común» leemos en El paseo de Jane. Tejiendo redes a pie de calle (2016), un manual que difunde la aplicación en Madrid de este método de paseo-conocimiento crítico.

El paseo literario que hemos realizado en este artículo nos abre una ventana al aire fresco de una ciudad que está viva, muy diferente de aquella otra vacía de vida que nos muestran los manuales académicos de urbanismo. Frente a esta ciudad congelada, los relatos y ensayos que hemos visitado nos transmiten una ciudad que se hace más humana en la narración, contribuyendo a fomentar el arraigo con ella de los ciudadanos.

El relato, las palabras, nos enseñan otra manera de vivir la ciudad; por eso hemos encabezado este artículo con una cita del poeta García Montero: «Tenemos que ser dueños de nuestras palabras para ser dueños de nuestras ciudades», con la que terminó su conferencia inaugural del ciclo «Las Palabras y la Ciudad», que tuvo lugar recientemente en la Universidad de Alicante.