Fue durante el verano del año 1987 cuando realicé la primera visita a Berlín; entonces me interesaba conocer las siedlungen, la Siemenstadt en particular que, debido a su alejamiento del centro urbano acusaba en menor medida los efectos devastadores de la guerra, muy visibles en otros sectores más céntricos, Mitte en particular. A esta destrucción material se sumaba la división administrativa tras la guerra y la posterior partición material a consecuencia del levantamiento del muro. En aquel tiempo la lenta reconstrucción dio origen a dos ciudades con modelos urbanos diferentes. Incluso el arquitecto Hans Scharoun propuso como modelo una solución inspirada en el Plan Voisin de Le Corbusier para la ciudad de París, si bien la catástrofe urbana y edilicia en la capital francesa se hizo por suerte inviable, en Berlín ya se encontraba arrasada y, al efecto, la propuesta tan solo se formuló. La recuperación urbana siguió dos modelos diferentes en ambos zonas. También hubo que duplicar los centros de representación dado que el simbólico arrasado en buena medida quedó en la zona oriental. Allí quedaron entre otros la Biblioteca Central, los Museos, también Universidad Humboldt, catedrales, teatros y óperas, por lo cual resultó imprescindible duplicar estos equipamientos en el oeste, la Universidad Libre y sedes para museos en Dahlem, y el entonces incipiente Kulturforum con la Filarmía proyectada por Scharoun y la Nueva Galería de van der Rohe en las proximidades de Postdamer Plaz, entonces arrasada y cruzada por el muro.
Recalé también en Charlottenburg completando allí la ruta por diversos jardines neoclásicos en distintos lugares de Alemania Federal, reuniendo documentación gráfica para contrastarla con aquellos aún existentes en la huerta alicantina salvando importantes diferencias. Frente al palacio barroco berlinés hay dos pabellones de arquitectura muy similar entre ellos, dispuestos en simetría respecto al edificio áulico y el boulevard que lo enfoca, constituye un excelente resultado con efecto de encuadres propio del planteamiento urbano barroco y neoclásico. En uno de ellos se albergaba la colección del Antiguo Egipto, ahora reunificadas en el Neues Museum, y Nefertiti quedaba en sala propia con la escenografía de paredes pintadas de negro y la luz artificial puntual estudiada para resaltar el bello rostro de la escultura.
He vuelto a estos museos. Uno alberga el Sammlung Scharf-Gerstenberg donde la muestra de obra surrealista se inicia con los Sueños de Goya y las carcieri de Piranessi, los antecedentes de obras del siglo XIX y las realizaciones propias de las primeras décadas del XX.
El edificio simétrico alberga el Museum Berggruen varias salas están dedicadas a obras de Picasso, en menor número otras pinturas de Cezanne, Matisse, Chagall, etc. Alguno de los bodegones picassianos de finales del cubismo son muy coloristas, me recordaron las pinturas de Le Corbusier de los mismos años, entre sí son muy similares en sus formas y el cromatismo. El arquitecto indagaba métodos que le abrieron caminos a las soluciones formales de las obras iniciadas a partir de los años cincuenta, con el resalte de las texturas y las cualidades plásticas obtenidas por el empleo del hormigón en bruto.
Bien fuera el día o la hora aún temprana la asistencia de visitantes era escasa. Había silencio y las salas se recorrían sin las circulaciones atropelladas en de los museos masificados por el éxito cuantificado en el número de asistentes. Esto me llevó a reflexionar y comparar mentalmente las pinturas similares con los bodegones de formas geométricas elementales de Picasso y Le Corbusier. Ignoro si algún museo ha realizado una muestra temporal que reúna esos trabajos de ambos autores, que sin duda supondría una confrontación del mayor interés artístico y conceptual.
