Los príncipes de la sociedad civil y también los de la iglesia coleccionaron durante siglos piezas de arte de facturas diferentes, siempre de enorme interés al estar realizadas por los artistas y artesanos más notables en cada etapa o momento cultural. Se trata de un fenómeno que resulta próximo en Europa debido a los miembros de las monarquías y los notables en la iglesia católica. El arte durante el primer Renacimiento conservó aún el carácter artesano, y el mercado artístico estuvo determinado por la demanda. Con posterioridad se acentuaría esa situación.
Con la finalidad de coleccionar las piezas pertenecientes a diferentes cronologías fueron habilitados primero los gabinetes privados, dando paso más adelante a las galerías que, tras ser accesibles, dieron origen a las primeras colecciones públicas reunidas en los museos, cuando por diferentes circunstancias en época moderna se transformaron en entidades estatales.
Aquellos príncipes mostraron también su interés por la arquitectura procediendo a la construcción de destacados conjuntos áulicos, iglesias y monasterios bien de nueva construcción o con ampliaciones y reformas sobre las obras existentes, introduciendo las innovaciones de las modas y los nuevos gustos estilísticos propios en cada época. Sin descuidar la funcionalidad ofrecían la originalidad, igualmente su importancia propia que corresponde a los aspectos de representación propia de la autoridad generada por el poder. La arquitectura se hacía para ensalzar la potestad del soberano y mostraba su mando incontestable.
También los campus universitarios constituyen quizás uno de los primeros lugares donde se produce el fenómeno en la diversidad de las construcciones con manifiesto prestigio arquitectónico, aunque ese hecho no pretende en sí intencionalidad consciente de coleccionismo, sino cubrir necesidades por atender nuevas demandas.
Con el ascenso social de la burguesía las realizaciones áulicas devienen en el fenómeno nuevo de la construcción de viviendas para moradores procedentes del campo emigradas a la ciudad. Constituye un hecho diferencial a partir de las últimas décadas del siglo XIX y un el fenómeno generalizado durante la centuria pasada.
El coleccionismo de arquitecturas, si así se puede considerar y expresar, constituye un hecho temporal asociado a empresas concretas de la producción industrial. Si coleccionar obras de arte precisa de la arquitectura como contendor, coleccionar arquitecturas es añadir un valor añadido al contendor de funciones. Me viene al recuerdo la fábrica Vitra de sillas, sillones y asientos en general construidos en diferentes materiales y variedad de diseños, siempre actuales y funcionales.
En la población de Weil am Rhein, precisamente en la calle dedicada a Charles Eames quien junto a Ray, su esposa, diseñaron mobiliarios bellos y funcionales, se encuentra el centro de producción Vitra. Planificado con los edificios exentos en disposición abierta dentro de las parcelas de superficies amplias articuladas mediante el viario rectilíneo. Los responsables empresariales acordaron coleccionar edificios proyectados por distintos arquitectos. Unos ya eran reconocidos en su trabajo, siendo el caso de Fuller autor de la bóveda geodésica o de Jean Preuve que proyectó la gasolinera. En cuanto el Museo fue encargado a Frank Gerhy quien anticipó las formas del Guggenhein en Bilbao o el Disney Concert Hall en Los Ángeles. Álvaro Siza por su parte se encargó de realizar la Factoría o Tadao Ando el Pabellón de Conferencias. Zaha Hadid recibió toda la confianza de los directivos al recibir el encargo de su primera obra importante como fue el parque de Bomberos.
Entre los último trabajos enriqueciendo la colección Herzog &de Meuron tras la construcción de la Casa en 2010 han repetido trabajo en 2016, el Centro de Producción debido a SANAA en 2012 o Renzo Piano con la casa prefabricada de dimensiones mínimas.
