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La expulsión de los jesuitas

El profesor de la UA Enrique Giménez aborda este tema con maestría, en base a una apabullante documentación de primera mano

La expulsión de los jesuitas

La Universidad de Alicante acaba de publicar el volumen La Compañía de Jesús, del exilio a la restauración. Diez estudios. Su autor, el profesor Enrique Giménez, es un especialista en la materia reconocido internacionalmente, como subraya en el prólogo Niccolò Guasti, de la Universidad de Foggia, otro importante conocedor del asunto.

El libro trata de la salida de los jesuitas de España en 1767, de su instalación en condiciones sumamente penosas en Córcega, de su posterior traslado desde la costa de Génova a Bolonia a través de los Apeninos, de las gestiones de Floridablanca, embajador de Carlos III en Roma, para que el papa Clemente XIV declarase extinta la Compañía, de los problemas originados por la expulsión en el ámbito de la enseñanza en España y América, de la vida cotidiana de los jesuitas en Italia y de la actividad cultural de algunos de ellos -en particular el alicantino Juan Andrés-, de las sospechas de las autoridades españolas sobre apoyos de los jesuitas a las actuaciones de los ingleses en América contra el dominio español, de la visión apocalíptica de algunos padres de la Compañía de los sucesos de 1808 en España y de la vuelta de los expulsos en 1814.

Este simple anunciado pone de manifiesto la amplitud y complejidad de los asuntos abordados en este libro, los cuales son narrados por Enrique Giménez con maestría, basado en una apabullante documentación de primera mano y en un profundo conocimiento de la bibliografía especializada.

La expulsión de la Compañía de Jesús decretada por Carlos III en 1767 fue el primer acto de la que podríamos calificar azarosa trayectoria de esta orden religiosa en España en la época contemporánea. Desde esa fecha y durante más de siglo y medio se han alternado los periodos de supresión de la Compañía, con la subsiguiente dispersión de sus miembros, con otros de recuperación. Este fenómeno recurrente en la historia contemporánea de España presenta un rasgo muy significativo: los momentos adversos para la Compañía han sido aquellos en que se han experimentado avances en la modernización política o en el proceso democratizador (1820, 1835, 1868, 1931), mientras que los de su recuperación coinciden con el dominio de políticas de signo conservador.

Desde su fundación en el siglo XVI los jesuitas desplegaron una intensísima actividad y alcanzaron gran celebridad en el mundo católico, pero con el tiempo se multiplicaron sus enemigos, que lo fueron desde reyes y gobernantes, incluidos papas, hasta obispos y miembros de otras órdenes religiosas y, por supuesto, todas las corrientes racionalistas, fueran de signo conservador o revolucionario. Con más o menos fundamento, los jesuitas fueron acusados de aspirar a influir en los gobiernos, de promover revueltas, de intentar manipular la conciencia de sus fieles, de controlar la educación de las élites, de mantener teorías subversivas (regicidio) e inmorales, de avidez por el dinero, etc. Esta imagen negativa y sobre todo la percepción de que la Compañía de Jesús era uno de los principales adversarios del poder real y un peligro para la salvaguarda del imperio, impulsó en 1767 a Carlos III a expulsarlos de sus dominios europeos y americanos.

La orden de expulsión se cumplió a rajatabla, sin preparar los medios adecuados para ejecutarla, de modo que durante varios años los jesuitas pasaron muchas calamidades, no solo debido a la carencia de medios materiales, sino también porque no siempre fueron bien recibidos en los lugares de acogida. Todo se vio agravado en 1773, cuando el papa Clemente XIV, presionado por la monarquía española, que incluso recurrió al soborno de allegados al pontífice, declaró extinguida la Compañía. Los jesuitas exiliados desarrollaron una apreciable actividad científica y cultural en Italia -en este punto sobresale la obra de Juan Andrés-, pero sobre todo batallaron firmemente, sin excluir maniobras dudosas, para dar un giro radical a la situación. En 1814 cumplieron su objetivo. Ese año, consiguieron que el papa Pío VII restableciera la Compañía mediante la bula Sollicitudo omnium ecclesiarum y asimismo obtuvieron el permiso del rey Fernando VII para regresar a España y desarrollar con normalidad su actividad. Como oportunamente apunta Enrique Giménez al final de su libro, la supervivencia de la Orden se debió «a la capacidad de propaganda de los exjesuitas durante su exilio de más de medio siglo».

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