Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Equipaje de arena

Libros peligrosos

Hay pocas cosas más placenteras que la lectura de una buena historia en torno a la búsqueda de un tesoro. A Stevenson y a Poe le debemos momentos inolvidables navegando por los mares o por los arcanos de un papiro escondido en un cofre. Pero si algo supera ese placer, en mi caso, es el de adentrarse en el enigma que encierra un libro, una biblioteca o un grupo de bibliófilos en pos de un ejemplar raro o tocado por alguna extraña maldición. En ambos casos, el placer está íntimamente ligado a un sillón confortable, una copa de licor y al silencio de una tarde, preferentemente otoñal. No desdeño el tópico de un buen leño ardiendo en la chimenea.

Sobre libros misteriosos, como cualquier otro lector, disfruté de lo lindo con las lucubraciones de Lovecraft en torno al Necronomicón, a las peripecias de Guillermo de Baskerville buscando el manuscrito perdido de Aristóteles o a las historias de Ruiz Zafón y Pérez Reverte sobre librerías misteriosas o la secta de los seguidores de Dumas. No digamos con la novela de mi amigo Pepe Payá, Destilando fantasmas, sobre un grupo de estudiantes descifrando una trama laberíntica en la descomunal biblioteca de la Universidad de Ohio. Pero si tuviese que elegir una obra puramente policiaca, magistral, con un final sorprendente, me quedaría con Octavo en azul, de John Blackburn (Ed. Picazo, 1971): la historia del secreto de un libro vulgar, sin valor alguno, sobre alpinismo, cuya posesión conducía a la muerte.

Los anglosajones ?acabo de descubrirlo ahora- para definir a este tipo de novelas policiacas han ideado un término: biblyomystery y la Editorial Renacimiento, en su colección Espuela de plata, ha decido publicar, con acertado criterio, una novela paradigmática sobre el asunto, Libros peligrosos, de Marc Page, al que seguirán otros de la modalidad inéditos en nuestro país.

Libros peligrosos se inscribe en los relatos que tienen como objeto el tema de la codicia que despiertan ciertos ejemplares, de las subastas de libros extraños, de los expertos tasadores, de los libreros y coleccionistas obsesionados con estas joyas de papel y, cómo no, de las compañías de seguros que tratan de proteger tan valiosos objetos. Marc Page, seudónimo de Harry Kurtniz ?guionista de Hollywood- nos presenta a un matrimonio de sabuesos, los Glass, que en la tradición de Nick y Nora Charles, salidos de la pluma de Hammett en The thin man, se enfrentan a la resolución de una serie de crímenes relacionados con ese mundo apasionante. Escrita en 1937, posee todo el sabor de la época clásica del pulp y la novela negra: mucho alcohol y cigarrillos, mujeres fatales, bastante misoginia y no pocos matones de tres al cuarto que alternan con dandis elegantes sin ningún escrúpulo. Una novela muy entretenida.

El problema de Libros peligrosos es que no está muy bien traducido. Pero, sobre todo, los numerosas y molestas erratas tipográficas que aparecen en sus páginas, como el si el corrector hubiese sido Mister Facebook o su esposa Madame WatsApp. En lugar de «encender luces» se encienden «lunes» (p. 152) las «cosas» se convierten en «cocas» (pp.160 y 234), una «póliza» se transforma en una «paliza» (p.207), la «casa» es una «case» (p. 128) y, para no aburrir con los numerosos gazapos, «tienes» pasa a ser, pura y simplemente, «times» (p. 204). Como quiera que en otras crónicas sobre este libro no he advertido la señalización de estos defectos, pienso si el que se encuentra en mi poder será un ejemplar único en toda la edición y si este detalle le convierte en una rareza bibliográfica capaz de proporcionarme unos euros extras para afrontar las navidades. Mañana mismo me voy de subastas.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats