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Como lágrimas en la lluvia

El estreno de Blade Runner 2049 es un buen pretexto para releer algunos poemas inspirados por el universo que diseñó Ridley Scott hace 35 años

Rutger Hauer en Blade Runner. información

Doctores tiene este suplemento que me eximen de la ingrata tarea de opinar sobre si Blade Runner 2049, dirigida por Denis Villeneuve, está o no a la altura de su ilustre predecesora. Sus detractores argumentarán que carece de aura, esa cosa benjaminiana que se parece a la originalidad, pero que también exhibe un no sé qué de pureza. Sus partidarios, entre los que me encuentro -me temo que he desvelado mi mano demasiado pronto-, aducirán que la moderna aura se ha sustituido por la posmoderna espectralidad: cabe imaginar que la lucha entre K (Ryan Gosling) y Deckard (Harrison Ford) en un simulacro apocalíptico de Las Vegas, donde se iluminan alternativamente los hologramas fantasmales de Elvis, Sinatra y Marilyn, habrá hecho las delicias de ?i?ek, al margen de que el pensador neomarxista se haya apresurado a manifestar severas reticencias hacia el trasfondo humanoide de la película.

Sin embargo, no pretendo colarme en las secciones vecinas. Sigo en la casilla poética. Y se preguntarán ustedes legítimamente qué relación puede haber entre el universo de Blade Runner y la poesía. La respuesta es que los caminos de la inspiración son inescrutables. Habrá que esperar un plazo prudente para comprobar si las arquitecturas brumosas de Villeneuve poseen una capacidad de seducción equiparable a la del aquelarre ochentero orquestado por Ridley Scott. No obstante, con el propósito de hacer más llevadera la espera, podemos entretenernos con algunas de las versiones líricas basadas en esa ensalada de antropoides, replicantes y criaturas de diverso pelaje. Por ejemplo, en su libro Araña (2005), Ana Gorría desplegaba una retícula asociativa en la que comparecían las esculturas arácnidas de Louise Bourgeois, el land art de Robert Smithson y, sí, también los fotogramas de Blade Runner. Así se observa en la composición «Tela de araña», que va precedida de una cita de la película («La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad del tiempo»), pero en la que subyace la fábula cruel que Rachel le cuenta a Deckard: «¿Se acuerda de la araña que había en su ventana? Era naranja, con las patas verdes. La vio tejer una telaraña todo el verano. Un día puso un huevo. Luego el huevo eclosionó [...]. Y salieron de él cientos de crías de araña que se la comieron».

Con todo, si se trata de ponernos líricos, la palma se la lleva el famoso monólogo del Nexus 6 Roy Batty en el desenlace (o en uno de ellos) de la película. Dado el accidentado montaje del filme de Scott, hay quienes aseguran que el soliloquio fue una improvisación del actor Rutger Hauer el día previo al rodaje la escena. Otros, más escépticos o más quisquillosos, han señalado la influencia de «El barco ebrio» de Arthur Rimbaud, donde pueden leerse los siguientes versos: «Sé de cielos que estallan en rayos, sé de trombas, / resacas y corrientes; sé de noches... Del alba / exaltada como una bandada de palomas. / ¡Y, a veces, yo sí he visto lo que alguien creyó ver!». Sea como fuere, los aedos no han sido inmunes al magnetismo de la antedicha secuencia. En el poema que abre Carne de píxel (2008), Agustín Fernández Mallo ensaya una serie de variaciones, entre físicas y lisérgicas, a propósito del parlamento de Hauer, como se aprecia aquí: «Sin habla apretabas mi mano, llorabas y llovía. Vi claro en ese instante [suma de instantes] por qué era tan bueno el verso malo que antes de morir recitó aquel Replicante, porque en tus ojos vi cosas que jamás ni yo ni nadie había visto, y todas se perderán [son simultáneas muerte y vida] como tus lágrimas en la lluvia». Y no me resisto a reproducir el monólogo dramático inspirado en el dramático monólogo del replicante que Joaquín Juan Penalva urdió en La tristeza de los sabios (2007) bajo el título de «Roy Batty L.A. (CA). Noviembre, 2019»: «He conquistado mundos, / he explorado el universo, / he destruido y asesinado / en vuestro nombre, / pero para vosotros solo soy / un modelo anticuado. / Teméis mi belleza, / os asusta mi perfección, / pero yo he visto cosas / que ni tan siquiera podéis imaginar: / atacar naves en llamas / más allá de las nubes de Orión; / brillar rayos gamma / cerca de la puerta de Tannhauser; / desaparecer planetas enteros / a través de agujeros de gusano... / Ahora ya no importa, / se perderá para siempre... / todo se resume en tierra, / sueño, polvo y nada». La finta telúrica y gongorina que elude la mención de las «lágrimas» demuestra que cada cual puede quedarse con su Blade Runner favorito. ¿Cuál es el suyo?

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