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Filosofía y ciencia de los fantasmas

Una indagación filosófica sobre la realidad de los espectros y nuestro miedo a descubrirla.

Filosofía y ciencia de los fantasmas

Ana Carrasco, autora de luminosos ensayos sobre los lados oscuros de la subjetividad, nos convence en su último libro de que la filosofía es una sutil herramienta para cazar espectros, al menos conceptualmente. Y nos empuja a leer la historia de la filosofía como una larga y tortuosa historia de fantasmas. Jaques Derrida decía que existe una ciencia de los fantasmas, producto de la suma de cine y psicoanálisis. Fiel al filósofo francés, y más fiel aún a Lacan, la autora explora los espectros del yo a través de una extensa galería de fotogramas y secuencias cuyo tema no es tanto el fantasma como el terror que provoca su visión. Desde Poltergeist a Oculus, pasando por Los otros y el mismísimo Casper, el libro ofrece una lectura filosófica de la filmografía fantasmagórica. No es una lectura apta para cinéfilos, en el sentido más ocioso de la palabra, pero sí es ineludible para quienes crean que en el cine se condensa la ontología de nuestro tiempo. Las páginas dedicadas al Resplandor de Kubrick bastan para confirmarlo. Los espectros literarios se entrecruzan con los cinematográficos en este ensayo que reinterpreta, con erudición rigurosa y estilo apasionante, un género inagotable. Tras recordarnos el espíritu de Clitemnestra en el espejo de las Erinias de Esquilo, y la primera casa ocupada por fantasmas, que alquiló el temerario Atenodoro según el relato de Plinio, Ana Carrasco convoca a Poe, Lovecraft o Chejov, y se demora en el fantasma del padre de Hamlet cuyas apariciones acontecen al dictado de un tratado sobre «espíritus paseantes de la noche» firmado por Ludwig Lavater. Esa tupida red de referencias se ajusta al hilo argumentativo de un libro que, a partir de la fenomenología del fantasma y nuestros miedos, explora brillantemente las grietas ontológicas del sujeto moderno. Su clave filosófica coincide con aquello que Derrida encontraba de espectral en la imagen cinematográfica o en la especulación del psicoanálisis: el regreso-reaparición de lo olvidado e invisibilizado, incluso de aquello que nunca estuvo en la memoria ni en la visión, y que se presenta ante un sujeto que, angustiado, se descubre constituido por algo otro que le desborda. Nuestra filósofa nos sumerge en la corriente subterránea de pensamiento iniciada por aquel viejo Platón que, traicionándose a sí mismo y al padre Parménides, se preguntó en sus últimas obras por el ser del no ser: la realidad de las multiformes sombras, presencias insistentes que se aparecen y se parecen, cuestionando el orden de la inteligencia y el del mundo. El platónico Schelling fue el mejor valedor moderno de ese «resto que se escapa continuamente a la razón y precisamente por ello es lo otro ingobernable para el sujeto». Lejos de superarlo, la omnipotente razón de Hegel no hizo más que multiplicar su amenaza, bajo las brechas provocadas a sí misma por una autoconciencia en movimiento incesante. Heidegger sacó mucho partido de estos excesos para elaborar su fantasmagórica ontología. Y toda la exitosa escritura del filósofo esloveno Zizek se resume en una interpretación psicoanalítica de esa conciencia moderna que genera, sin saberlo, sus propios monstruos. La singularidad de este ensayo, el cruce que propone entre, por un lado, el análisis de las dificultades de la razón para reconocer su alteridad y su locura constitutivas y, por otro, la descripción de la experiencia abismal que supone el fantasma para quien lo percibe, sugiere nuevas estrategias estéticas del pensamiento crítico en un mundo saturado de apariencias. Un pensamiento capaz de discriminar entre la asfixiante infinitud de imágenes que ocultan más que muestran: presencias irreales en las que hoy, como nunca antes, «se encuentran entrelazados lo que es y lo que no es», y que requieren mirar con firme lucidez la aparición, el perturbador regreso de aquello que, como la imagen inesperada en un espejo, «supone la visibilización de algo que no estaba en el campo de lo visible, pero que de algún modo estaba siempre allí, oculto».

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