Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Rafael Hernández: «El arte tiene la gran responsabilidad de ser inútil»

Hernández lleva tres décadas de práctica artística contemporánea sirviéndose de la pintura, el dibujo y la intervención gráfico plástica

Rafael Hernández: «El arte tiene la gran responsabilidad de ser inútil»

Tu obra invita al público al análisis y al sentimiento. Es el espectador quien debe construir la obra. Eres más partidario de la libre interpretación. Al servirte de tu reflexión, de lo esquemático, de lo simbólico, la retórica, lo onírico, lo biográfico, ¿no crees necesaria una cierta orientación?

En general, mi trabajo es ambiguo y en ocasiones polisémico. Está abierto a la interpretación, más cuando este se desarrolla en el espacio de la sala de exposiciones como una intervención que se expande por las paredes rodeando al visitante, incluyéndolo en la obra. Y es él, el espectador, el que decide enfocar y fragmentar su mirada para observar, uniendo después las partes para construir una totalidad mucho mayor. La única guía posible para el espectador -en mi caso- es el título, que propongo como un juego de palabras e intenciones, como posible camino de ambigüedades e ironías, que desea vivir al amparo de alguna pequeña verdad, pero que finalmente se retrae para que nos concentremos en la contemplación de la obra, que se abre al espectador después de un tiempo -nada que ver con la aceleración y el consumo de imágenes actual- hablamos de un territorio lento; el del dibujo y la pintura.

¿No crees que esa libertad sea también, un poco, lo que da miedo al espectador no avezado en el arte actual? Al deber proyectarse y definirse en su interpretación; a tener que participar más explícitamente.

Estoy completamente de acuerdo contigo, aunque entiendo la parálisis que provoca en el espectador la libertad interpretativa, porque cuesta mucho gestionar una libertad sin límites, incluso para los autores. El espectador tiene que abrir la puerta y penetrar en la obra, como bien dices: «debe proyectarse y participar» ser valiente y construir su propia obra.

Hablas de la dificultad de interpretar tu obra, incluso llegas a planificar estrategias para liberar lo que se esconde.

E strategias para liberar algo que se esconde fue mi primera intervención en Alicante, en la sala de exposiciones del Club INFORMACIÓN en 2007. Las razones en las que se basa el enunciado de la propuesta consistían en una búsqueda a partir de dibujos automáticos que, sumergidos en mi inconsciente como una red de pesca, atrapan algo que se esconde. Todo este material era rigurosamente analizado, para después componer la obra, se trataba de ordenar el caos o darle carta de naturaleza o encontrar algo que antes no estaba allí. Luego llegaban los cuadros de gran formato -comodines-. Los directivos del periódico pasaban por allí para llegar a las oficinas, no sabían nada, y vieron sorprendidos la evolución del trabajo sintiéndose parte del proceso de la obra, y José María Perea, que apoyó mi trabajo desde el principio, acabó ilusionándose con este proyecto, creo que fue una experiencia transformadora para todos, comenzando por el espacio.

«Ut pictura poesis», que dijo Horacio, es decir, «la pintura como la poesía» o «la poesía como la pintura», que probablemente se inspirara en «la poesía es pintura que habla y la pintura poesía muda», de Simónides de Ceos. Siempre intentado equiparar la pintura a las grandes artes, al considerarla una artesanía. ¿Crees necesaria esta defensa hoy día?

Fue admirable y decisivo el trabajo de equiparación que estos hombres realizaron para colocar la pintura y la escultura dentro de las grandes artes inmateriales alejadas de la mímesis, separando lo ideal de lo real, una división que desde el neoplatonismo renacentista llega hasta nuestros días revistiendo al artista de intelectual y filósofo, alejando su arte de la manufactura y acercándolo a la idea. Ahora el antiguo taller del maestro se ha transformado, a través -de la factoría- de Andy Warhol, en un ejemplo para Jeff Koons. Un lugar de producción artística, organizado como los talleres de pintores gremiales, en donde cada operario es un especialista que cumple su función utilizando la tecnología informática para después pintar a mano y reproducir en gran tamaño la imagen creada por el artista, o reproducir mecánicamente esculturas que después se pintan y pulen para reflejar un mundo luminoso, el del consumo. Realmente, de lo único que necesitaría defenderse la pintura en la actualidad es del gran mercado de la especulación, que la ha convertido en un valor de cambio destinado a cotizar en bolsa. Una nueva función que ha devorado a todas las demás. Digo esto aún a sabiendas de que, si la pintura no asumiese esta función, quizá ya habría desaparecido. Aunque sigo pensando que el arte tiene la gran responsabilidad de ser inútil, prefiero el taller situado arriba de mi vida familiar, alejado del mundo y cercano a la naturaleza de la que ya no formamos parte.

Suele definirse tu trabajo como oscilante entre el dibujo y la pintura. La historia de la pintura está plagada de esa tensión. ¿Ves esa divisoria? ¿O es una cuestión retórica?

Yo llegué hasta el dibujo por reducción desde la pintura. Fue un camino en el que me despojé de todos los agentes plásticos, excepto de la línea, para alejarme del mundo sensible. Estaba buscando un espacio mental. Años después, el color hizo su aparición, rellenando los planos delimitados por el dibujo, y comencé a establecer diálogos entre unos y otros. Posteriormente todo aumentó de tamaño y fue a parar a los muros. El resto ya es de dominio público.

Planteas tu pintura como una investigación lingüística y terapéutica.

Este es el enunciado de la exposición que realicé en la Casa Bardín en 2013, en donde la comisaria, Isabel Tejeda, unió mis investigaciones sobre el lenguaje (poesía visual) con el -y resumo sus palabras- vacío producido por la desmemoria de la figura materna y la necesidad de una contextualización literaria que cerrara heridas con mi padre. Mis primeras investigaciones lingüísticas datan de 1993. Años más tarde daría lugar a trabajos de poesía visual, un trabajo que todavía mantengo en paralelo con toda mi actividad artística y que enlaza con la idea de escritura incluida en mi obra actual.

Llevas tiempo sin exponer ¿qué proyectos llevas entre manos ahora?

El pintor ciego es el proyecto en el que trabajo desde hace años. Intento mostrar a través de las terribles circunstancias del personaje nuestras incapacidades, obsesiones, miedos, desmemorias y el desasosiego que hallamos ante lo que observamos.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats