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Mis momentos de Gloria

Con motivo del centenario de su nacimiento, el colaborador de Arte y Letras Pepe Aracil dibuja un mapa sentimental y literario de una escritora tan inclasificable y heterodoxa como Gloria Fuertes

Mis momentos de Gloria

Como para tantos otros, mis primeros recuerdos como lector (que es casi tanto como decir mis primeros recuerdos, a secas) tienen que ver con Gloria Fuertes. Desde aquellas tardes en que mi abuela me leía la enciclopedia El mundo de los niños (el primer tomo, el de poesías y canciones), o que mi madre me enseñaba a leer en esos pequeños cuentos que aún hoy casi me sé de memoria («No me importa / la vida es corta») o que mi hermano me dejaba ese libro sobre un cisne que quería ser pato (entonces no entendía lo transgresor que esto era)... los versos de esta mujer me fueron acompañando durante mi infancia.

Pasó el tiempo, me convertí en adolescente y me dio por pensar que había que dejar atrás ciertas lecturas. Como muchos otros, de El barco de vapor pasé a Julio Verne y Mark Twain, y de estos a Delibes y García Márquez. Con 15 o 16 años, rebuscando un día en la biblioteca de mis padres, me di cuenta de algo extraño. Entre sus libros había uno de Gloria Fuertes, y además publicado en una editorial seria como Cátedra. ¿Cómo podía ser? Esa mujer, ¿no era aquella señora que salía en televisión con camisas estrafalarias, escribía poemas para niños y a la que parodiaban Martes y Trece? ¿Qué hacía en la misma colección que publicaba a escritores como Galdós y Machado? Aquí hay algo raro, pensé. Abrí el libro y descubrí a una poeta clara y cercana pero inesperadamente profunda e intensa que no ha dejado de acompañarme desde entonces. Como a esos amigos a los que conoces de siempre, puedo pasar un año o dos sin volver a ella, pero cada cierto tiempo vuelvo a abrir uno de sus libros al azar y leo alguno de sus poemas. Los hay mejores, los hay menos buenos, a veces se repite en exceso (su mayor defecto es haber escrito y publicado tanto, muchas veces sin un filtro demasiado estricto) pero siempre encuentro una frase que me hace pensar y un verso que me hace sonreír.

Me gusta saber, además, que el blog en el que de manera algo caótica escribo desde hace años sobre libros le debe a ella su nombre. Es una buena manera de tenerla siempre cerca.

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Este año se celebra el centenario de su nacimiento y, aunque sus libros nunca han dejado de reeditarse, en los últimos meses se ha desatado una especie de moda en forma de homenajes, lecturas, exposiciones y nuevos libros. Su ciudad, Madrid, de la que solo se despegó los pocos pero vitales años que pasó en Estados Unidos, le ha dedicado dos exposiciones que descubren a una mujer de personalidad poliédrica y mucho más compleja que esa señora extravagante que muchos aún tienen en mente. Además, las editoriales se han puesto de acuerdo para inundarnos (felizmente) con una avalancha de publicaciones.

Junto a los tres volúmenes de Cátedra que contienen prácticamente toda su poesía «para adultos» ( Obras incompletas, Historia de Gloria y Mujer de verso en pecho), hay que destacar la labor realizada por la editorial Torremozas desde hace años, editando sus libros oficiales, poemarios inéditos y antologías temáticas. Entre otros, acaban de reaparecer con nuevo formato el póstumo Glorierías (poemas breves, inspirados en las greguerías ramonianas) o la antología amorosa Pecábamos como ángeles (siempre fue buena titulando sus libros).

Para los más pequeños recomendamos dos reediciones exquisitas: Poemas de la oca loca (Kalandraka) y Gloria Fuertes. Poeta para todos, de Antonio Gómez Yebra (Anaya), que supone una excelente introducción a su vida e incluye un CD con poemas recitados por la propia autora.

Para terminar, cualquiera de estas tres estupendas antologías recién aparecidas hará las delicias de los adictos a Gloria o de los que quieran adentrarse en su universo:

Me crece la barba (Reservoir Books) tiene el interés de que ha sido la presidenta de la Fundación Gloria Fuertes, Paloma Porpetta, quien ha hecho la selección. Además presenta un poema inédito y tiene una portada preciosa.

Geografía humana y otros poemas (Nórdica) es quizá el más recomendable desde el punto de vista exclusivamente literario. Ofrece una exquisita muestra de su poesía a cargo de Luis Antonio de Villena, quien también se encarga del prólogo. Lo breve de la selección funciona a favor de la calidad y quien lo lea se encontrará ante una poeta mayúscula. Si a esto sumamos unas ilustraciones de Noemí Villamuza que saben captar a la perfección la esencia de los textos, y un epílogo extraño y genial de José Hierro ( Hablo con Gloria Fuertes frente al Washington Bridge) resulta una de las mejores opciones para introducirse por primera vez en su poesía.

Pero la joya de la corona sin duda es El libro de Gloria Fuertes. Antología de poemas y vida (Blackie Books). Es un libro fundamental para zambullirse en el mundo de esta mujer inclasificable. Editado con pasión y conocimiento por Jorge de Cascante, encontramos en él cientos de poemas, fotografías, recuerdos, testimonios y dibujos. Sabemos por este libro de su infancia humilde en Lavapiés; de su encendido pacifismo tras el drama de la Guerra Incivil; de su estancia en los Estados Unidos, donde pisó una universidad por primera vez (como profesora, no como alumna) y conoció a Phyllis, la mujer de su vida; de su regreso a Madrid donde entre muchas otras cosas creó una biblioteca ambulante para llevar la poesía a los pueblos de interior; de su afición por la bebida, las corbatas, los libros y el amor; de su vejez solitaria, convertida en la abuela de todos los niños de España y de tantos otros aspectos desconocidos de su vida, como que en los 80, tras oírla lamentarse de su soledad, una pareja mayor decidió adoptarla, llegando a hacerlo poco después.

En fin, no hay excusa para no dejarse seducir por la obra de esa mujer independiente, luchadora y vitalista que escribió cosas como «No sé de dónde soy. / No he nacido en ningún sitio; / yo ya estaba / cuando lo de la manzana, / por eso soy apolítica. / Menos mal que soy mujer / y no pariré vencejos / ni se mancharán mis manos / con el olor del fusil, / menos mal que soy así...».

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