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Luces y sombras del videojuego español

El sector carece de incentivos fiscales y está saturado de empresas pequeñas. Bienvenidos a la burbuja de la lúdica digital en España

Luces y sombras del videojuego español

Los Lanister, los Martell y otras insignes familias de la serie Juego de Tronos, se pasearon hace unos meses por la península. Tudela, Girona, y entre ellos, Peñíscola, fueron los lugares escogidos por la HBO para rodar los episodios de su última temporada. Fantástico. Pero si piensan que fueron lugares escogidos por nuestro salero, por el clima o por lo bucólico del emplazamiento, andan equivocados. A quien debemos dar gracias es al incentivo fiscal del 15% para rodajes internacionales que entró en vigor el pasado 1 de enero. Un empuje, que aunque llega con retraso frente a otros países de la Comunidad Europea, resulta indispensable para atraer al negocio, la inversión, e incluso otros estímulos como el marketing o el turismo: al loro con la cantidad de selfies -y subiendo- que se hacen los fans desde estos municipios.

¿Qué pasaría si estos incentivos se aplicasen con igual interés sobre otros mercados del país? Por ejemplo, ¿el de los videojuegos? Pues ya estamos tardando? porque, de momento, estos creativos continúan a su suerte.

Aunque mucho se ha comentado del actual crecimiento de las empresas españolas dedicadas al desarrollo de videojuegos (consúltese libro blanco del videojuego español en la web www.dev.org.es), lo cierto es que su despegue ni se corresponde con la solidez con la que deberían contar estas empresas para mantenerse, ni cuenta con las ayudas fiscales necesarias para que éstas maduren en su propio mercado.

El espacio autóctono del videojuego se encuentra, en realidad, saturado de empresas desarrolladoras que no sobrepasan la etiqueta indie (independiente). Es decir, de empresas de pequeña envergadura que, aunque cuentan con la ilusión y el empuje de sus miembros fundadores, carecen del músculo monetario suficiente como para mantenerse a flote sin conseguir un éxito en las listas de ventas. Para colmo, no existe una legislación sólida que las apoye. Si bien existen planes estatales de ayuda para el desarrollo de videojuegos (que tampoco brillan por su abundancia), las ayudas fiscales son, a fecha de hoy, inexistentes.

Si, a pesar de ello, seguimos observando cifras de crecimiento en el mercado español, es porque, lo que no se puede negar, es que hoy es más fácil que nunca crear y publicar un videojuego. Los centros de enseñanza y las herramientas de programación se han vuelto hoy mucho más numerosas y accesibles; y las posibilidades de publicación de un juego digital, son también más sencillas que nunca gracias a plataformas online como iTunes, Steam o Playstation Network.

Un estudiante de carrera o un programador amateur o profesional, tienen las mismas oportunidades para publicar su creación y que los usuarios se descarguen el juego. Pero cojeamos en un aspecto fundamental: la distribución. Mientras en España, contamos con un alto número de compañías dedicadas a la distribución de libros, música y otras artes; en el área de los videojuegos carecemos de publishers capaces de comerciar con eficacia dentro y fuera de nuestras fronteras.

La práctica totalidad de la empresas que se han creado en el país, han sido forjadas por apasionados de los videojuegos que no tienen un interés real por los negocios. Para colmo, en España no se han promovido políticas fiscales para atraer al inversor. Los grandes inversores operan, por ejemplo, en países como Francia, donde la desgravación fiscal y las políticas de ayuda para el desarrollo de videojuegos son operativas y permiten que las empresas sean mucho más competitivas (incentivos a partir del 20 %). ¿Tanto le cuesta entender al Estado que las familias de Mario Bros o los Pokemón son tan necesarias como la de los Lanister o la de los Soprano? Así nos va, mareando en un círculo vicioso que ni evangeliza inversores, ni despierta una conciencia de negocio entre desarrolladores.

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