Ignacio Haan nació en Alicante entre los años 1756 y 1758. A la edad de diez o doce años hizo el ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando donde siguió la formación de Arquitectura. A los veinte años obtuvo el Primer Premio en la titulación y al siguiente en 1779 obtuvo el Pensionado de Roma. A partir de 1787 inició su fructífera relación profesional con el Cardenal Antonio de Lorenzana, entonces arzobispo de Toledo, en cuyo extenso territorio eclesiástico efectuó diversas obras para templos de la diócesis, tareas que continuó tras el destierro del eclesiástico.
Durante el año 1805 por encargo del Cardenal Luis de Borbón Haan presentó dos borradores para construir el Monumento de Semana Santa en la Iglesia primada que fue inaugurado dos años más tarde. Manuel Lorente indica que era de madera pintada, calificándolo de grandioso en un artículo del año 1949 publicado en la Revista Nacional de Arquitectura.
Ambos borradores son conocidos por las publicaciones efectuadas por el mismo Lorente, así como el testimonio aportado por Carlos Sambricio en su libro Arquitectura de la Razón en España. Sobre papeles de dimensiones similares Haan dibujó a tinta negra y lavado dos proyectos casi idénticos en la solución formal. La arquitectura queda resuelta por medio de una escalera de nueve peldaños y a ambos lados sendos plintos con dos grupos de dos figuras de soldados vestidos a la romana guardando el Sepulcro del Señor. Se desarrolla en altura por medio de ocho cuerpos escalonados de planta circular, a su vez sobre la más alta hay un templete sostenido por columnas pareadas de fuste liso y capiteles de orden corintio, donde apoya el entablamento donde se eleva la cúpula coronada por la estatua de la Fe con los atributos del cáliz y la cruz. Cada grupo de columnas está rematado por sendos grupos de ángeles sosteniendo elementos con referencias a la iconografía de la Pasión. En el interior del templete se incluye una arqueta decorada de guirnaldas de las que surgen rayos refulgentes.
Se completa el conjunto con el pabellón de seda encarnada y oro sostenido en la clave de una de las bóvedas en la nave principal, donde también queda la colgadura de terciopelo carmesí.
Este monumento sacro previsto para el acto litúrgico de la fiesta del Jueves Santo era instalado de manera efímera, ocupando el ámbito de cinco tramos de la nave principal comprendidos entre la puerta de poniente y el coro. Su instalación supone organizar un espacio efímero nuevo, distinto al habitual del culto en la catedral, como establece la relación litúrgica entre la Capilla Mayor y el Coro a través de la Vía Sacra. En el monumento se organiza un ámbito diferente, solemne, temporal y perecedero. A la grandiosidad de la pieza instalada conforme al proyecto de Haan, hay que contemplar la presencia de cientos de velas de cera colocadas en las gradas y las escaleras. Encendidas y ardiendo crean un ambiente luminoso muy singular, posiblemente espectral y tenebrista.
Esta obra participa en todos sus componentes, en especial por la espectacularidad en su condición de arquitectura efímera, de los principios estéticos vinculados aún a las realizaciones del barroco. De otra parte hay que contextualizarla en referencia a los distintos proyectos de Haan para distintas iglesias por él realizadas en diferentes lugares del arzobispado. En particular cabe considerar los motivos en el tabernáculo con las formas representando rayos brillantes utilizados en distintos proyectos de sus primeros años como se conservan en la Academia de San Fernando. Tal es el altar que dibujó bajo el título Vista interior de una iglesia (1784) o bien dos años posterior el baldaquín en su proyecto Una Catedral, con el tarazado de rayos en cuyo origen central se sitúa el ojo que corresponde a la divinidad del Padre.
