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El mundo de las bandas sonoras

El gran mercado de la producción de música para películas está en Praga por la calidad de las orquestas y los bajos costes

El mundo de las bandas sonoras

Habitualmente cuando pensamos en la aportación de una orquesta sinfónica estándar a un territorio determinado, nos limitamos a valorar que puede realizar una temporada de conciertos, más o menos extensa, en un auditorio y poco más. Quizá llevados por los prejuicios, o por la ignorancia -a veces muy interesada-, no se introduce en el debate público que una formación orquestal es una sensacional herramienta cultura capaz de servir a una comunidad desde múltiples puntos de vista. Una orquesta sinfónica, además de ofrecer la forma del concierto canónico, el que se sistematiza y se consolida en el siglo XIX y que es una de las grandes experiencias culturales de la humanidad, es una pieza esencial en cualquier teatro lírico. La ópera, la zarzuela, la opereta o el ballet son géneros que precisan para su pleno desarrollo de una orquesta. Además, están todo tipo de proyectos pedagógicos que, aunque habitualmente se enfocan al público infantil y juvenil, también deberían plantearse nuevos retos entre los adultos, ante las graves carencias que se observan en sectores mayoritarios de nuestra sociedad para los cuales el legado musical es algo totalmente ajeno a su existencia. Y también hemos de tener en cuenta las más diversas prestaciones: el acompañamiento a la proyección de películas y a artistas del ámbito pop que, de manera continua, buscan en las orquestas sinfónicas una proyección de mayor calado cultural. Una orquesta, por tanto, permite tal multitud de formatos que, de manera continua, se abren opciones que requieren exploración, una reactualización por parte de los gestores y de los propios músicos que han de afrontar su trabajo con mentalidad abierta y de servicio a la comunidad que financia la existencia de una formación.

El cine, las películas, algunas series de televisión, también necesitan acudir a las orquestas sinfónicas o camerísticas. Las bandas sonoras son un elemento clave de cualquier proyecto cinematográfico. Son un mundo en sí mismas. Con la maquinaria de producción cinematográfica anglosajona, las orquestas norteamericanas y también las de Londres han sido las grandes beneficiadas del sector. Pero esto ha cambiado en los últimos años. Ahora el gran mercado de producción de bandas sonoras está en Praga. Las razones son muy claras: la calidad de las orquestas es magnífica y los costes no tienen nada que ver con lo que supone grabar en la capital británica. La disposición a trabajar con un horario flexible y a costes razonables está desplazando a las formaciones checas multitud de requerimientos cinematográficos de los países más variopintos. Es un mercado que seguirá creciendo y del que, sin duda, han de beneficiarse de forma rotunda las orquestas españolas. De hecho, tanto la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias como Oviedo Filarmonía tienen proyectos a corto y medio plazo en este ámbito. Sin duda se ha de profundizar en la captación de bandas sonoras porque, aparte de suponer una siempre necesaria inyección económica que luego puede servir para financiar otros proyectos sociales dentro de la programación, supone un interesante punto de exportación cultural del talento y de la ciudad y la región en las que estas orquestas tienen su sede. La unión de cine y música puede y debe dar muchas alegrías alas formaciones orquestales.

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