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Arte

Alicante en la modernidad

¿Qué es la modernidad? Esta pregunta concita diferentes reflexiones, tantas como personas sean preguntadas a este respecto. La modernidad es una riqueza cultural si se concreta en un debate en el que todo el mundo pueda participar.

Algunas obras de la exposición Inmoderatus que se puede ver en la Lonja de Alicante. INFORMACIÓN

En la actualidad podemos ver en las salas de la ciudad de Alicante tres conceptos diferentes de exposición de arte, tres visiones de la modernidad, que responden a distintas maneras de entenderla. Inmoderatus, en la sala B de la Lonja del Pescado, Fabrication (non)sense, en la Casa Bardín, y Display-me, en Las Cigarreras.

En esta ciudad hemos vivido huérfanos de modernidad durante décadas, con algunas excepciones que no han tenido la continuidad suficiente para ser el presente de Alicante. Nuestra contemporaneidad ha estado y en parte sigue estando muy condicionada por la precariedad económica, sobre todo en lo que respecta al trabajo de los artistas. Nadie duda de que un director de museo o de sala cobre por su trabajo, pero el que un artista lo haga todavía es objeto de debate y las malas prácticas siguen asentadas en algunas instituciones que deberían ser ejemplo de lo contrario. Pero si la modernidad la hacen fundamentalmente los autores, y el trabajo del artista no está valorado, difícilmente se puede esperar un desarrollo pleno de la modernidad, ni en el presente ni en un futuro cercano.

A pesar de todo, el artista no puede dejar de trabajar, de pensar, con los medios que tiene a su alcance. Pensar es un bien intangible, no comercializable, un capital muy valioso en las sociedades que tienen la capacidad, es decir, la información, la cultura, la sensibilidad, para apreciarlo. Así estos tres proyectos que podemos ver en nuestra ciudad, como consecuencia de la convocatoria pública, requieren de una cierta formación o una didáctica amplia y profunda, para que el público pueda entender las relaciones que establecen con el arte. Sin ello corremos el riesgo de que se queden en mera provocación.

Las características fundamentales de estas nuevas visiones del arte no son tan nuevas sino que responden a una relectura constante del arte de la segunda mitad del XX y a la labor realizada por las regeneradas facultades de Bellas Artes, las galerías, los museos y los centros de arte, que miran al mundo. En los últimos tiempos, los proyectos expositivos de los artistas han derivado dentro de esta mixtificación de lenguajes, formatos, materiales, dimensiones y conceptos del espacio, que requiere de una participación más activa del público, que es el que tiene que digerir la obra. Se deconstruyen los símbolos, las estructuras y se vuelven a generar significados rompiendo las convenciones antiguas. Un proceso muy interesante pero que, en España, su exposición ha descuidado la didáctica fundamental para dar acceso a estas propuestas de investigación, de experimentación. Siendo al mismo tiempo conscientes de que estas nuevas maneras de hacer se están desarrollando en Europa desde los años setenta y que aquí nos han llegado sin tener una tradición más o menos asentada. El público sin apenas referentes se queda un tanto al margen.

Pero estas exposiciones están muy pensadas y medidas, reguladas por unas pautas que intentan ordenar el espacio expositivo y conceptual de la propuesta artística. El artista busca establecer conceptualmente unas líneas de trabajo que tienen que ver con lo que determinadas ideas pueden aportar a la plástica, en el desarrollo de lo que lógicamente se concretará en una instalación, según «la noción física que cada uno tenga del enigma del espacio», como diría Salvador Dalí. En el fondo cualquier disposición o ubicación en un espacio, sea del tipo que sea, es una instalación. Una escenografía religiosa, la disposición de una cocina, de un servicio de asistencia... constituyen una ordenación de formas en el espacio. Pero los conceptos de contemporaneidad revelan un deseo implícito de significar su propia lectura del espacio expositivo y de las obras mostradas.

Se establece la disposición de la obra con ese deseo de expandirse, de establecer diálogos entre elementos, que añadirán diferentes lecturas, como luces, sonido, vídeos, o simplemente interviniendo sobre las paredes para establecer una mirada de la obra desde otras perspectivas o escenarios. El espacio expositivo es transformado para que cada instalación responda a la idea que el artista tiene de la creación y de la transmisión de esa reflexión sobre el arte a la sociedad a quien se dirige. En el fondo se trata de comunicación de conocimiento, de experiencia.

Estas exposiciones, como la que podemos ver en Las Cigarreras, Lonja y Gil-Albert, se convierten en un compendio de diferentes elementos que tratan de conformar una idea plástica. Estamos hablando de espacios donde todos nuestros registros materiales o conceptuales confluyen formando parte de una estrategia en la que la obra de arte ya no es solo un cuadro, una escultura, con unos límites formales, reducidos casi a un objeto. La obra de arte trata de subvertir una visión del espacio, pero sobre todo, de la creación, y nos plantea el cuestionamiento de cómo vivimos el espacio físico, mental, emocional, funcional€ en el que nos reconocemos.

Cómo se ha llegado hasta aquí. A partir de la segunda guerra mundial, el artista reivindica la performance como una acción artística, una experiencia estética en la que el tiempo es imprescindible y de la que solo puede quedar una imagen fotográfica, una grabación de video, u objetos relacionados con la acción. Joseph Beuys desarrolló durante toda su vida acciones, performances, e instalaciones, pero, ante todo, fue un gran transmisor, en sus instalaciones nos muestra la relación de la historia, de los constructos sociales, políticos, culturales, artísticos, creativos, con la contemporaneidad.

Aprendimos, con él, que la exposición de las ideas no está sujeta únicamente a la expresión del concepto, los elementos utilizados construyen un relato plástico, que es el fundamental de la instalación. Un documento en sí mismo no contiene elementos de arte, una factura, una fórmula, no tiene por qué ser arte, pero si se ha ficcionalizado, interpretado, puede tener importancia, puede formar parte de esa investigación que algunos artistas contemporáneos están realizando. Si por una parte la instalación reclama de la multiplicidad de la dispersión para con ello crear una unidad, los elementos que conforman la obra no tienen por qué ser artísticos por sí mismos, pero el conjunto obliga a pensar en cuestiones que tiene que ver con el arte y sobre todo con la vida, teniendo en cuenta que el arte habla de la vida. La relación entre objeto, imagen, texto, sonido€ establece un diálogo para que el espectador asuma una vivencia. La obra de arte es aquello que nos puede provocar, de una manera analizada, la expresión de sentimientos, críticas, juicios, con los que poder llegar a un determinado lugar.

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