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Público y cultura

Daniel Simón, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Alicante, es un hombre de una permanente actividad. Quienes le conocen aseguran que anda siempre con algún proyecto entre las manos, o enmendando un asunto que no marcha como él desearía. Simón trabaja con un ojo puesto en las necesidades de la cultura local y otro en las intenciones de sus votantes: es el punto de equilibrio al que tiende cualquier político. Hace unos días, la prensa contaba que el concejal quiere evitar los solapamientos que suelen producirse al programar actos culturales. Hay semanas en que la ciudad registra abundancia de ellos, mientras que en otras no sucede prácticamente nada. La idea es plausible, aunque tal vez habría que matizarla. No es probable, por ejemplo, que el público del Paellas Festival Live sea el mismo que acude a unas jornadas de danza.

Al comentar el tema con los periodistas, Simón ha dicho que el solapamiento afecta a la rentabilidad social y económica de los actos que se celebran en la ciudad. Veo que el concejal profesa una idea economicista de la cultura, lo que no me parece mal: debemos emplear bien el dinero público. Con todo, resulta curioso encontrar estas ideas en un político de izquierdas. ¿Criticamos el economicismo en la educación, y, sin embargo, lo aplicamos en la cultura? ¿Tan diferentes son los objetivos de una y otra?

Evitar los solapamientos es, sin duda, una buena idea; pero yo propondría una tarea de mayor alcance: en lugar de repartir, crear público. Y quien dice público, dice imagen. A nuestra cultura -a nuestra cultura local, se entiend- le falta público y, sobre todo, le falta imagen. El gobierno del Partido Popular dejó sin tono la cultura de la ciudad. Sus concejales la consideraron siempre una actividad de segundo orden, y la única preocupación de estas personas fue evitarse los dolores de cabeza. La prueba es que un festival como la Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos -por referirnos a un suceso actual- apenas despierta eco más allá de la ciudad, y la asistencia del público a las representaciones es muy modesta.

Alicante es una ciudad donde empiezan a pasar cosas interesantes, lo que se debe, en buena medida, al trabajo del concejal Daniel Simón. Desde los tiempos de Luis de Castro, no veíamos en el Principal una temporada de teatro de tanto interés como la actual. Las Cigarreras van encontrando su lugar, aunque falta bastante camino por recorrer. Falla, sin paliativos, el arte: ni la Lonja ni el MACA ocupan todavía el lugar que les corresponde. Algo incomprensible cuando el arte se ha convertido en una atracción para los visitantes de cualquier ciudad. Si buscamos una rentabilidad económica en la cultura, debemos competir con las leyes del mercado. No se me ocurre otro modo. Hay que darle un valor a lo que hacemos y publicitarlo de la forma adecuada. Debemos ganarnos al público, y convencerle de que la cultura merece la pena.

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