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Píldoras de cine

Las noches calientes de los cinéfilos, hablando sin orden ni concierto de su entretenimiento preferido, son, en realidad, febriles. Especialmente si andan de por medio algunas copas. Se comienza hablando, pongamos por caso, de «las mejores escenas de la historia del cine»: el beso bajo la tormenta en El hombre tranquilo, según uno, la pelea en el dinner que casi cierra Gigante, defiende otro, el momento en que el maestro de escuela asegura ser Pichurri en Historias de la radio, apunta un tercero, y cuando el cuarto o quinto contertulio desea subrayar que lo mejor de lo mejor es Robert Ryan, sobre su caballo, diciéndole a Edmund O´Brian que se va a la Revolución en Grupo Salvaje, ya se está hablando de otra cosa. De las películas corales, sin ir más lejos, de las historias cruzadas -Smoke, Magnolia, Tío vivo, 1950- para terminar debatiendo, en locos alardes de presunta erudición e ingenio, en torno al cine «episódico», esos filmes, en forma de píldoras autónomas, que se ajustan como las piezas de un puzle alrededor de un tema genérico: la ciudad -Historias de Nueva York-, el terror -Creepshow- o el falso amor a los animales -Amores perros.

La noche de que les hablo concluyó eligiendo los cinco mejores episodios de la última modalidad. Una elección que al tratar de hacer pública, aquí, en los papeles, no tiene otro propósito mas que el de provocar al lector para que intente entrar en el juego, desmintiendo al cronista y sus amigos, tratando de demostrar que son unos farsantes y que, de cine, entienden tanto como los tipos que se dedican al asunto de las encuestas en política. Solo que el lector, no pudiendo expresar su opinión sobre el papel, en este mismo instante, tendrá que confesársela a su señora en una ocasión propicia, o a sus colegas en una velada similar de «ocio cultural», que nunca debe convertirse en una partida de póker. Que nos conocemos.

El listado de los cinco mejores episodios de la Historia del Cine, según los amigos que agotaron mis existencias de ginebra, es, sin orden estricto de preferencia, el siguiente.

A) «El vurdalak», perteneciente a la película de Mario Bava Las tres caras del miedo (1963), una historia decimonónica, protagonizada por Boris Karloff, capaz de helar la sangre en las venas y de erigirse en un canto sublime a la familia y al amor romántico más allá de la muerte.

B) «Roma», el frenético segmento de Jim Jarmusch en Noche en la tierra (1991) que cuenta la confesión de los pecados sexuales de un taxista -genial Roberto Benigni- a un sacerdote enfermo del corazón que no sale de su asombro.

C) «Quartier Latin» de F. Aubertin y G. Depardieu en el filme colectivo Paris, je t´aime (2006) diez minutos, poco más que un fogonazo en la pantalla, lleno de ironía, sarcasmo y el paso devastador del tiempo sobre una pareja -nada más y nada menos que Ben Gazzara y Gena Rowlands- que, en un café de la Rive Gauche, se han citado para discutir los pormenores de su divorcio, mientras Gerard Depardieu les sirve una copa de vino.

D) «Hasta que la muerte nos separe» episodio final de Relatos salvajes (2014) de Damián Szifron, humor negro del bueno contando la boda más brutal de todos tiempos para entender de qué va eso del matrimonio y si resulta conveniente gastarse mucha pasta en el banquete.

E) "«¿Qué es la sodomía?» el mejor capítulo, sin duda, y una pequeña obra maestra, de la mítica y endeble Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar (1972) de Woody Allen, contando la historia de un pastor traicionado por su oveja y el amour fou que un psiquiatra, interpretado por Gene Wilder, vivió con la hermosa rumiante.

Como pueden apreciar enel listado ganaron, como suele decirse, «color y corazones». ¿O creen ustedes, de verdad, que mientras se habla de cine no se puede jugar al póker?.

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