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Desde la cámara subjetiva

Hardcore Henry (Ilya Naishuller, 2016) aúna los espectáculos del cine y la lúdica digital en un filme enteramente rodado con cámara subjetiva

Imagen de la película Hardcore Henry de Ilya Naishuller. información

23 de enero de 1947. La Metro-Goldwyn-Mayer anuncia la mayor «revolución técnica» desde la invención del cine sonoro: La dama del lago (Lady In The Lake). El film de Robert Montgomery, se presenta como la primera película rodada íntegramente con cámara subjetiva. «Un sorprendente y atrevido nuevo método de narración» que permite al espectador sumergirse, durante una hora y cuarenta y cinco minutos, en la piel (y el punto de vista) del detective Philip Marlowe.

A pesar del atractivo de la propuesta y de la campaña publicitaria de MGM, el film transita sin pena in gloria entre el público y la taquilla. La crítica especializada, en cambio, no consigue digerir el experimento de Montgomery y lo tilda de errático, artificioso y especialmente inadecuado para adaptar la novela de homónima de Raymond Chandler. Con el paso de los años, la película va quedando relegada a las últimas categorías de la serie negra y la anécdota cinéfila. Y aún hoy siguen incorporándose críticas desfavorables sobre el film en plataformas como Filmaffinity o Rotten Tomatoes.

Pasaría más de medio siglo hasta el siguiente estreno filmado enteramente con este recurso. Es el caso de películas como El proyecto de la bruja de Blair (The Blair Witch Project, Eduardo Sánchez, Daniel Myrick, 1999), REC (Jaume Balagueró, 2007), Cloverfield (Matt Revees) o Enter the Void (Gaspar Noé, 2009), que recuperaron la visión subjetiva de La dama del lago para ofrecer su particular revisión de géneros y experiencias cinéfilas.

Un estreno reciente nos devuelve de nuevo esta mirada, esta vez, desde otra de las perspectivas imperantes de la actualidad: la de los videojuegos. Hardcore Henry (2016) de Ilya Naishuller, se presenta como la suma visceral de la partida de juego y el metraje cinematográfico. Una excusa ideal para hormonar el legado de La dama del lago con grandes dosis de acción y efectos especiales, y para atraer al espectador hacia un terreno lúdico que, como a nadie se le escapa, cada vez conoce mejor.

En Hardcore Henry la vista subjetiva que conocíamos en el cine se ve suplantada por la vista del jugador de las consolas y computadoras. Una mirada más rápida, más furiosa y mejor adaptada a los «espectáculos imposibles» de los videojuegos de «disparo en primera persona» (los first-person shooters o FPS) que le sirven de modelo. Es decir, un compendio vertiginoso de saltos sin gravedad, reyertas a cámara lenta y salpicones de sangre y metralla, mediante piruetas técnicas aún desconocidas para la cinematografía: el protagonista, por ejemplo, llega a atravesar con su moto una furgoneta a toda velocidad, mientras hace un alto entre los asientos, masacra a todos los ocupantes y sale por el parabrisas. Todo ello gracias, al uso de las cámaras Gopro. Unos artilugios de grabación diminutos, diseñados originalmente para captar eventos deportivos, que amplían el campo de visión hasta casi rayar el ojo de pez, y consiguen una mayor estabilidad a la hora de ejecutar las proezas comentadas.

El resto, como se pueden imaginar, resulta irrelevante. Trama fácil, personajes planos y villanos icónicos, diseñados para desplegar a toda potencia el espectáculo de juego en la gran pantalla. Con todo, esta vuelta de tuerca audiovisual vale la pena; sea como hipnótica experiencia, o sea como un «pedacito de historia» que anuncia el advenimiento sin tapujos del cine entregado al videojuego.

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