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La vida, la filosofía y el paso del tiempo

La profesora de filosofía que protagoniza El porvenir (Mia Hansen-Løve, 2016) descubre la soledad cuando su vida entra en crisis

El porvenir narra la vida de una profesora de filosofía. INFORMACIÓN

El porvenir (Mia Hansen-Løve, 2016) narra la vida de una profesora de filosofía, Nathalie Chazeaux, que ha rebasado los sesenta años, y ha de afrontar una serie de crisis personales: el abandono del hogar familiar de sus dos hijos, la infidelidad y divorcio de su marido o la muerte de su madre. Sin embargo, la impresión que extrae el espectador es que todos estos cambios que rodean su vida provocan un efecto emocional muy limitado en su carácter. Tal vez ello se deba en parte a la extremada frialdad y autocontrol que desprende la interpretación de su actriz, Isabelle Huppert, en esta película, muy similar a otros papeles encarnados en inolvidables películas de Claude Chabrol y Michel Haneke.

La joven cineasta que dirige El porvenir dice haberse inspirado en la vida de su madre, que también fue profesora de filosofía. Mia Hansen-Løve, que se inició como crítica de Cahiers du cinema, ya había retratado en Un amor de juventud (2011), con gran sensibilidad y en clave autobiográfica, la crisis que vive una adolescente tras el primer amor. Ambas películas filman el paso del tiempo y el modo en que sus protagonistas intentan encontrar su lugar en la vida una vez que ésta ha entrado en crisis. Mia Hansen-Løve dijo en una entrevista que el cine «trata de capturar la sensibilidad, la sensualidad y lo efímero» para «abrir una puerta que lleve a lo impalpable, al infinito».

El porvenir muestra a Nathalie como una mujer distanciada del mundo y de la vida. En una de las escenas iniciales se enfrenta a un grupo de alumnos que están haciendo huelga en la puerta del liceo donde trabaja. Desprecia las reivindicaciones educativas de sus alumnos porque trata de evitar que las ideas filosóficas que enseña puedan descender a la realidad espuria y conflictiva. Resulta muy significativo que Nathalie aspire a que sus alumnos reflexionen sobre la filosofía política de Rousseau al mismo tiempo que les pide que hagan abstracción de la realidad social del momento. Por otro lado, la actitud ante la vida de Nathalie es profundamente intelectual. Cuando su vida entra en crisis, su pensamiento muestra una resistencia tenaz a la incertidumbre. Descubre entonces un sentimiento ambivalente: entre la soledad, repentinamente sobrevenida, y cierta sensación de libertad inesperada. La felicidad a la que aspira la encuentra en la nostalgia del recuerdo, simbolizada en la casa de campo de la Bretaña donde cuidaba de su jardín mientras veía crecer a sus hijos. Pero su personalidad estoica y cartesiana le hace sentirse inmune al cuestionamiento radical de su vida. No permite perder el control y la estabilidad a pesar de ser evidente que su vida ha entrado en una crisis profunda: nada ya volverá a ser como antes. La posibilidad del cambio vital la representa el personaje de un antiguo estudiante, de espíritu crítico, inconformista y vitalista, quien le reprocha su inalterable existencia burguesa.

Viendo El porvenir, tal vez el espectador recuerde dos películas recientes que abordan algunos de los temas planteados en la película francesa: Mia madre (Nanni Moretti, 2015) e Irrational man (Woody Allen, 2015). La primera por la descripción de la crisis que experimenta su protagonista, y la segunda en el modo en que la filosofía refleja los cambios vitales. En la última película de Moretti, la protagonista es una directora de cine de edad avanzada que vive una crisis existencial, familiar y profesional, tras la enfermedad de su madre. Si en El porvenir la relación entre filosofía y vida atraviesa la crisis de Margarita, en el caso de Mia madre es el cine el que refleja las incertidumbres de la vida. Como en la maravillosa secuencia, de aroma felliniano, en que la protagonista rememora su vida pasada mientras recorre la cola a la entrada de un cine. Ambas películas retratan con serenidad y contención el sentimiento de crisis que atraviesan sus protagonistas.

En El porvenir la filosofía hace perseverar a Nathalie en su imperturbable modo de vida. Algo que no sucedía en Irrational Man, donde su protagonista, también profesor de filosofía, asistía, en clave tragicómica, a la transformación de su vida a partir de las ideas que enseñaba a sus estudiantes. (Irrational Man, al igual que su último largometraje Café Society, han sido despachadas con el recurrente y vacío comentario de películas menores, sin reconocer un giro narrativo fascinante en la primera, y un feliz e inusual hallazgo visual en el bello final de la segunda). Lo que le obsesiona a este otro profesor de filosofía, encarnado por Joaquin Phoenix, es la adecuación entre la vida y el pensamiento. Aunque esa adecuación puede llevar, paradójicamente, a un extremo irracional y patológico que no sólo provoca un cambio radical en la vida de su protagonista sino que, además, modifica las expectativas narrativas que hasta entonces el espectador tenía de la película.

En el caso de El porvenir, la filosofía aparece como contrapunto y distanciamiento de la vida, como refugio y consuelo de sus decepciones. Al final de la película, suenan los acordes de una versión de Unchained Melody, interpretada por The Fleetwoods, mientras la cámara retrocede lentamente, en ligero travelling, para dejar a su protagonista en un estado de serenidad y de cierta aceptación de la vida a pesar de sus numerosas circunstancias adversas que ha experimentado en los últimos años. El porvenir que insinúa esta escena parece mitigar en parte la soledad y el vacío existencial de su protagonista. Aunque, sobre todo, refleja un porvenir anclado en lo cotidiano, en el transcurrir, lento y sosegado, de los días.

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