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Dos museos abandonados

Días pasados, Tomás Llorens publicaba en la prensa un artículo sobre el estado de los museos en nuestro país. Debemos prestar atención a los escritos de Llorens, pues sus opiniones están siempre fundadas. Por sus estudios, conoce bien el tema del que habla, y, además, ha participado en la creación de algunos de los más importantes museos españoles. La suya no es, pues, una de esas opiniones apresuradas y sin fundamento que con tanta frecuencia podemos leer en los diarios. Dice Llorens en su artículo que «el balance museístico de la democracia es decepcionante». No es difícil estar de acuerdo con la afirmación. De ese panorama, salva a los grandes museos -Prado, Thyssen, Reina Sofía- y algún otro como el Bellas Artes de Bilbao o la Fundación Miró, que tan excelente labor hace en Barcelona. Un número escaso para un país que cuenta con centenares de museos, que guardan «una parte considerable del patrimonio artístico español». Al explicar las razones por las que hemos llegado a este punto, Llorens anota la burocracia, las luchas partidistas, y la falta de recursos y de autonomía de nuestros museos.¿No son estos los mismos motivos que nosotros hemos mencionado al hablar, en alguna ocasión, de los problemas del Museo de Arte Contemporáneo de Alicante o del Gravina? Sí, son los mismos porque la situación en Alicante no es diferente de la del resto del país. Los problemas del Mubag y del MACA son los que señala Llorens en su artículo. Y aún es probable que sean más graves. Desde su fundación, nuestros museos no han tenido directores propios; no disponen de una plantilla adecuada para su trabajo; su presupuesto es insuficiente para la tarea que tienen encomendada. En estas circunstancias, las personas que accidentalmente están a su frente hacen cuanto pueden para salir adelante. Su tarea es encomiable pero, faltos de medios, estos museos jamás alcanzarán la categoría que merecen.

El MACA y el Mubag son ejemplos del modo en que hemos entendido la cultura, durante las últimas décadas, en el país. Nuestros políticos sólo mostraron interés por la construcción del edificio, que podía representarles votos. La existencia del museo, en cuanto a tal, era un dolor de cabeza al que no quisieron enfrentarse. Concluida la obra, celebrada la fiesta de inauguración, se desentendieron del museo. Si alguna cosa de relieve se ha hecho en estas pinacotecas, ha sido gracias al esfuerzo de las personas que trabajan en ellos.

Los alicantinos hemos terminado por aceptar con indiferencia la situación que viven ambos museos. La ilusión que en su día produjo la inauguración del Mubag o la del MACA, años más tarde, ha desaparecido casi por completo. En cuarenta años, no hemos logrado que una de las mejores colecciones de pintura moderna del país se convierta en un reclamo para el visitante. Por desgracia, nada indica que el nuevo ayuntamiento quiera poner remedio a la situación.

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