Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Leer a Gustavo Bueno

Fallecido el 8 de agosto, el que para muchos era el filósofo español vivo más importante deja una obra indispensable que urge leer, si no releer

Leer a Gustavo Bueno EFE

La creciente indiferencia y hostilidad administrativas hacia la filosofía académica contrasta con la influencia pública que el filósofo Gustavo Bueno Martínez (1924-2016) ha ejercido hasta el final de sus días. Aparte de sus frecuentes apariciones en la televisión y sus intervenciones en acalorados debates escénicos, Bueno sedujo a generaciones de estudiantes y profesores, que vieron en él un genuino ethos filosófico, encarnación apasionada de las virtudes intelectuales y cívicas que caben esperar de quien se dedica al noble oficio de Platón, dispuesto a triturar todo lo que se le ponga por delante con el propósito reconstruir la complejidad del mundo y orientarnos racionalmente en él. Es muy posible, sin embargo, que esa seducción no se corresponda con la atención que han merecido sus libros. Y que haya sido menos leído de lo que algunos confiesan y más de lo que otros reconocen. La suerte editorial de sus obras ha sido desigual. Las más sobresalientes aparecieron en la asturiana Pentalfa alejada de las políticas editoriales que han decidido la difusión y visibilidad de la filosofía española contemporánea. Las que más éxito le reportaron en ediciones de gran tirada, fueron libros de intervención a propósito del pacifismo y la guerra de Irak, la aparente hegemonía de un conglomerado ideológico autodenominado de izquierdas o el europeísmo español, contra el que militó de manera implacable y que dio lugar a un ensayo, España frente a Europa, que algunos consideran un punto de inflexión, para bien o para mal, en el despliegue de su pensamiento. Pero ni en los textos que más eco tuvieron en la opinión pública Bueno se alejó un milímetro de su modus operandi filosófico, incluida su estricta terminología y un singular estilo de escritura. Su sistematicidad filosófica, fiel a una excepcional formación escolástica, debe mucho a un modo de escribir cultivado con constancia, que nos recuerda aquella máxima de Ortega de que un libro de ciencia tiene que ser de ciencia pero además tiene que ser un libro. Pocos filósofos como Bueno tuvieron la cortesía de no ponerle las cosas fáciles a sus lectores, lo que nada tiene que ver con la oscuridad, sino muy al contrario, con el empeño de no abocarles a la proclamación ingeniosa de un pensamiento ya hecho o contrahecho, sustrayéndoles el recorrido de su pensamiento. La arquitectura conceptual de sus textos es inseparable de una arquitectura sintáctica y un cuidado constante por la retórica, que permiten y exigen al lector reproducir el camino andado por el autor. No hace falta ser un discípulo, ni siquiera un admirador de su filosofía, para advertir que esa correspondencia entre lo escrito y su escritura, hacen de la lectura de Bueno una actividad de suyo filosófica. Lo confirman textos esenciales, que merecen una pronta reedición: El animal divino, donde abordó la filosofía de la religión desde las premisas del materialismo filosófico es probablemente su libro más redondo y de obligado conocimiento para las nuevas generaciones; El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral sigue ofreciendo herramientas poderosas para pensar con libertad y rigor cuestiones como la relación entre ética y derecho, la tolerancia o los derechos humanos, presas habituales de una interesada y apabullante confusión conceptual; El papel de la filosofía en el conjunto del saber, donde a principios de los setenta sentó las bases para consolidar la filosofía en el sistema académico, como un saber autónomo, pero, por eso mismo, siempre atento a las ciencias, tuvo su reactualización más de veinte años después en el necesario ensayo ¿Qué es filosofía? Y El mito de la cultura, una crítica acerada y brillantemente escrita de los usos y abusos de la idea de cultura, que ha ido ganado actualidad desde su primera edición a mediados de los noventa.

Poco después publicó una extraordinaria aproximación ontológica al fenómeno de televisión, cuya errática recepción es inseparable de los excesos mediáticos del autor por entonces. Mención aparte merece el opus magnum, Teoría del cierre categorial, un trabajo único en español sobre filosofía de la ciencia en cinco volúmenes, de los que nunca deja de aprenderse y cuyo sexto volumen, demasiados años después, está en preparación. Leer a Gustavo Bueno es, en fin, la mejor y única manera de conocer su filosofía, parcialmente lastrada por la recepción escénica de su apasionante personaje. Y es una ocasión para descubrir la potencia intelectual y literaria de un espíritu libre al que en su definitiva ausencia bien podemos imaginar escribiendo, o navegando, como aquel hombre feliz, al que Epicuro exhortaba a tomar su barco y huir, a vela desplegada, de cualquier forma de cultura.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats