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Otras escenas de juego (II)

El colectivo queer y LGTB comienza a tener una mayor presencia en la industria «oficial» del videojuego. La desarrolladora Bioware es una de las principales impulsoras de este movimiento.

Poison es un personaje transgénero de Final Fight. información

En el artículo del número anterior de Artes y Letras, describí como los colectivos queer y LGTB habían desembarcado en el espacio del videojuego con una escena propia, la queer game scene. Un movimiento alternativo, al margen del establisment industrial, interesado en en las facetas del videojuego no solo como un entretenimiento, sino también como modelo de expresión y debate. De aquel artículo se me quedó una espinita clavada, ¿qué viene ocurriendo entonces con las representaciones del colectivo queer o LGTB en las grandes producciones del mercado? ¿Tienen cabida este tipo de temáticas y protagonistas en la industria «oficial» del videojuego?

Si echamos la vista atrás, observaremos como la comunidad LGTB y queer ha tenido una representación, más o menos habitual, en la trayectoria de los videojuegos. Su papel, sin embargo, ha quedado supeditado en la mayoría de los casos a la aparición de una figura excéntrica, singular en su forma y diseño, pero carente de la profundidad necesaria para transgredir el rol secundario que se le ha asignado dentro del espectáculo del videojuego. Figuras gays (Baron Von Glover en The Beast Within: A Gabriel Knight Myster y Sierra On-Line, 1995), bisexuales (Vamp en Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty, Konami, 2001) o transgénero (Poison en Final Fight, Capcom, 1990), pueden servir, entre otros muchos ejemplos, para describir el panorama en el que se han estancado los personajes de este tipo a lo largo de la historia del juego digital.

En estos últimos años, sin embargo, el mainstream lúdico ha comenzado a dar muestras de lucidez y ha dado mayor peso a protagonistas no heterosexuales dentro de la trama y la partida. De producciones como Last of Us (Naughty Dog, 2013), Life is Strange (Do not, 2015) o Baldur's Gate (Beamdog, 2016) que incluyen protagonistas queer/LGTB con un rango de interacción mucho más amplio con personajes de la misma comunidad dentro de la plataforma; a juegos como Fable 3 (Lionhead, 2014) o los Sims 4 (Maxis, 2014), donde se permite el matrimonio y la convivencia entre jugadores de mismo sexo.

El equipo de desarrolladores que más participa de estos movimientos es la empresa canadiense Bioware. En la práctica mayoría de sus exitosas sagas de juegos, Star Wars: The Old Republic, Mass Effect o Dragon Age, la inclusión de personajes queer/LGTB se ha mantenido como una constante que, de forma paulatina, ha ido enriqueciendo su paleta de acciones y narrativas dando un salto, en breve tiempo, de la aparición de un personaje de condición lesbiana (Juhani, la primer Jedi lesbiana del universo de Star Wars) a todo el plantel de personajes queer/LGTB desplegado en Mass Effect y Dragon Age: En el primero podemos entablar lazos afectivos con todo tipo de razas y géneros galácticos del siglo XXX; en el segundo también, solo que en los parajes de la fantasía de «capa y espada» de magos, guerreros, brujas, etc. en la corte medieval.

Con todo, jugar a las propuestas de Bioware plantea sentimientos contradictorios. Por un lado, resulta evidente que el diseño de las elecciones de sexo y emparejamiento virtual en el mundo de fantasía que ofrecen estas plataformas no permiten experimentar una vivencia real queer. Las opciones permitidas en la partida transgreden superficialmente la representación normativa del videojuego de aventuras, sin dejar entrever qué ocurre verdaderamente tras el inicio de estas relaciones y cuál es el impacto recíproco en relación al entorno social virtual. Por otro, cabe subrayar que la pluralidad sexual que ofrecen estos videojuegos se enfrenta directamente al grupo mayoritario de jugadores (straight) para quienes tal diversidad, aunque se quede muchas veces en anécdota, resulta discordante. Las decisiones inclusivas de Bioware y su simplicidad, no merman la valía de incorporarse en juegos AAA, desarrollados bajo elevadas sumas de producción y publicidad, y destinados a un amplio público internacional (con las problemáticas que esto conlleva).

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