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Yves Bonnefoy a través de sus palabras

AA comienzos de este mes de julio, moría en París Yves Bonnefoy, uno de los grandes poetas de nuestro tiempo. Nacido en Tours, Bonnefoy había contado repetidas veces cómo fueron sus inicios poéticos en el París de la ocupación, su contacto con los surrealistas y su posterior alejamiento de estos: "«Me dejé sumergir en la aventura surrealista, en su verdadero sentido poético, pero con su saber artístico muy limitado y con juicios sectarios [...] No era por aquel camino por el que hubiera podido acceder a lo que sin embargo deseaba tanto encontrar».

La literatura y la poesía no son para Bonnefoy la misma cosa. Así se lo diría a los periodistas Josep Massot y Óscar Caballero, en una entrevista publicada en La Vanguardia. «La literatura es una posibilidad de la lengua, la poesía es una manera de despertar la palabra. Y debemos hacer una distinción fundamental entre la lengua y la palabra. La lengua es un conjunto de nociones que nos permiten encontrar diferentes aspectos de la realidad; la literatura es la construcción que hacemos de ella por medio del lenguaje. Todas las experiencias están aquí permitidas, todas las distracciones e irresponsabilidades. La poesía es la respuesta que se lanza en dirección a la lengua, cuando nos preguntamos acerca de nuestras necesidades fundamentales: es el lugar de la exigencia de la responsabilidad».

Para Bonnefoy, el mundo de la poesía gira todo él en torno a la palabra: «La palabra, las palabras, están en el centro de todo. Son el embrión que no solo describe y señala y nombra el mundo sino que lo ordena y puede salvarlo, reordenarlo. La palabra es nuestra principal conexión con la realidad y la poesía su mejor vía. Por eso es necesario que las liberemos de ese yugo en el cual las hemos metido». En consecuencia, la poesía no será para Bonnefoy la fabricación de un objeto verbal, el poema, «sino la ocasión de una búsqueda de mí mismo, y tachar, romper, me permite liberarme de una representación de mí mismo que es insuficiente, en la que yo soy tomado como una pieza».

¿Qué pierde el ser humano al apartarse de la poesía?, le preguntan al poeta. «Lo pierde todo -responde-. Los conceptos con los que representamos el mundo y que evidentemente nos son necesarios para organizar nuestra vida y asegurar nuestra libertad permiten sólo representaciones generales, incapaces de coincidir en nosotros con el tiempo que tenemos que vivir, un tiempo existencial que nos lleva del nacimiento a la muerte. Pues es en esta temporalidad irreversible y hecha de azares donde vivimos nuestra vida, y si dejamos de apelar a la poesía, que busca transgredir los conceptos en el uso de las palabras, perdemos el contacto con nosotros mismos, no somos a nuestros propios ojos más que una idea y los otros seres no son para nosotros más que representaciones abstractas que creemos poder determinar con nuestros propios pensamientos, y los dejamos de respetar, perdemos la posibilidad del amor».

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