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Las pleamares del amor

El libro y la hermandad (Impedimenta, 2016) es una novela intensa, hermosa, tradicional dentro de su deuda con los relatos de indagación psicológica que no olvidan el análisis social y que tratan, fundamentalmente, de temas tan clásicos e imperecederos como el amor, la amistad y el paso del tiempo devastando los sueños que una vez ardieron durante la tormentosa juventud. Su autora es Iris Murdoch (Dublín, 1919-1999), educada en las aulas de filosofía de Cambridge y Oxford y que pasó a cultivar la literatura de ficción para expresar, con más acomodo, los problemas vitales y morales de un grupo social en crisis al que se sentía vinculada: el de la clase media alta británica de educación universitaria que, hasta hace poco, se colaba en el ámbito confortable de la política, la administración o la enseñanza para, una vez concluidas las pasiones y utopías de los años verdes, convertirse en un anacronismo del sistema o en los valedores de ese conservadurismo que ha conducido al brexit. Un grupo social que, en tonos y voces distintas, hemos conocido a través de E. M. Foster, Evelyn Waugh, Javier Marías o Dorothy Sayler y que en El libro y la hermandad cobra vida a través de una historia tan puramente british como el puding, la flema o la diana de los dardos al fondo del pub: un grupo de amigos y amigas, estudiantes de ideas filomarxistas, -la hermandad- decide subvencionar a uno de sus líderes -el brillante y despótico David Crimond- para que escriba el ensayo que ha de resumir las ideas políticas del grupo que habrán de conmocionar a la sociedad. La subvención, ante la morosidad del escritor, se convierte en una autentica beca vitalicia para el altivo Crimond, pero en un sinsentido para los amigos a los que el tiempo ha hecho cambiar de ideas y mirar con recelo al que fuera, antaño, su guía indiscutible.

La novela comienza con un capitulo magnifico en torno a una fiesta primaveral en Oxford en la que los personajes, ya maduros, son presentados al lector con la elegancia shakesperiana de El sueño de una noche de verano, para mostrar los rasgos de su personalidad, sus cuitas, y la índole de los vínculos que forjaron una amistad que comienza a mostrar ciertas fisuras. Esos vínculos responden, más que a las ideas, que no acaban de sernos reveladas con claridad, a los sentimientos, al amor confesado o inconfesable que fluye entre los compañeros de ambos sexos y que ha formado una tupida madeja marcada por la complejidad de sus inclinaciones hetero, homo o bisexual, aceptada con toda naturalidad y que Iris Murdoch traza con esa mirada penetrante que nos recuerda el estilo inconfundible de Henry James. Las pleamares, los misterios del amor, constituyen el eje de una intriga apasionante que se adentra, también, en la problemática de género y en la propia naturaleza del grupo y el papel que desempeñan las mujeres entre su dos polos de influencia: la del taimado y egocéntrico Crimond y la más sibilina, pero no menos carismática, que ejerce Gerard Hernshaw tras su piel de cordero.

La novela, la más extensa de su autora -un poco más de seiscientas páginas- escrita en 1987 y publicada ahora por primera vez en castellano, con una impecable traducción de Jon Bilbao y con esa pulcritud y elegancia con que Impedimenta trata a sus lectores -algún día hablaremos también de Acantilado o de Libros del Asteroide, por otras o similares razones- constituye un auténtico regalo para cuantos saben exprimir el tiempo libre del verano para las tareas complementarias que requiere el espíritu cuando se saben dosificar los festejos y verbenas. La alusión a la influencia de Henry James no debe atemorizarnos en exceso. Iris Murdoch no cae jamás en el cripticismo sintáctico del maestro, y su omnisciencia psicológica transita por caminos más directos e inteligibles.

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