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El país de la infancia

Un hombre recuerda los veranos de su infancia. Para ello, toma de la mano al niño que fue y desanda el camino de los años. De ese modo, regresa a las proximidades de Tibi, a la Venta, y ante aquel paisaje evoca escenas de una vida pasada que permanece viva en su memoria. Con la evocación, vuelven las palabras que abren las puertas de aquel mundo: Aljibe, Alpargatas, Barrancos, Corral, Era, Noches... Con estos y otros nombres, Juan Luis Tato ordena los capítulos de una historia en la que el lector se adentra, al principio, con curiosidad y, más adelante, con admiración.

El viaje al país de la infancia ha fascinado a los escritores de todas las épocas. Aunque las formas de contarlo sean diferentes en cada caso, los motivos para emprenderlo suelen ser casi siempre idénticos. El mundo de la infancia ejerce una permanente atracción sobre las personas que los años no logran desvanecer. En contra de lo que suele creerse, no es la nostalgia la que nos impele al regreso, sino un deseo más profundo e inalcanzable. Luis Cernuda lo dice de un modo admirable en uno de sus poemas: «el tiempo sin tiempo del niño».

«Muchas veces, cuando yo volvía a casa, -una hora, media hora después de haber cenado todos-, se me amonestaba porque volvía tarde». «¿Por qué es tarde? ¿Para qué es tarde?», se pregunta Azorín en Las confesiones de un pequeño filósofo. El tiempo es una invención del hombre que el niño no necesita pues para él todo es presente, fantástico presente. En sus aventuras diarias por los alrededores de la Venta, Cosme -el protagonista de Tantos mundos- no echa a faltar jamás el tiempo. Este sólo aparecerá cuando, acabadas las vacaciones, deba regresar a la ciudad.

Tantos mundos no es un libro fácil de definir. Cuando el propio autor lo intenta, no logra, pese a sus esfuerzos, que nos quede del todo claro. En una de sus páginas, leemos: «El autor debe señalar también que Tantos mundos no es un libro descriptivo aunque contenga un buen número de descripciones. Y, ni un libro de memorias, a pesar de que los recuerdos desempeñan un importante papel en él. Se trata más bien de una narración, de una novela -particular, en efecto-, cuyo argumento -discontinuo, sí- no es otro que el intento de reconstrucción de un mundo -emocional, íntimo- perdido a merced de los avatares del protagonista».

Pero, bien mirado, ¿qué importancia tiene definir un libro? El asunto puede interesar a los críticos; a los lectores, sin embargo, lo que nos importa es que la obra nos cautive. A un libro, le pedimos que nos abra puertas que no pensábamos cruzar y nos conduzca a lugares que jamás habríamos visitado sin su ayuda. Todo regreso al país de la infancia es una impostura, donde el hoy reinventa el ayer a partir de los datos que le suministra la memoria: así lo afirma la ciencia. El mérito de Tantos mundos -mérito literario- es abolir ese dictado y sustituirlo por las leyes del corazón.

Juan Luis Tato González-Espada, Tantos Mundos. Una novela alfabética. Lulu-com.

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