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Azorín, la voluntad de estilo

Un retrato añejo sobre el escritor de Monóvar, que fue descrito por Ortega y Gasset como el «caballero de las violetas»

El escritor José Martínez Ruiz «Azorín». información

Resulta llamativo que sean las instituciones públicas aragonesas (Universidad de Zaragoza, Diputación de Huesca y Diputación de Teruel) las que editen una de las biografías sobre Azorín existentes, la del zaragozano José García Mercadal. El libro tiene el valor de guía a la obra y vida de Azorín para aquellos que se aproximan por primera vez a su figura, puesto que lo esencial se halla en este retrato cronológico elaborado por García Mercadal, amigo de Azorín y recopilador de sus artículos en numerosas ediciones de los años 50 y 60.

Azorín, elogiado por Clarín, volcó sus esfuerzos en llevar a cabo una evocación impresionista del pasado nacional no exenta de dosis líricas e irónicas. Su fraseo corto, su contención emocional, sus descripciones de paisajes y personajes, su sensibilidad evocadora, su contemplación estética, su estilo sobrio son algunas de sus características como escritor. En los años veinte, precisamente cuando concluye su etapa como diputado, su prosa se aproxima al surrealismo y a las vanguardias, no sin antes tramar literariamente el vínculo entre paisaje, libro y hombre, una constante en su obra. El avizor Azorín pasó del anarquismo, quizá inseminado durante su paso por un colegio religioso, al conservadurismo complaciente. Algo que refleja García Mercadal, quien critica que el escritor de Monóvar pasase de cronista parlamentario a diputado a Cortes.

García Mercadal destaca de Azorín su«concepción esquemática de la vida», su «espíritu comprensivo y bondadoso» y el impacto que le causa leer a Montaigne. García Mercadal recuerda que Azorín empieza a publicar con 20 años empleando seudónimos y que no firma como Azorín hasta 1904, retrata la amistad con Baroja y ofrece al lector alguna anécdota, como el hecho de que Diario de un enfermo fuese costeado por el propio autor y que Azorín tuviera en sus manos el cráneo de Larra «sin hallar el orificio de la bala por estar deshecho». Por encargo de José Ortega y Munilla, Azorín hizo un viaje por tierras manchegas en un carrito tirado por una mula y con un pequeño revólver «por lo que pudiera pasar».

Esta biografía, editada por primera vez hace casi 50 años y ahora enmendada por Francisco Fuster, conserva un aroma añejo y un exceso de alabanzas hacia quien considera que «el paisaje es el grado más alto del arte literario» y que «vivir es ver volver» (en respuesta al «vivir es ver pasar» de Campoamor). Esa nostálgica tristeza del pasado es la que determina la voluntad de estilo (síntesis y claridad) de Azorín.

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