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Una política cultural

Quien esperaba un cambio en la cultura Alicantina con la nueva corporación está decepcionado

Quienes, con la llegada de la nueva corporación, esperábamos un cambio en la cultura de Alicante estamos decepcionados. La reciente exposición del Ninot en la Lonja del Pescado es un síntoma de que todo sigue prácticamente igual que en el pasado. Un año no ha sido tiempo suficiente para corregir el rumbo de esta magnífica sala de exposiciones, y ahora nos preguntamos cuánto tiempo más deberemos aguardar. Es probable que el plazo sea largo porque, a estas alturas, todavía no sabemos de una manera clara cuál es la política municipal en cuestiones de Cultura.

Es cierto que hemos avanzado en algunos asuntos. La nueva dirección del Principal se ha notado en la programación: hacía años que no disfrutábamos de una temporada con el nivel de la actual, donde hemos visto espectáculos de una gran categoría. La relación con Elche ha dado pasos prometedores, aunque todavía insuficientes para que nos sintamos satisfechos. Habrá que trabajar más y con mayor ambición si queremos que la vida cultural de ambas ciudades resulte fluida. Romper la inercia de tantos años en los que hemos vivido de espaldas no será fácil.

Que la exposición del Ninot haya vuelto ha celebrarse en la Lonja es, en mi opinión, algo más que una anécdota. Muestra la indefinición en la que nos hallamos, y sólo crea confusión y desánimo cada día que pasa. Urge comenzar a gobernar; hay que tomar decisiones, mostrar a los alicantinos que las cosas han cambiado y, sobre todo, que se tiene un proyecto para llevar a cabo. La transparencia es necesaria pero, por sí misma, no asegura la calidad de una política cultural, que debe de estar al servicio de los ciudadanos y al margen de quienes tratan de imponer sus intereses personales. En resumen, precisamos saber qué cultura queremos y para qué.

Una política cultural que no aspire a transformar la ciudad será una política conservadora -también la izquierda puede ser conservadora. Si toda nuestra aspiración es continuar con una cultura basada en el espectáculo, parece bien poca cosa. No podemos prescindir del espectáculo, porque un gobierno municipal debe servir a todo el mundo, pero se requiere algo más: una cultura capaz de darle al espectador una mirada crítica para cuestionar lo establecido. Necesitamos una cultura que amplíe los límites de lo que podemos pensar, que plantee los problemas de hoy y, sobre todo, los de mañana, que ya empiezan a apuntar.

Dos palabras, por último, sobre el tema del dinero. Es verdad que, tras veinte años de gobierno del Partido Popular, la posición económica del Ayuntamiento es mala. Eso nadie lo discutirá porque es cierto. Pero un buen administrador es aquel que con poco es capaz de hacer mucho. Esa es la tarea que tiene por delante el concejal de Cultura. Si la situación se explica a los ciudadanos con claridad, si se exponen los objetivos de forma razonable, es decir, si actuamos con imaginación y una verdadera transparencia, el problema puede solucionarse.

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