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Oriente y occidente

La editorial Kairós ha recibido un premio a su trayectoria - Gran exposición de Banksy

La noticia la encuentro, un tanto perdida, en las páginas de los diarios: el Gobierno ha decidido premiar la trayectoria de la editorial Kairós. El galardón le llega a esta pequeña editorial cincuenta años después de publicar su primer libro, y con más de un millar de títulos editados. El tiempo transcurrido para el reconocimiento y el escaso relieve que la prensa concede a la noticia ¿no son un reflejo de la pobre atención que la cultura recibe en nuestro país?

Kairós fue, desde sus comienzos, una editorial poco corriente y un tanto ajena a las modas. Si alguna vez lo estuvo fue sin pretenderlo, porque una parte del espíritu de la época giró en su dirección. Esa excepcionalidad se debe a su fundador, el ingeniero indo-español Salvador Pániker. La formación de Pániker, su ascendencia hindú, le permitieron crear, andando el tiempo, un catálogo donde Oriente y Occidente se dan la mano de una forma natural. Hoy, medio siglo después, los libros de Kairós siguen ahí, al alcance de quien sienta curiosidad por pensar el mundo de otra manera.

BANKSY, EN EL MUSEO

Nunca he tenido mucha fe en los efectos de la pintura política, aunque tampoco pueda decir que estoy en contra de ella. En mi opinión, el arte político ha sido un arte bienintencionado pero, por lo general, se ha amparado en una estética de vuelo corto. Quienes entienden de estas cosas, aseguran que las nuevas prácticas artísticas han ido un paso más allá. Si juzgo por las obras actuales que he visto, aún no creo que lo hayan logrado. Cosa bien diferente es utilizar a los artistas con fines políticos. Eso es más fácil y la historia nos ofrece abundantes pruebas de ello. Sin alejarnos mucho de nuestra época, ahí está el libro de Francis Stonor sobre el papel de la CIA en el éxito de la Escuela de Nueva York.

En el mundo capitalista, que es el nuestro, cualquier intento de arte político parece abocado al fracaso. Un teórico nos explicaría como las condiciones de producción del artista contemporáneo conducen a ello sin remedio. En cualquier caso, es evidente que el mercado del arte lo digiere todo y convierte cualquier obra en mercancía. Alcanzado ese punto, la mercancía se exhibe en una sala o, de ser posible, en un museo y el negocio está hecho. Es lo que ha sucedido con Banksy, el misterioso grafitero británico, cuya obra puede verse ahora expuesta en un palacio de Vía del Corso, en Roma. La muestra, titulada -no sabemos si irónicamente- Guerra, capitalismo y libertad, es la mayor que se ha dedicado hasta ahora al artista y procede toda ella de colecciones privadas. La prensa ha calificado la exposición de Banksy como un acontecimiento.

Y, como una confirmación de lo anterior, leo en los periódicos la noticia de la inauguración de la feria Basilea, a la que algunos de ellos califican como «el escaparate más exigente». No les falta razón, ya que «la feria es uno de los diez lugares del mundo a los que más se acude en jet privado».

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