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El uno por ciento

Keen plantea en Internet no es la respuesta que quienes controlan la red no distribuyen el futuro de forma equitativa

Andrew Keen es autor de Internet no es la respuesta. información

El escritor William Gibson ya nos avisó «el futuro está aquí, solo que está mal repartido». Y sus palabras se actualizan en el nuevo libro de Andrew Keen, Internet no es la respuesta (Catedral, 2016).

Últimamente encuentro más libros en contra de Internet que a su favor. Mientras que antes todas las estanterías se llenaban con panegíricos sobre las bondades y revoluciones de Internet, ahora cada vez son más numerosos los textos que, aunque no cuestionan su relevancia, arremeten contra aquello que genera. ¿Qué ocurre con esta nueva hornada de «libros negros»? ¿Es qué estábamos ciegos ante el despunte de este medio, o es que Internet está desvelándose en su verdadero estado? Me temo que, como apunta Keen en Internet no es la respuesta, lo que ocurre es que hace tiempo este fenómeno ha sido absorbido por unos poderes que en nada son tan bondadosos ni tan altruistas como pretenden. Y esto nos lleva a un punto donde, analizando en profundidad sus entresijos, se demuestra como los aspectos negativos de este fenómeno comienzan a ser hoy tan numerosos como sus puntos positivos.

De todas las interesantes ideas y afrentas que propone Keen para refrendar estos argumentos, una de las más preocupantes es el tema del «uno por ciento». Un minoría de personalidades que se han hecho con una considerable parte de la la economía (y la influencia) mundial gracias al negocio en red. Estamos hablando de Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Larry Page, Serguéi Brin, y otros propietarios de empresas como Facebook, Amazon, Google, etc., que debido a su poder sobre Internet y a su actitud libertaria están construyendo una sociedad muy desigual en cuestiones de valor económico.

Uno de estos integrantes de este «uno por ciento» y fundador de la multimillonaria plataforma online Reddit, Alexis Ohanian, se jacta en su manifiesto Whitouth Their Permission (Sin su permiso), de que el siglo XXI se verá «realizado» y no «gestionado» por emprendedores como él que utilizan las cualidades disruptivas de Internet en beneficio del bien público. Y ahí está la clave, todos los integrantes de este «club privado» pretenden que han levantado sus riquezas para el bien común y para mejorar la sociedad con empresas más democráticas y transparentes, cuando la realidad demuestra muchas veces lo contrario

Jeff Bezos por ejemplo, dueño y señor de Amazon, argumenta que su empresa de venta online ha hecho crecer el empleo, la cultura y la conectividad en el mundo. Pero lo cierto es que su despiadada eficiencia empresarial a reducido a casi la mitad las librerías del globo, y ha eliminado tantos costes de las cadenas de suministros que lleva destruidos -en el caso de EE UU y según el Instituto para la Autonomía Local (ILSR)- más de 27.000 puestos de trabajo netos. Google ha acumulado tanta información gratuita gracias a los usuarios que, a pesar de las múltiples divisiones y departamentos, solo necesita emplear a 46.000 personas.

Si a ello le sumamos que, como hace también Apple, guarda sus beneficios principalmente en paraísos fiscales para evitar pagar impuestos en Estados Unidos, podemos comenzar a vislumbrar una minoría empresarial con un poder y unos fondos abrumadores que ni necesitan gran mano de obra ni se rigen por las misma leyes que los demás. ¿Qué transparencia nos proporcionan unas empresas que evaden impuestos y manejan nuestros datos como modelo financiero? ¿Qué sistema abierto y democrático nos aportan cuando, en lugar de generar más competencia, se han establecido como los nuevos monopolios de la información?

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