Como me comentó hace poco un amigo hablando del estadounidense Chris Ware, tras leer una de sus mastodónticas y multirreferenciales obras uno se queda con una sensación ambigua, entre la admiración y la fatiga. Abrumados por la perfección formal y el experimentalismo narrativo de sus publicaciones solo somos capaces de decir algo así como «pues la verdad es que tiene mucho mérito...» Es lo que sucede en cierto modo con esta fabulosa caja, disfrutable más como juguete fetichista que como lectura (que también se disfruta, y mucho).
Este artefacto (me resisto a llamarlo libro o cómic) está formado por 14 cuidadísimas publicaciones independientes de diferente tamaño y extensión agrupadas en una gran caja de cartón, todo un placer para los sentidos. Fabricar historias nos cuenta la historia de una mujer triste y solitaria que se muda a un edificio de apartamentos. Mediante la lectura aleatoria y sin orden definido de los distintos tebeos nos vamos haciendo una idea fragmentada de su vida, siempre con el telón de fondo del viejo edificio al que ha ido a parar.
Resulta tan importante para Ware la presencia de la construcción que en ocasiones es el mismo edificio el que se convierte en narrador de la propia historia, recurso que ya usó en 1954 el argentino Manuel Mujica Láinez en su novela La casa.
La importancia del edificio queda patente también en el doble sentido del título original, Building Stories que, en uno de esos juegos de palabras tan comunes en la lengua inglesa, puede significar tanto Construyendo historias como Historias de un edificio.
